lunes, 28 de febrero de 2011

Un poema que viene a cuento

Una extraña coincidencia, de las que dejan huella: recién recibida la noticia de una pérdida muy íntima, esa misma tarde escucho en concierto una obra en la que se canta la versión moderna de un antiguo poema chino sobre una despedida entre amigos. Al día siguiente, buscando las fuentes originales, encuentro que se trata del poema de Meng Haoran, En el retiro montañés del monje budista Ye, esperando a mi amigo Ding, que transcribo aquí en sus caracteres chinos, con una traducción literal y luego otra más idiomática:

ocaso sol borde oeste cordillera
grupo valle rápidamente entonces oscuro
pino luna empezar noche fresco
viento arroyo llenar claro oír
leñadores volver casi terminar
niebla pájaros posar primero estable
esta persona esperar visita venir
solo qín esperar hiedra camino

El sol se pone tras las colinas al oeste,
y enseguida los valles se llenan todos de sombras.
Entre pinos, la luna trae el fresco de la noche,
el rumor del viento y del arroyo es pleno y claro.
Ahora casi todos los leñadores han regresado ya,
los pájaros se posan en algún lugar entre la niebla.
Esperando que vengas y te quedes,
a solas con mi laúd aguardo en el camino de la hiedra.

¿Melancolía o desesperanza? Según quién lo traduzca, cobra más fuerza una interpretación o la otra. Desde luego, Mahler lo transformó en algo muy distinto de lo que era en origen; ¿por qué no hacerlo nosotros también?

La caída de la tarde y el frío de la noche, los movimientos de una naturaleza ajena, la suerte de los demás, hombres y animales, que se recogen y reúnen con los suyos después de las labores del día… todo eso parece reforzar un trasfondo triste a la espera del poeta solitario. Pero nada de ello es necesariamente así: las cosas en la naturaleza son lo que son, sin sufrimiento añadido.

La muerte de alguien cercano produce un estupor parecido al síndrome del miembro fantasma que sufren los amputados: hay una ausencia evidente a la vista, pero también una presencia que se queda ahí como flotando mientras la mente reorganiza su mapa de la realidad. Aunque es un fenómeno natural, también es una muestra más de cómo la mente es capaz de inventarse cosas que no están ahí –en el caso del síndrome, las sensaciones propias de terminaciones nerviosas que ya no forman parte del cuerpo, al haberse perdido con la amputación.

¿Es lo mismo perder algo que tenía que no alcanzar algo que esperaba? En la medida en que produzcan sufrimiento, sí. Pero si vivo la pérdida con atención plena, puede ser una ocasión para darme cuenta de la vacuidad última de cualquier “pérdida”, de lo efímeras que son todas las cosas, de la unidad que subyace bajo las apariencias… y, en definitiva, de la inmensa oportunidad que tengo de emplear el tiempo que me queda, sea el que sea, para tocar mi verdadera naturaleza como ser humano y descubrir la compasión y sabiduría que la acompañan.

Al leer el poema otra vez, me doy cuenta de que el amigo al que espero no es otro que mi propia naturaleza, que aún no percibo del todo (aunque a veces creo que oigo pasos que se acercan en la espesura). No es una invitación a sentirme desgraciado por la pérdida ni a consolarme con distracciones. Es un mensaje de esperanza, que me hace volver al cojín de meditación para desbrozarle el camino a ese amigo que espera, él también, una oportunidad para salir de las sombras.

Estoy seguro de que eso es lo que Kuxinshan quería para todos, tanto los conocidos como los que nunca llegó a conocer: que todos los seres encuentren su propia naturaleza y vivan con bienestar duradero.

Esperando que vengas y te quedes,
meditamos en compañía en el camino del Dharma.

martes, 1 de febrero de 2011

Montaña vacía

Recupero para el blog un texto de 1996 del escultor Eduardo Chillida sobre un proyecto suyo que nunca se llevó a cabo:

Hace años tuve una intuición que, sinceramente, creí utópica. Dentro de una montaña, crear un espacio interior que pudiera ofrecerse a los hombres de todas las razas y colores, una gran escultura para la tolerancia.

Un día surgió la posibilidad de realizar la escultura en Tindaya, en Fuerteventura, la montaña donde la utopía podía ser realidad. La escultura ayudaba a proteger la montaña sagrada. El gran espacio creado dentro de ella no sería visible desde fuera, pero los hombres que penetraran en su corazón verían la luz del Sol, de la Luna, dentro de una montaña volcada al mar, y al horizonte, inalcanzable, necesario, inexistente...

El apoyo dado por el Gobierno de Canarias a la idea escultórica reforzó mi ilusión. Creí que la obra no suscitaría controversia en el pueblo canario, al que pensé donar la escultura y mi trabajo en ella. Pero he comprobado que el proyecto escultórico despierta en muchos resquemores y suspicacias imprevistos, una oposición difícil de evaluar ahora en su verdadera importancia, pero suficiente para mermar mi entusiasmo hasta desistir de la realización de la obra. Sin embargo, creo que sería muy positivo mostrar al pueblo canario y al mundo en una exposición de maquetas y dibujos lo que se pretendía hacer en Tindaya.

La escultura está concebida como un monumento a la tolerancia y es una obra para el pueblo canario. No deseo, pues, que sirva como elemento de división, y menos aún como piedra de escándalo arrojada en luchas políticas, que no comprendo y en las que no deseo verme envuelto.

Solo me interesa el debate artístico, que, lamentablemente, no se ha producido. No he oído ni leído ninguna crítica desfavorable de la escultura que haya sido realizada por alguien que verdaderamente conozca el proyecto. Pero sé que algunas personas que lo desconocen han afirmado que la obra destrozaría la montaña, cuando mi obra lo que quería era salvarla.

Quizá la utopía no pueda ser nunca realidad. Quizá otros lo consigan en otro lugar. O quizá la escultura, ese espacio amplio y profundo, accesible a la luz del Sol y de la Luna, lugar de encuentro de los hombres, pueda llegar al corazón de la montaña sagrada de Tindaya.

¿Por qué lo traigo a colación aquí, en un blog budista? No porque ahora parezca cobrar fuerza la posibilidad de reemprender el proyecto; es más bien porque la idea-semilla que lo inspiró, el vaciamiento interno, guarda una asombrosa semejanza con el camino del Dharma.

A partir de ahora, a quien me pregunte a qué **** nos dedicamos en el Dharma, le contestaré con otra pregunta: “¿Conoces el proyecto de Chillida en Tindaya? Pues eso”.

Así es, con una diferencia importante: que, en nuestra práctica, somos cada uno de nosotros los que nos vaciamos. En cierto sentido, cada uno es una montaña que se va excavando a sí misma para liberar un espacio interior.

