sábado, 28 de mayo de 2011

El lecho de Procrustes

¿Quién era Procrustes (o Procusto)?

[Según la mitología griega] Procusto tenía su casa en las colinas, donde ofrecía posada al viajero solitario. Allí lo invitaba a tumbarse en una cama de hierro donde, mientras el viajero dormía, lo amordazaba y ataba a las cuatro esquinas del lecho. Si la víctima era alta, Procusto la acostaba en una cama corta y procedía a serrar las partes de su cuerpo que sobresalían: los pies y las manos o la cabeza. Si por el contrario era más baja, la invitaba a acostarse en una cama larga, donde también la maniataba y descoyuntaba a martillazos hasta estirarla (de aquí viene su nombre). Según otras versiones, nadie coincidía jamás con el tamaño de la cama porque ésta era secretamente regulable: Procusto la alargaba o acortaba a voluntad antes de la llegada de sus víctimas.

¿Por qué aparece esto aquí?

Porque, igual que los huéspedes del bestia de Procrustes, también el Dharma de Buda es una unidad orgánica en la que cada parte guarda relación con las demás.

Igual que el salvaje Procrustes, nosotros también tenemos una "cama" en la que queremos encajar las enseñanzas y prácticas que recibimos. Se trata de nuestra vida tal como nos hemos acostumbrado a vivirla hasta ahora, con todas nuestras demandas, exigencias, expectativas, con todo nuestro condicionamiento social y personal... y el sufrimiento que acarrea, que nos resistimos a soltar como si nos fuese la vida en ello.

Y de la misma manera que el abominable Procrustes estaba más que dispuesto a despedazar a quien cayera en sus manos y su lecho, también nosotros tenemos nuestras propias identidades, que están encantadas de ajustar el Dharma a las pacatas dimensiones de nuestra mente y la falsa vida que nos hemos montado con ella como amo y señor.

Cuidado con hacer paquetitos de consumo conveniente o fácil con el Dharma, quitando lo que no nos gusta y exagerando lo que creemos que nos favorece. No es una posesión nuestra ni un objeto de consumo. Si lo recortas como Procrustes, lo matas -no en realidad, pero sí para tu vida. Si no lo quieres, déjalo pasar, como un ciervo en el bosque.

Como decía Eduardo Chillida alterando el refrán, "mejor un pájaro volando que ciento en la mano".