La chica había venido a pedirme ayuda para abrir el
buzón de los caseros, que contenía entre otras cosas medicinas para su perro.
Hacía frío, la noche anterior había nevado con ventisca, y era posible que la
cerradura estuviera congelada.
Salí y probé con la llave que me señaló en el
llavero. Entró bien en la cerradura y hasta giró un poco. No estaba congelada,
pero no se abría. Volví a casa y traje aceite lubricante, que rocié en la
cerradura, a ver si era un problema de óxido. Nada. Tras probar unas veces más,
sentí que no había manera y decidimos que sería mejor dejarlo y llamar a un
cerrajero.
Al rato, la chica llamó otra vez a mi puerta,
avergonzada pero riéndose. Habíamos probado la llave incorrecta; la buena
estaba en el mismo llavero. ¡Con razón no abría la cerradura!
Y entonces noté reacciones interesantes en mí, casi
en secuencia perfecta: alivio abstracto por la resolución del enigma, alivio práctico
por la resolución del problema, una ligera contrariedad por no haber probado las
otras llaves del llavero... y, enseguida, una voz que me excusaba: “Claro, si
ella me la había dado, ¿cómo iba a saber yo que ésa no era la llave correcta?”.
La mente, bajo la influencia de la identidad, es una
perra desvergonzada.
¿Por qué no se me ocurrió probar con otras llaves? Por
una confianza excesiva en el planteamiento del problema, tal como me lo habían presentado.
Fue una falta de juicio crítico, de creatividad y de libertad mental (tampoco
me habría venido mal saber algo de cerrajería, claro, pero eso me habría robado
la lección vital, mucho más importante aquí).
Cada vez tengo más la impresión de que para hacer
Dharma bien hay que ser algo desobediente. Shanjian insistía mucho en la
investigación libre y crítica (free
critical enquiry), un concepto anglosajón para el que, curiosamente, no hay
paralelo en la cultura hispana. En mi caso, veo que eso me exige indagar más
allá de lo que se me presenta, para no aceptar patrones mentales ajenos así
como así y dar por buenos todos sus supuestos previos. Un buen jefe de cocina
no aprueba sin probarlo él mismo cualquier cosa que le presenten los pinches y
oficiales.
Hacer Dharma en esta sociedad ya es salirse de la
norma; pero si solo nos salimos por vanidad o rechazo, por ejemplo, y en cambio
seguimos obedeciendo las normas acríticas, no creativas ni espontáneas que
llevamos en nuestro “programa” mental, no habremos avanzado nada. Un buen
camino del Dharma está en revisión y reflexión permanente.
Einstein dijo que la definición de la insensatez es
hacer lo mismo una y otra vez y esperar obtener resultados diferentes. Al menos
no estuve media hora dale que te pego al buzón con la misma llave inútil; pero
sí me rendí antes de tiempo, sin examinar todas las alternativas. Sé que si
quiero pisar firme en este camino tengo que abrir espacios para la curiosidad,
el humor y un sano sentido crítico respecto de todo lo que me presenta la
mente, esa gran embaucadora, venga de donde venga.
Y en tu caso, lector, si estás de acuerdo con lo
dicho aquí, hay una cosa que deberías hacer de inmediato. Igual te espera una pequeña
sorpresa... Me agradará saber si lo has descubierto. Considéralo tu buzón
particular.
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