¿Y de qué nos vaciamos? Primero, de piedras sueltas –esto es, las identidades, esos complejos de impulsos subliminales que han estado parasitando desde que nacimos nuestros procesos viscerales, emocionales y mentales, mediante los que nos relacionamos con el mundo y con los demás. Hay que sacar todos esos trastos viejos y ese equipaje radioactivo. Luego, nos ocupamos de la roca más firme y recalcitrante: la creencia subconsciente en la realidad separada y permanente de todas las cosas que los budistas llaman ignorancia (avidya) y nosotros, dualidad.

Nuestras herramientas para ese trabajo de minería interna son las enseñanzas, la meditación y la observación aplicada en el día a día. No es fácil, pero es fascinante a su manera.

Igual que en Tindaya, si conseguimos “excavarnos” a nosotros mismos, crearemos en nosotros un espacio libre y liberador donde acoger limpiamente y sin distorsiones al mundo y a los demás. Así, en virtud de nuestro vaciamiento, ese espacio podría ser una auténtica casa para todos, desde el más humilde hasta el más poderoso en apariencia… un lugar donde todos puedan sentirse bienvenidos por igual y reconciliarse con su dimensión humana común. ¡Qué bien se estaría ahí!

Pero hay más, porque esta conexión con el concepto de espacio compartido nos lleva, dando un rodeo inesperado, a la antigua China. Hay un vínculo muy interesante entre estas ideas de Chillida y el idioma chino –un ejemplo quizá del tipo de encuentro intuitivo, aunque virtual, que él quería ofrecer a sus hermanos humanos.

Me pregunto si Chillida tenía conocimiento del carácter chino , zhái, “residencia”, que muestra paralelismos insospechados con su proyecto de Tindaya.

Para empezar, según el estilo caligráfico que se use para escribirlo, zhái puede recordar algunos grabados del artista vasco, como en el segundo de estos ejemplos:
Aunque no hay consenso sobre su etimología, parece que el carácter zhái se compone a su vez de los caracteres “tejado” y “brote”. Es una hermosa interpretación del concepto de hogar: un tejado bajo el que se pueden echar raíces y crecer hacia la luz.

El espacio de Tindaya estaría abierto a la luz del Sol y de la Luna, símbolos ancestrales de los principios masculino y femenino que operan en la naturaleza humana liberada. Por otra parte, en el Dao, esos principios masculino y femenino se simbolizan con el Cielo y la Tierra. Así pues, la Tierra en la que hunde sus raíces la planta de , zhái, y el Cielo hacia el que se eleva son esos mismos Sol y Luna cuya luz Chillida quería que iluminara su hueco dentro de la montaña: El gran espacio creado dentro de ella no sería visible desde fuera, pero los hombres que penetraran en su corazón verían la luz del Sol, de la Luna, dentro de una montaña volcada al mar, y al horizonte, inalcanzable, necesario, inexistente... La montaña vacía de Tindaya sería por tanto una casa donde la naturaleza humana podría crecer y unificar los principios masculino y femenino, en unidad con todo lo que existe.

Pero es que además hay otros sentidos de zhái encajan perfectamente con la intención de Chillida de crear un “lugar de encuentro de los hombres”: además de “residencia”, zhái significa “vivienda”, “casa”… y “tumba”.

¿Tumba…? ¡Pues claro! Volviendo al Dharma, para ser una residencia abierta a todos, uno primero tiene que convertirse en tumba de las identidades y la dualidad. Hay que hacerle sitio al mundo y desprenderse de lo viejo que estorba antes de abrirse a lo nuevo.

Además, este mismo carácter aparece en , zhuì zhè, que denota el cuerpo humano en sentido físico. Y, como dijo el Buda, “dentro de este cuerpo mismo, mortal como es y de apenas seis pies de largo, os declaro que están el mundo y el origen del mundo, la cesación del mundo y asimismo el camino que lleva a su cesación”. Hay liberación (o vaciamiento) porque hay cuerpo; y por esa misma razón hay encuentro con los demás.

Al final, se haga o no el proyecto de Tindaya según lo soñó Chillida, personalmente lo adopto como otra guía más en el camino del Dharma. Suena raro, y quizá mental, pero desde hoy aspiro a ser una Tindaya ambulante. Y animo a todos a convertirnos en montañas huecas para crear una gran cordillera de la verdadera naturaleza humana recuperada –un espacio abierto, libre e imparcial donde respire sin trabas este magnífico mundo de ilusiones y toda la vida que contiene.

viernes, 28 de enero de 2011

Una fantasía (sin sexo, lo siento)

A veces fantaseo con que las letras impresas de los libros no están fijas y yertas, esperando pacientemente su turno para salir a la luz en bloque.

En mi ficción, las únicas que guardan las apariencias son las de la página que esté abierta en cada momento; las demás, en la prieta clandestinidad de las hojas ya leídas o aún por leer, se sueltan la melena y se desplazan de un lado a otro, entremezclándose con sus semejantes, cuchicheando y bailoteando a oscuras en una algarabía promiscua, gozosa y anárquica… sólo para volver corriendo a su sitio y encajarse al instante en sus debidos renglones para dar una apariencia de normalidad si al lector se le ocurre inopinadamente volver atrás o adelantarse en su lectura… no vaya a ser que sospeche que las cosas no son tan ordenadas como parecen.

Es una fantasía, como digo, pero ¿cómo sabemos que no es así? En el fondo, es lo mismo que sostienen algunas escuelas de pensamiento: que el acto mismo de observar contribuye a crear esa “realidad” que creemos que estamos observando imparcialmente. No es posible observar algo sin influir en ello. Hasta que no abrimos el libro no vemos las letras, y en cada momento sólo son relevantes las letras de las páginas por las que está abierto el libro. Mientras no sean “llamadas a filas” por la mirada del lector, daría absolutamente igual que las demás no estuvieran en su puesto sino de vacaciones todo el tiempo que quisieran.

Ahondando en la idea de la entrada anterior, también los humanos somos en cierto sentido como letras que descansan en las páginas –o, más bien, dado lo incompletos que parecemos, somos trazos de las letras que forman parte de las palabras que forman parte de las frases que forman parte de los párrafos que forman parte de los capítulos que forman parte del libro completo, cuyo sentido último (en el caso de que exista) se nos escapa.

En realidad, no importa tanto qué es lo que somos exactamente, ni tampoco las dos inmensidades desconocidas que se nos abren a ambos lados como montones de páginas que, suponemos, estarán llenas de otros garabatos como nosotros: esas vastas regiones que se imaginamos al otro lado de nuestro nacimiento y de nuestra muerte.

Lo que verdaderamente importa es que ahora el libro está abierto por nuestra página. Mañana dormiremos el sueño de las letras en una página prensada contra otras páginas… sea como sea.

Ahora es nuestro momento. La vida nos está leyendo.

martes, 25 de enero de 2011

A modo de conjetura

Poco a poco, una hipótesis va tomando cuerpo en mi mente. Que nadie se moleste, alarme o escandalice, porque sólo es una hipótesis. Es más o menos así:

No hay Dios. No hay alma. No hay “vida después de la muerte”, con sus premios y castigos.

