sábado, 17 de mayo de 2014

Impresiones de Bután



En Bután, y en los Himalayas en general, muchos paisajes naturales están sembrados de huellas de devoción budista, casi siempre en forma de banderas de oraciones y a veces como molinos de agua que hacen girar enormes ruedas de oraciones.

La idea es que el viento esparce los mantras de las banderas hacia todos los puntos cardinales; por eso se les llama lungta, que significa “caballo de viento”, como si difundieran su mensaje a lomos de las corrientes de aire que galopan por valles y cordilleras.

Cuando se trata de una rueda de oraciones movida por el agua, habitualmente con el mantra Om Mani Padme Hum inscrito en ella, se supone que sus bendiciones pasan al agua que la hace girar y a través de ella a todos los seres vivos de los ríos y océanos con los que entre en contacto.

En los templos y monasterios, es habitual que haya ruedas similares que los devotos hacen girar impulsándolas con sus manos. Pero hay cierta poesía e ingenio en encauzar de esa manera las fuerzas de la naturaleza y ponerlas igualmente al servicio de propagar el Dharma y sus bendiciones. El viento y los arroyos secundan entonces a los humanos y se convierten en mensajeros de la ley natural.

Si los pueblos del Himalaya emplean objetos móviles pero inertes en sí para difundir el Dharma, ¡cuánto más potente no será un ser vivo dedicado a la misma tarea! Eso es lo que hacen los maestros.

Por eso, las banderas y ruedas de oraciones también actúan como un recordatorio, una invitación sutil a convertirnos en dinamos del Dharma, girando con el impulso de nuestra propia fuerza vital, que es capaz de proyectar la sabiduría y compasión budistas mucho mejor que cualquier bandera o molino, siempre que hayamos sabido tocarlas y sacarlas a la luz desde nuestra propia naturaleza.