jueves, 13 de noviembre de 2014

Estamos aquí: el punto azul pálido




Desde que la oí por primera vez, me ha fascinado esta reflexión del astrónomo Carl Sagan, que combina la serena sobriedad del científico con un aprecio hondamente sentido de la belleza y fragilidad de este asombroso experimento cósmico que es la vida en la Tierra. Quizá parezca un juicio severo; a mí me resulta sumamente poético, a la vez que una llamada de atención sobre el precario tesoro que tenemos entre manos... y que, de hecho, también somos, si sabemos verlo.
Aunque ya existe al menos una versión subtitulada en español YouTube, me pareció que los subtítulos no le hacían justicia al texto, así que aporto mi propia traducción con una versión más completa de las palabras de Carl Sagan:



La nave espacial estaba a gran distancia de casa. Pensé que podía ser una buena idea que, justo después de Saturno, echara una última mirada hacia nosotros. Desde Saturno, la Tierra se vería demasiado pequeña como para que el Voyager distinguiese detalle alguno. Nuestro planeta no sería más que un punto de luz, un solitario píxel, difícil de distinguir de los muchos otros puntos de luz que el Voyager vería: planetas cercanos, soles lejanos. Pero precisamente por la falta de distinción de nuestro mundo, puesta de manifiesto de esta manera, podría merecer la pena tener esa foto.
Los científicos y filósofos de la Antigüedad clásica ya entendieron correctamente que la Tierra es un mero punto en un vasto cosmos que todo lo abarca. Pero nadie la había visto nunca de esa guisa. Aquí estaba nuestra primera oportunidad –y quizá también la última para las siguientes décadas.
Así pues, aquí están: un mosaico de cuadrados colocados sobre los planetas y un surtido de estrellas más lejanas como fondo.
Por el reflejo de la luz solar en la nave, la Tierra parece asentarse en un rayo de sol, como si este pequeño mundo estuviese dotado de algún significado especial; pero eso no es más que un accidente geométrico y óptico. No hay señal de los humanos en esta foto: ni de nuestra transformación de la superficie de la Tierra, ni de nuestras máquinas, ni de nosotros mismos. Desde este mirador privilegiado, no hay rastro de nuestra obsesión por el nacionalismo. Somos demasiado pequeños. En la escala de los mundos, los humanos son intrascendentes: una delgada capa de vida en una masa remota y solitaria de roca y metal.
Piensa de nuevo en ese punto: eso es aquí, eso es nuestra casa, eso es nosotros. En él, todos los que quieres, todos los que conoces, todos aquellos de los que has oído hablar, todos los seres humanos que jamás han existido han vivido sus vidas: la suma de nuestras alegrías y sufrimientos, miles de confiadas religiones, ideologías y doctrinas económicas, todo cazador y recolector, todo héroe y cobarde, todo creador y destructor de la civilización, todo rey y campesino, toda pareja de jóvenes enamorados, toda madre y padre, niño esperanzado, inventor y explorador, todo maestro de moralidad, todo político corrupto, todo líder supremo, toda estrella mediática, todo santo y pecador de la historia de nuestra especie... vivió ahí, en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.
La Tierra es un escenario muy pequeño en el vasto teatro cósmico. Piensa en las interminables crueldades infligidas por los habitantes de un rincón de este píxel a los habitantes de algún otro rincón, que apenas se distinguen de ellos; qué frecuentes son sus malentendidos, qué ganas tienen de matarse entre sí, qué fervientes son sus odios. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores para que pudieran convertirse, gloriosa y triunfalmente, en dominadores provisionales de una fracción de un punto.
Nuestras poses, la importancia imaginaria que nos concedemos a nosotros mismos, la falsa ilusión de que ocupamos una posición de privilegio en el universo, se ven cuestionadas por este punto de luz pálida. Nuestro planeta es una manchita solitaria en la gran oscuridad cósmica que nos envuelve. En nuestro anonimato, en medio de toda esta inmensidad, no hay indicio alguno de que vaya a venir ayuda de otro lugar para salvarnos de nosotros mismos. Nos guste o no, por ahora la Tierra es donde defendemos nuestra posición.
Se ha dicho que la astronomía es una experiencia que inculca humildad y fortaleza de carácter. Quizá no haya mejor demostración de la locura de las presunciones humanas que esta imagen lejana de nuestro minúsculo mundo. Es algo que recalca nuestra responsabilidad de tratarnos con mayor amabilidad los unos a los otros, y de conservar y valorar el único hogar que jamás hemos conocido: el punto azul pálido.

Posdata: Para quien quiera profundizar en la historia de esta foto, de la que hoy (14 de febrero de 2015) se cumple un cuarto de siglo, aquí hay un enlace interesante:

http://www.elmundo.es/ciencia/2015/02/14/54ddfd9322601d98198b4571.html