Hay un aquí y ahora, que experimentamos con nuestros cinco sentidos y nuestra mente. Eso es todo. Lo que haya “después” de esto, por decirlo de alguna manera, probablemente es lo mismo que había “antes”. ¿Quién se acuerda? ¿A quién le importa? Éste es el verdadero nudo de la cuestión, el miedo a desaparecer de nuestra identidad personal, que se aferra a la existencia aparente.

Aunque nuestra experiencia sugiera lo contrario, los humanos no somos el centro de nada, ni individual ni colectivamente. Somos una de las últimas especies que han aparecido en este planeta, donde la vida se ha estado desplegando durante eones antes de que hubiera el más mínimo rastro de los primeros homínidos.

Esa vida ha ido evolucionando formas, desde las más sencillas a las más complejas, entre las que estamos nosotros; pero esa vida también ha ido perdiendo formas, sin que eso haya puesto en peligro su capacidad de seguir generando vida –hasta ahora.

Parece por tanto como si lo importante fuese la continuidad de la vida, con independencia del destino individual de cada espécimen, o incluso de cada especie. En el curso del tiempo, todo lo que aparece está llamado a desaparecer. Como dijo Buda, “yam kinci samudaya dhammam sabbam tam nirodha dhammam”, cualquier cosa que tiene la naturaleza de surgir tiene la naturaleza de cesar.

Entonces, ¿qué hacemos aquí? ¿Para qué “sirve” un ser humano? Si miramos la evolución, vemos que la complejidad en el desarrollo de los seres ha ido de la mano con un instinto de supervivencia cada vez más amplio. Todos los seres tienen el impulso de proteger y preservar su propia vida; muchos, también el de proteger a sus crías; sólo algunos cuentan además con una fuerza para proteger al grupo; y, entre todos, únicamente el ser humano tiene la visión y la capacidad (por mucho que se haya atrofiado) de proteger además al medio ambiente que sustenta toda la vida.

Si contemplamos este proceso de creciente complejidad de la vida y eliminamos la noción de un dios creador personal, no es difícil ver entonces al ser humano como un órgano interno” de la fuerza de la vida, un hallazgo evolutivo que le permite cuidar de sí misma y promover su propia supervivencia –un órgano afectado ahora por una ilusión óptica que le hace sentirse el centro del universo, pero con su potencial intacto (aunque quizá no para siempre, visto el rumbo que llevamos).

La función del ser humano no sería otra que usar su cuerpo y mente con recta atención y recta energía, permitir su integración con el mundo natural, y actuar en favor de la supervivencia de todo tipo de vida, preservando la mayor diversidad posible para aumentar así las opciones de supervivencia en caso de que haya una catástrofe imprevista.

Esto supondría, en efecto, ser todos como Noé, cada uno a su manera; en esencia, ser vida que se consuma perpetuándose a sí misma. Parece un destino sublime, imbatible… ¿Qué más hace falta?

Ahora que tantos andan con sus buenos propósitos para el año nuevo, este es mi manifiesto de esperanza paralelo, con el deseo de que la práctica y la experiencia confirmen esta hipótesis en beneficio de todos los seres, o bien la refuten y sustituyan por otra mejor.

miércoles, 12 de enero de 2011

Las Dos Verdades


Traducido de la web www.mahabodhisunyata.us:

¿Recuerdas la historia del rey Midas?

“Midas, rey de Lidia, se hinchó de orgullo al principio cuando se dio cuenta de que podía transformar todo lo que tocaba en oro; pero cuando vio que su comida se quedaba rígida y su bebida se solidificaba en forma de hielo dorado, comprendió que su don era una ruina y, lleno de aversión al oro, maldijo su plegaria”.

Ahora imagina que tú (y todos los demás, excepto los que han despertado) sufres de una condición similar –solo que en tu caso no conviertes en oro las cosas de “ahí fuera” al tocarlas… Conviertes las ilusiones que hay en tu mente en delusiones al darles Nombre y Forma y creer que son reales. Estas delusiones quizá no parezcan tan amenazadoras para la vida como el don del rey Midas, pero son la raíz del sufrimiento y de todas las calamidades que salen de ahí.

Ahora bien, es importante tener presente que, con independencia de lo que ocurra dentro de tu cabeza, lo que está “ahí fuera” no cambia en respuesta a tus pensamientos. Sigue siendo la misma masa vacía, unitaria y cambiante (la podemos llamar energía, si quieres), ya sea que la tomes por ilusión o, por el contrario, creas que es sustancial, separada y duradera.

El problema con cualquier enseñanza es que, al usar Nombre y Forma para explicar cómo funcionan las cosas, corremos el riesgo de “contaminarlas” con la delusión de la existencia separada que a menudo va asociada con los nombres y las formas. No obstante, una vez más, esta “contaminación” solo ocurre dentro de nuestras mentes, no “ahí fuera”, en el mundo del samsara, que permanece básicamente igual, sin verse afectado.

¿Qué hizo el Buda (y Nagarjuna* también) para sortear este dilema, que es un obstáculo común en el camino espiritual? Emplear una expresión como “ni existencia ni no-existencia”. Ambos reconocían dos niveles de verdad (es decir, dos niveles de experiencia humana): el provisional y el definitivo. Sin embargo, eso no quiere decir que reconocieran dos niveles de realidad o existencia. No hay tal cosa como una existencia convencional por un lado y una existencia definitiva por otro; sólo hay algo que se puede llamar “ni existencia ni no-existencia”. De hecho, incluso llamarlo “algo” puede que sea excesivo, pero si no usamos palabras la comunicación se viene abajo, así que tenemos que apañarnos con la mínima cognición y verbalización posibles.

Ten cuidado de no confundir las dos verdades (que no son más que una herramienta para que entiendas lo que sucede dentro de tu mente) con dos realidades separadas. Si lo haces, caes sin darte cuenta en la trampa de la dualidad al exportar las delusiones de tu mente y proyectarlas sobre el mundo de “ahí fuera”.

Recuerda: solo hay “lo que hay”, llámalo como quieras, pero la mente humana puede experimentarlo como una ilusión natural y correcta (el samsara) o bien como una delusión contaminada (el samsara manchado). La elección es nuestra.

Todo es una ilusión, incluso la mente que aparentemente percibe la ilusión, y lo más que podemos acercarnos a experimentar su verdadera naturaleza, por así decir, es a través del despertar –que, si recuerdas las enseñanzas, ocurre de forma subliminal en el hemisferio derecho del cerebro y luego también se contamina en cuanto se convierte en objeto de la conciencia en el izquierdo.

Así pues, una vez más, no le concedas una realidad artificial a las explicaciones verbales que uso sólo para ayudarte a entender mejor cómo funcionan las ilusiones del samsara, que son naturales y correctas. No podemos escapar de la ilusión mientras vivamos en este cuerpo-mente humano, con su limitado aparato sensorial; pero podemos experimentar esta ilusión como algo correcto y natural, que promueve la vida en armonía y equilibrio, o bien como algo manchado y torcido, que daña la fuerza de vida natural dentro de uno mismo y de todos los seres vivos.

Por favor, esfuérzate en entenderlo; no es ninguna tontería. Todo es ilusión, desde luego, pero puede ser una ilusión magnífica y grandiosa, en unión con todos los aparentes seres vivos del universo. La elección está en tus manos… y en tu mente.

*A Nāgārjuna (c. 150–250 d.C.) se le puede considerar el pensador budista indio más influyente después de Gautama Buda. Fundó la escuela del Madhyamaka (camino medio) del budismo Mahāyāna (gran vehículo). Fue el primero en proponer la doctrina de las dos verdades, ejerció como abad de la famosa universidad budista de Nalanda y se le atribuyen las exposiciones más elocuentes de la doctrina de la vacuidad (śūnyatāvada). Los escritos de Nāgārjuna ejercieron gran influencia no solo en el desarrollo del pensamiento Mahāyāna sino también a la hora de impulsar ciertas respuestas hindúes al budismo (en particular, desde la escuela Advaita). Además, las ideas de Nāgārjuna dieron pie al nacimiento en China de la escuela de los tres tratados (Sanlun).

jueves, 6 de enero de 2011

Siete Flechas (y 5)


Los Nombres


Habéis aprendido que los Nombres siempre tenían un significado simbólico entre el Pueblo, y que eran los Reflejos de las Medicinas individuales del Pueblo. En Siete Flechas conoceréis a muchas Personas diferentes. Sus nombres os dirán mucho sobre ellos. Os hablarán de sus Medicinas, y de sus Maneras de Percibir.
            Uno de estos Reflejos que os encontraréis es Mujer de Día. Traducido a la lengua del Pueblo, Mujer de Día quiere decir Mujer del Sol, o de la Verdad. Este Nombre también es el Signo de la Danza del Sol, o la Búsqueda de la Armonía.
            Os encontraréis también con una persona que se llama Halcón. El Halcón es el Hermano Pequeño del Águila. El Signo de Medicina de esta persona indica que nació con el Regalo de Ver tanto a Distancia como de Cerca. Por supuesto, esto hay que entenderlo de forma simbólica más que literalmente. El Regalo de Halcón era la habilidad de percibir con claridad y amplitud las cosas de la Mente, el Corazón y del Camino del Pueblo, el Camino de la Danza del Sol. Halcón Rojo era el Color de este hombre. El Rojo simboliza el Fuego. El Fuego representa el Espíritu Vivo del Pueblo, y también revela que Halcón Percibe con la Iluminación del Este Dorado.
            Dentro de la historia de Siete Flechas también se explica el Nombre y la Manera de Percibir de Oso de Noche. A medida que vayáis aprendiendo estas cosas, quizás podáis encontrar vuestros propios nombres.


Las Historias


Hay muchas historias antiguas que se relatan en Siete Flechas. Estas historias se usaban entre el Pueblo para Enseñar el significado del Camino de la Danza del Sol. Eran en sí mismas una Manera de Comprensión entre el Pueblo, y también entre Pueblos distintos. Como el Pueblo no tenía una lengua escrita, estas Historias se memorizaban y se transmitían de generación en generación.
            Las Historias tratan de animales y de personas. Encontraréis Historias de Ratones, Lobos, Mapaches, Nutrias y Búfalos. Estas historias son alegóricas casi por entero, y todo su contenido debería leerse de forma simbólica. Cada historia puede desplegarse para vosotros mediante vuestras propias Medicinas, Reflexiones y Búsquedas. A medida que hagáis esto, aprenderéis a ver a través de los Ojos de vuestros Hermanos y Hermanas, y a compartir sus Percepciones.
            Preguntar es uno de los métodos más importantes para comprender estas Historias, que os Enseñarán sobre el Camino de la Danza del Sol. Cuando preguntáis, la Rueda de la Medicina gira por vosotros. De esta manera, estas Historias son Maestros mágicos. Son Flores de Verdad cuyos pétalos el Buscador puede desplegar sin fin.
            Estas Historias están pensadas para ser contadas, no escritas. De esa forma, los Maestros, ya hablaran con palabras o con lenguaje de signos, podían impartir sus inflexiones a palabras especiales para reflejar su contenido simbólico. Por ejemplo, la palabra “año” contiene muchos sentidos distintos. Refleja el concepto de un ciclo, que se representa simbólicamente mediante un círculo, que a su vez representa la Rueda de la Medicina y el Universo. De igual manera, la palabra “camino” puede significar sendero o dirección, pero también puede designar una filosofía de vida completa, una religión o una Manera de Percibir.
            En Siete Flechas, y en especial en las Historias antiguas, las palabras que el Narrador habría recalcado van en mayúscula. Estas palabras son Maestros simbólicos, y es muy importante que os acerquéis a ellas de manera simbólica más que literal. Estas palabras en mayúscula pueden parecer inconsistentes a veces, pero que esto no os confunda. Al Coyote se le conoce entre el Pueblo como un tramposo amable, y su Camino es parte del Aprendizaje de la Danza del Sol.
            Quiero que vosotros, mis Hermanos y Hermanas, sepáis que yo también estoy aún aprendiendo sobre el Camino del Pueblo. La Comprensión de este Camino no se encuentra sólo mediante la memorización de Historias y Símbolos. Es Algo Vivo y Creciente que proviene del Tocar y Experimentar dentro de cada una de las Cuatro Grandes Direcciones.
            La misma Danza del Sol es Algo Vivo. Siempre está Creciendo y Girando dentro del Pueblo. No se ha de aprender estudiando rituales o tradiciones arcaicas, sino mediante la Búsqueda del Entendimiento y dejando luego que Crezca dentro de vuestro propio Corazón y Mente. Dentro de Siete Flechas hay muchas Historias antiguas que me enseñaron mis Padres y Abuelos. Pero también hay Historias nuevas que he escrito a partir de mi propia Comprensión y Experiencia. Están ahí como Enseñanzas de las que podéis Aprender, y sobre las que podéis Construir a vuestra propia Manera. A este Girar y Crecer se le llama la Construcción del Arco del Trueno.
            El mismo Siete Flechas, desde el principio hasta el fin es una Historia de Enseñanza. Es una Historia del Camino de la Danza del Sol, construida de la misma manera en que me enseñaron mis Padres a contar Historias. Es una Rueda de la Medicina completa en sí misma. Leed el libro con un amigo, una esposa o alguien a quien queráis o, aún mejor, con niños. Tú también eres una Rueda de la Medicina, y la magia de tu Percibir se desplegará.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Siete Flechas (4)


Los Escudos


Para entender la Danza del Sol, debemos obtener primero una Comprensión de los Escudos. Mi Padre, que se llamaba Hyemeyohsts y que me dio su Nombre, fue un Constructor de Escudos y mi Maestro. Hyemeyohsts me enseñó la creación de muchos Escudos Personales. También me enseñó la construcción, el Pintado y los Caminos de Medicina de los otros Escudos: los Escudos de los Hombres, los Escudos de las Mujeres, los Escudos de los Niños, los Escudos de la Paz, y los Escudos Sagrados. Ese fue el Regalo que me dio Hyemeyohsts, igual que había sido su Regalo de parte de sus Padres y del Poder de la Medicina, el Gran Espíritu. Es el Regalo de Miaheyyun a todos nosotros, para que juntos podamos aprender y convertirnos en Danzarines del Sol.
            En un principio, había Doce Escudos Sagrados. En la época de la Renovación anual se reunían estos Doce Escudos y se les colocaba entre las Doce Barras Bifurcadas que forman el círculo exterior de la Tienda de la Danza del Sol, el Hogar del Pueblo. Pero estos Doce Escudos Sagrados no se juntaban nunca excepto en la época de la Renovación. Nunca estaban al cuidado de una sola Tribu, sino que se pasaban de un Pueblo a otro.
            Si un hombre o una mujer aspiraban a recibir un gran honor en su vida, podían intentar convertirse en Guardián de uno de estos Escudos Sagrados. En ningún momento podía haber más de Doce de estos Guardianes de los Escudos de Luz. Estas personas eran las más poderosas y respetadas entre el Pueblo. Eran los Sanadores, los Adivinos y los Maestros. Eran ellos los que llevaban los Escudos Sagrados de campamento a campamento y de Tribu a Tribu. Una vez le pregunté a mi Padre, Hyemeyohsts, por estos Escudos. Me contestó, “Sobre la Tierra hay Doce Grandes Tribus. Dos de esos Pueblos son el Pueblo Indio. Los otros Diez son los Otros Pueblos de la Tierra. Estos Doce Pueblos son los Escudos Sagrados”.
            Los Escudos de los Jefes se relacionan con los Escudos Sagrados, en cuanto que cada uno cuenta parte de la historia de los Escudos Sagrados. Hay Cuarenta y Cuatro de estos Escudos de los Jefes. Como los Jefes eran Jefes de Paz, y como sus Escudos se utilizaban para Enseñar sobre los Escudos Sagrados y el Camino de la Danza del Sol, a esos Escudos se les conocía también como Escudos de Paz o Escudos de Enseñanza.
            Entre el Pueblo, toda persona poseía un Escudo de una u otra clase. Una de las cosas más importantes que hay que entender sobre estos Escudos es que nunca tuvieron el propósito de servir como protección física en la batalla. No estaban hechos para desviar flechas ni balas, ni para que las personas se escondieran detrás de ellos. Por lo general, eran demasiado finos y frágiles para eso. A veces estaban hechos con las duras pieles de osos o búfalos, pero más a menudo sólo estaban recubiertos con suaves pieles de ciervos, antílopes, coyotes, nutrias, comadrejas e incluso ratones. Luego se les colgaban plumas, bolsas de cedro, borlas de pelo animal, y muchas otras cosas. También se les pintaban varias figuras simbólicas.
            En el caso de los Escudos Personales, todas estas cosas diferentes representaban las Medicinas individuales y los Signos del Clan de los hombres que los llevaban. Estos Signos anunciaban quién era el hombre, qué intentaba ser, y cuáles eran sus amores, miedos y sueños. Casi todo lo concerniente a él estaba escrito allí, reflejado en el Espejo de su Escudo.
            Los Escudos Personales de los Hombres se fabricaban por primera vez y se les entregaban tras su Búsqueda de la Visión. A su vuelta de la Búsqueda, les contaban sus experiencias a cuatro Padres Espirituales escogidos. A veces, estas experiencias podían incluir visiones auténticas, pero más a menudo el Buscador tenía simplemente experiencias y pensamientos normales. Entonces, sus Padres interpretaban estas experiencias, fueran las que fueran, en términos de lo que reflejaban sobre el carácter y las Medicinas del Buscador. Luego, le daban un Nombre que representaba simbólicamente estas cosas, y le hacían un Escudo que reflejaba visualmente estos mismos significados simbólicos.
            Estos Escudos los llevaban los Hombres entre el Pueblo para que cualquiera que se los encontrara pudiera conocerlos. Incluso cuando descansaban en sus tiendas, los Escudos se quedaban fuera donde todos pudieran verlos. Podían estar colgados junto a la puerta de la tienda, o arriba cerca de la salida del humo, o en un trípode junto a la tienda, según el Camino de Medicina de cada persona. Pero siempre se les dejaba fuera, donde el Pueblo podía verlos y aprender de ellos.
            Las mujeres también llevaban los Signos de Medicina de manera que se los viera, por lo común en forma de dibujos simbólicos hechos con agujas de puercoespín o cuentas en sus vestidos o cinturones. El Cinturón de la Mujer solía ser el más importante de sus Escudos. A menudo era su único Escudo, ya que no todos los Pueblos tenían Escudos de Vestido y de Cinturón a la vez. Estos Cinturones tenían un diseño enteramente simbólico. Normalmente, contenían los símbolos de las Sociedades de Hermandad entre las que vivían las mujeres, como la Sociedades del Cachorro de Zorro, de la Pezuña Temblorosa, del Perro Loco, del Coyote o de la Lanza Pintada. A estos Signos se les añadían los de la Familia Espiritual de la mujer, su familia de sangre, y los de sus Medicinas personales, o su Nombre.
            A los parientes del Clan Espiritual de la mujer se les llamaba sus Padres del Clan, Madres del Clan, Tíos del Clan, y Hermanos y Hermanas del Clan. Era con estas personas con quienes tenía los lazos y responsabilidades más estrechas. Sus Padres, Madres y Tíos del Clan devolvían estas responsabilidades de manera recíproca a sus Hijos Espirituales. Por este motivo, los matrimonios entre los distintos Pueblos llevaron a que la tradición de los Escudos se difundiera a lo largo y ancho. La Hermandad de los Escudos creció y se hizo muy fuerte entre el Pueblo. Fue una época de gran paz y Renovación Espiritual. Fue la época de la Rueda de la Medicina, la Danza del Sol.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Siete Flechas (3)

Seguimos con Siete Flechas y su noción de los cuatro grandes poderes.

A los que conozcan la los cuatro temperamentos humanos que se emplean como herramienta en el Dharma les sonarán varios de los rasgos que se mencionan aquí, aunque los indios desde luego ofrecen una visión más amable que el antiguo pensamiento védico de los gunas y su versión budista de bestias salvajes, fantasmas hambrientos, demonios de confusión y delusión… hasta los denostados icchantikas. Son dos ángulos algo distintos para entender y explicar una misma cosa: la naturaleza humana, y qué es lo mejor que podemos hacer con ella.


Los Poderes

Entre el Pueblo, la primera Enseñanza de los niños es la de los Cuatro Grandes Poderes de la Rueda de la Medicina.

Al Norte de la Rueda de la Medicina se encuentra la Sabiduría. El Color de la Sabiduría del Norte es el Blanco y el Animal de Medicina es el Búfalo. El Sur se representa con el Signo del Ratón, y su Color de Medicina es el Verde. El Sur es el lugar de la Inocencia y la Confianza, y para percibir de cerca la naturaleza del corazón. Al Oeste esta el Signo del Oso. El Oeste es el lugar de Mirar-Hacia-Dentro, que habla de la naturaleza introspectiva del hombre. El Color de este Lugar es el Negro. El Este está marcado por el Signo del Águila. Es el Lugar de la Iluminación, donde podemos ver las cosas con claridad y amplitud y a distancia. Su Color es el Dorado del Lucero Matutino.
           
Al nacer, a cada uno de nosotros se le da un Lugar Inicial particular de entre las Cuatro Grandes Direcciones de la Rueda de la Medicina. Este Lugar Inicial nos da nuestra primera manera de percibir las cosas, que se convertirá en la manera más fácil y natural durante toda nuestra vida.
           
Pero cualquier persona que perciba desde una sola de estas Cuatro Grandes Direcciones no será nada más que un hombre parcial. Por ejemplo, un hombre que sólo posea el Regalo del Norte será sabio. Pero será un hombre frío, un hombre sin sentimientos. Y el hombre que viva sólo en el Este tendrá la visión clara y penetrante del águila, pero nunca estará cerca de las cosas. Este hombre se sentirá separado, elevado sobre la vida, y nunca entenderá ni creerá que algo le pueda tocar.
           
Un hombre o mujer que perciba sólo desde el Oeste rumiará el mismo pensamiento en su mente una y otra vez, y estará siempre indeciso. Y si una persona tiene sólo el Regalo del Sur, verá todo con los ojos de un Ratón. Estará demasiado cerca del suelo y será demasiado corto de vista para ver nada que no esté justo delante de él, tocándole los bigotes.
           
Hay mucha gente que tiene dos o tres de estos Regalos, pero esta gente aún no está Completa. Un hombre puede ser una persona Oso del Este, o una persona Águila del Sur. El primero de ellos tendría el Regalo de ver Introspectivamente dentro de la Iluminación, pero le faltarían los Regalos del Tocar y la Sabiduría. El segundo podría ver con claridad y lejos, como el Águila, y con Confianza e Inocencia. Pero aún no sabría de las cosas del Norte, ni del Lugar del Mirar-Hacia-Dentro.
           
De la misma manera, una persona también puede ser un Oso Dorado del Norte, o un Águila Negra del Sur. Pero ninguna de estas personas estaría aún Completa. Una vez que cada uno de nosotros ha aprendido sobre nuestro Regalo Inicial, nuestro Primer Lugar en la Rueda de la Medicina, debemos Crecer mediante la Búsqueda del Entendimiento en cada uno de los Cuatro Grandes Caminos. Sólo de esta manera podemos convertirnos en seres Plenos, capaces de Equilibrio y Decisión en lo que hacemos. Siete Flechas habla de este Crecimiento y Búsqueda.

El Tocar

Tocar y Sentir equivalen a Experimentar. Mucha gente pasa toda su vida sin Tocar ni Ser Tocados en realidad por nada. Esta gente vive en un mundo de mente e imaginación que a veces les lleva al gozo, a las lágrimas, a la alegría o al pesar. Pero esta gente nunca Toca de verdad. No viven ni se vuelven uno con la vida.
           
El Danzarín del Sol sostiene que cada persona es una Rueda de la Medicina Viva y única, más poderosa de lo que podáis imaginar, que se ha visto limitada y colocada en esta tierra para Tocar, Experimentar y Aprender. Los Seis Abuelos me enseñaron que todo hombre, mujer, y niño ha sido una vez un Poder Vivo que existía en algún lugar del tiempo y el espacio. Estos Poderes no tenían forma, pero sí conciencia. Estaban vivos.
           
Cada Poder poseía energía y belleza sin límites. Estas Ruedas de la Medicina Vivas eran capaces de casi cualquier cosa. Eran bellas y perfectas en todos los sentidos excepto en uno. No tenían comprensión alguna de los límites ni experiencia de la sustancia. Estos Seres eran energía total de la Mente, sin Cuerpo ni Corazón. Se les colocó sobre esta tierra para que pudieran Aprender las cosas del Corazón a través del Tocar.
           
Según los Maestros, sólo hay una cosa que todas las personas posean por igual. Es su soledad. No hay dos personas sobre la faz de esta tierra que se parezcan en nada, más que en su soledad. Esta es la causa de nuestro Crecimiento, pero también es la causa de nuestras guerras. El amor, el odio, la codicia y la generosidad, todos tienen sus raíces en nuestra soledad, en nuestro deseo de que nos necesiten y nos quieran.
           
La única manera en que podemos superar nuestra soledad es mediante el Tocar. Sólo de esta manera podemos aprender a ser Seres Totales. Dios es la presencia de esta Totalidad. Heamavihio, el Aliento de la Sabiduría, y Miaheyyun, el Entendimiento Total, son sólo dos de las palabras de la lengua cheyenne que expresan esta Plenitud.

Las Medicinas

Esto nos devuelve a las Medicinas. Cada uno de nosotros tiene como Medicina personal un reflejo animal particular. Las características de este reflejo se determinan por la naturaleza del propio animal, y también por la localización de nuestro Lugar Inicial individual en la Rueda de la Medicina. Estas dos cosas, nuestro Animal Medicina y nuestro Lugar Inicial en la Rueda de la Medicina, constituyen el Regalo Inicial que cada uno de nosotros recibe de Miaheyyun.
           
Por ejemplo, hay un Pueblo Águila, un Pueblo Alce, un Pueblo Oso, un Pueblo Lobo, un Pueblo Faisán, un Pueblo Castor, un Pueblo Búfalo, un Pueblo Ratón, un Pueblo Roca, un Pueblo Nube, y tantos tipos de Pueblo como tipos de seres vivos hay en esta tierra. Y dentro de cada uno de estos distintos tipos de Pueblo, se dan las otras diferencias de las Cuatro Grandes Direcciones. Así, una Persona Alce podría nacer como un Alce Blanco del Norte, un Alce Verde del Sur, un Alce Negro del Oeste o un Alce Amarillo del Este, según la Dirección de su Regalo Inicial.
           
Me sería imposible hablaros aquí de todas las diferentes Medicinas, pero os hablaré de una de ellas, del Ratón. Los Ratones viven toda su vida cerca del suelo, construyendo sus nidos y recolectando su alimento entre las raíces de las altas hierbas y arbustos de la pradera. Por este motivo, los Ratones nunca ven las cosas de lejos. Todo lo que ven está siempre enfrente de ellos, donde lo pueden olisquear con sus narices y Tocarlo con sus bigotes. Sus vidas pasan entre el Tocar las cosas de esta manera, y reunir semillas y bayas para comer.
           
Pero como en realidad estamos hablando de personas, hay que entender las Medicinas dentro de los Caminos del Pueblo. Una Persona Ratón sería alguien que vería todo de cerca, y cuya visión estaría limitada al mundo inmediato que le rodea. Sería un recolector de cosas. Podría reunir hechos, información, objetos materiales, o incluso ideas. Pero como no podría ver a suficiente distancia como para conectar su mundo con el de la gran pradera del mundo circundante, nunca sería capaz de usar o entender todo lo que veía y recogía.
           
Si una Persona Ratón naciera en el Norte, su Regalo Inicial sería el Regalo de la Mente. Su Nombre podría ser Ratón Blanco. Sería una Persona Ratón sabia, pero aún no estaría Completo. Para volverse Pleno, primero tendría que ir al Sur, el Lugar del Corazón, y hallar el Matrimonio de este Regalo con su Regalo Inicial. Luego tendría que visitar y tener relaciones con las cosas del Este, la Iluminación, y viajar al lugar de Mirar-Hacia-Dentro del Oeste. Podría Crecer y convertirse en una Persona Plena sólo si hiciera todas estas cosas, que le darían una comprensión de su propia Naturaleza.
           
De esta manera se haría capaz de tomar sus decisiones dentro del Equilibrio de las Cuatro Direcciones. Una persona con el Regalo Inicial de la Mente debería intentar incluir siempre al Corazón en sus decisiones. Cuando lo hace así, empieza a girar en la Rueda de la Medicina. Un hombre puede vivir su vida entera sin jamás encontrar nada más que lo que ya estaba dentro de él como su Regalo Inicial, pero si desea Crecer debe convertirse en un Buscador y Buscar por sí mismo los otros Caminos.
           
Una vez que hayas hecho esto tú mismo, y cuando hayas llegado a una Comprensión plena de las distintas Medicinas del hombre, nunca más te sentirás sorprendido o amenazado por las acciones de tus Hermanos y Hermanas. Esta Comprensión se encierra en el significado de los Escudos que llevaba el Pueblo, que eran Espejos de sus Medicinas.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Siete Flechas (2)

El Círculo

Querido Lector:

Si tú y yo estuviéramos sentados en un círculo de personas en la pradera, y si yo entonces colocara un tambor pintado o una pluma de águila en el centro de este círculo, cada uno de nosotros percibiría estos objetos de manera diferente. Nuestra visión de ellos variaría de acuerdo con nuestras posiciones respectivas dentro del círculo, y cada una de ellas sería única.
Nuestras percepciones particulares de esos objetos dependerían también de mucho más que sólo las distintas posiciones desde las que los contempláramos. Por ejemplo, uno o varios de nosotros podría sufrir de daltonismo, o de miopía. Cualquiera de estas dos diferencias físicas influiría en nuestra percepción de los objetos.
Hay nivel sobre nivel de perspectivas que debemos tener en cuenta cuando intentamos comprender nuestra percepción individual de las cosas, o cuando intentamos ponerlas en relación con las de nuestros hermanos y hermanas. Todas y cada una de nuestras experiencias previas en la vida afectarán de alguna manera la perspectiva mental desde la que vemos nuestro entorno.
Por ese motivo, un objeto o acontecimiento particular puede parecerte temible a ti a la vez que a mí me da gusto o le parece absolutamente indiferente a un tercero. Todo lo que percibimos estimula nuestra imaginación individual de maneras diversas, lo que a su vez nos lleva a crear unas interpretaciones únicas de ellos. El amor, el odio, el miedo, la confusión, la alegría, la envidia, y todas las demás emociones que sentimos, actúan sobre nosotros y pintan nuestra percepción de las cosas de distintos colores.
Si el objeto que colocase dentro del círculo fuese una abstracción, como una idea, un sentimiento, o una filosofía, nuestras percepciones serían aún más complicadas que si el objeto fuera algo tangible. Y más aún, el número de percepciones distintas de ello aumentaría a medida que más y más gente se añadiera al círculo. La percepción de cualquier objeto, ya sea tangible o abstracto, se convierte en último término en algo mil veces más complicado siempre que se contempla desde el círculo del conjunto de un Pueblo entero. La comprensión de esta verdad es la primera lección de la Rueda de la Medicina, y es una parte vital de la Enseñanza de la Danza del Sol.


La Rueda de la Medicina


En varios sentidos, la Rueda de la Medicina puede entenderse mejor si la concibes como un espejo en el que todo se refleja. “El Universo es el Espejo del Pueblo”, nos dicen los viejos Maestros, “y cada persona es un Espejo para todas las demás personas”.
            Cualquier idea, persona u objeto puede ser una Rueda de la Medicina, un Espejo, para el hombre. La flor más diminuta puede ser uno de estos Espejos, como lo puede ser un lobo, un cuento, un toque, una religión o la cumbre de una montaña. Por ejemplo, una persona sola de noche en la cumbre de una montaña puede sentir miedo. Otra podría sentirse tranquila y en paz. Y una tercera podría sentirse sola, y una cuarta podría no sentir nada en absoluto. En cada caso la cumbre sería la misma, pero sería percibida de maneras diversas al reflejar los sentimientos de las distintas personas que la experimentaban. Este libro, Siete Flechas, es uno de estos Espejos. Es una Rueda de la Medicina, al igual que lo eres tú.
            Aquí tenéis un dibujo de una Rueda de la Medicina sencilla [dos círculos concéntricos hechos con piedras y conectados entre sí por cuatro líneas en cruz, también hechas con piedras]. Entre el Pueblo, los Maestros solían construirlos con pequeñas piedras o cantos, que colocaban de esta manera en el suelo ante ellos.
            Cada una de estas pequeñas piedras de la Rueda de la Medicina representa una de las muchas cosas del Universo. Una te representa a ti, y otra me representa a mí. Otras encierran en sí a nuestras madres, padres, hermanas, hermanos y a nuestros amigos. Hay otras que simbolizan halcones, búfalos, alces y lobos. También hay piedras que representan religiones, gobiernos, filosofías, incluso naciones enteras. Todas las cosas están contenidas en la Rueda de la Medicina, y dentro de ella todas son iguales. La Rueda de la Medicina es el Universo Total.
            Nuestros Maestros nos dicen que todo lo que está dentro de esta Rueda del Universo sabe de su Armonía con todas las demás cosas, y todos saben cómo Regalar el uno al otro, excepto el hombre. De todas las criaturas del Universo, nosotros somos los únicos que no empezamos nuestras vidas con el conocimiento de esta gran Armonía.
            Todas las cosas de la Rueda del Universo tienen espíritu y vida, incluidos los ríos, las rocas, la tierra, el cielo, las plantas y los animales. Pero sólo el hombre, de todas las Criaturas de la Rueda, es un determinador. Nuestro espíritu determinador sólo puede completarse mediante el conocimiento de nuestra armonía con todos nuestros hermanos y hermanas, y con todos los demás espíritus del Universo. Para conseguir esto debemos aprender a buscar y a percibir. Tenemos que hacer esto para encontrar nuestro lugar en la Rueda de la Medicina. Para encontrar nuestro sitio debemos aprender a Regalar.
            La Búsqueda de la Visión, o búsqueda de la percepción, es la manera en que debemos comenzar esta busca. Todos debemos seguir nuestra Búsqueda de la Visión para descubrirnos a nosotros mismos, para aprender cómo nos percibimos, y para encontrar nuestra relación con el mundo que nos rodea.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Siete Flechas (1)



A continuación traduzco el prólogo de Seven Arrows, una colección de relatos tradicionales de los indios de las praderas de Norteamérica que refleja la cosmovisión de esos pueblos, sorprendentemente cercana al Dharma en cuestiones como la de los temperamentos humanos. Mantengo las mayúsculas de acuerdo con la intención del autor.

Es difícil resistirse a la impresión de que con la destrucción de estas gentes y sus modos de vida todos salimos perdiendo en un sentido más allá del puramente material.

Estáis a punto de iniciar una aventura del Pueblo, el Pueblo de los Indios de las Praderas. Probablemente sólo conozcáis a este Pueblo por los nombres del hombre blanco, como los Cheyenne, los Cuervo y los Sioux. Aquí aprenderéis a conocerlos como de verdad se les conocía entre el Pueblo, como los Flechas Pintadas, los Pequeña Águila Negra y los Hermanos. 
            
La historia de este Pueblo tiene en su centro y a su alrededor la historia de la Rueda de la Medicina. La Rueda de la Medicina es el mismo Modo de Vida del Pueblo. Es un Entendimiento del Universo. Es el Camino entregado a los Jefes de la Paz, nuestros Maestros, y por ellos a nosotros. La Rueda de la Medicina es todo lo del Pueblo.
            
La Rueda de la Medicina es la Llama Viva de los Hogares, y el Gran Escudo de la Verdad escrito en el Signo del Agua. Es el Corazón y la Mente. Es la Canción de la Tierra. Es el Fuego de las Estrellas y el Escudo Pintado que sólo se ve en los Ojos de los Niños. Es la Pipa Roja del Regalo del Búfalo que se fuma en las Montañas Sagradas, y es las Cuatro Flechas del Hogar del Pueblo. Es nuestra Danza del Sol.
            
El Camino de la Rueda de la Medicina comienza con el Tocarse de nuestros Hermanos y Hermanas. Luego, nos habla del Tocarse del mundo que nos rodea, los animales, árboles, hierbas y todas las demás cosas vivas. Por último, nos Enseña a Cantar la Canción del Mundo, y de esta Manera a convertirnos en un Pueblo Pleno.
            
Venid y sentaos conmigo, y fumemos la Pipa de la Paz con Entendimiento. Toquémonos. Seamos un Regalo el uno para el otro, como lo es el Búfalo. Seamos Carne para Alimentarnos el uno al otro, para que todos podamos Crecer. Sentaos aquí conmigo, cada uno de vosotros tal y como sois en vuestra propia Percepción de vosotros mismos, como Ratón, Lobo, Coyote, Comadreja, Zorro o Pájaro de la Pradera. Dejad que Vea con vuestros Ojos. Enseñémonos los unos a los otros aquí, en este Gran Hogar del Pueblo, esta Danza del Sol, sobre cada uno de los Caminos de esta Gran Rueda de la Medicina, nuestra Tierra.

lunes, 15 de noviembre de 2010

¡AbracaDharma!

Ayer hice un experimento curioso: el paseo por el bosque con los perros se convirtió en un paseo por la vacuidad, unidad, impermanencia y clara comprensión que están latentes dentro de mi mente, con fogonazos ocasionales de la fuerza de la vida.

Es decir, salí a dar una vuelta por un bosque que no existe… caminando con un cuerpo y mente que tampoco existen sino que son parte de una totalidad que aún no percibo del todo (aunque intelectualmente sé que está ahí)… con un par de perros que podrían representar los principios masculino y femenino (excepto que en este caso la hembra es mucho más activa que el macho)… dándome cuenta de los cambios ocurridos desde mi último paseo, sobre todo los nuevos árboles derribados por el viento y los destrozos que han hecho los jabalís en el sendero en busca de raíces… y, de vez en cuando, sorprendiéndome con la visión de alguna seta desconocida o de alguna acacia que destacaba entre la espesura con sus colores otoñales… sabiendo todo el tiempo que todo ello era una invención que se iba desplegando en mi mente, completa con la ilusión del tiempo. Incluso mi comprensión de la ilusión era parte de la ilusión.

Shanjiàn: Lo bueno de todo esto es que la comprensión de la ilusión no corta la ilusión y genera un bienestar que permite que la ilusión de belleza también se conozca con bienestar... La respuesta fisiológica normalmente es una sonrisa automática y un paso ligero.

Al final, todo el proceso era tan circular que la situación me pareció cómica sin remedio. Y eso me recordó a algo que le ocurrió a un antiguo amigo, que tenía un loro y varios perros en su casa. Una mañana, al levantarse, vio que la jaula estaba tirada en el suelo y que el loro había desaparecido; sólo quedaba el pico. La conclusión más evidente era que los perros se lo habían zampado; en cambio, él prefirió pensar que el loro se había devorado a sí mismo… dejando tras de sí lo único que no pudo engullir. ¿Verdadero? No sé, no sé; pero más poético sí, sin duda.

Shanjiàn: Muy bonito, pero con una sonrisa pregunto ¿cuál habría sido su conclusión si todos sus perros hubiesen desaparecido y lo único que quedara fueran sus colas?

Bueno, pues esta mente ilusoria también espera que ocurra algún día ese truco supremo de la magia budista por el que se devore a sí misma… dejando a lo mejor detrás un “pico de oro” para poder contárselo a los demás… que tampoco existen.

Shanjiàn: Ahora ves que de hecho eso es lo que ocurre. Te despiertas una mañana y la identidad ha desaparecido... solo encuentras posesiones sin dueño.

A veces parece como si el Dao tuviera un sentido del humor endiablado.


miércoles, 10 de noviembre de 2010

Más Rumi

La verdad, no tengo ni idea de cómo era Rumi ni de qué es lo que dijo en realidad. Estoy totalmente en manos de su traductor al inglés. Pero de vez en cuando leo algo y de repente me parece como si lo conociera de toda la vida y como si sólo el azar de que naciéramos con setecientos años de distancia entre nosotros ha frustrado lo que podría haber sido una amistad maravillosa.

EL NÚCLEO DE LA MASCULINIDAD

El núcleo de la masculinidad no proviene
De ser varón,
Ni de la amistad con los que consuelan.

Tu anciana abuela dice, “Quizá no deberías
Ir a la escuela. Estás un poco pálido”.

Sal corriendo cuando oigas eso.
Mejor recibir las severas bofetadas de tu padre.

Tu alma corporal quiere consuelo.
El padre severo quiere claridad espiritual.

Te regaña, pero con el tiempo
Te conduce a lo abierto.

Reza por tener un instructor duro
Que te oiga y actúe y permanezca dentro de ti.

Nos hemos dedicado a acumular solaz.
Haz que tengamos miedo de cómo éramos.