El neurólogo Oliver Sacks, aquejado de cáncer de hígado, sigue escribiendo sobre su condición con admirable lucidez y compostura en estos últimos meses (¿semanas?) que le quedan de vida:
http://www.nytimes.com/2015/07/26/opinion/my-periodic-table.html?action=click&pgtype=Homepage&module=opinion-c-col-right-region®ion=opinion-c-col-right-region&WT.nav=opinion-c-col-right-region
Aquí sigue una despedida:
Querido O.S.,
Coleccionar los elementos que componen nuestro universo para celebrar tus cumpleaños me parece una hermosa idea. Y sin embargo, a pesar del consuelo que encuentras en la naturaleza, parece que no estás seguro sobre la calidad de tu paso por este mundo.
A juzgar por las respuestas de tus lectores, fácilmente podrías empezar una segunda colección, compuesta no de metales y minerales sino de las muchas emociones e ideas positivas que has despertado en los demás a tu paso: una tabla periódica del "universo paralelo" de la experiencia humana, al que has contribuido con generosas dosis de inspiración, curiosidad, humor, gratitud, coraje, comprensión, esperanza, compasión y un profundo reconocimiento de nuestra humanidad compartida.
Aunque no sean tan innumerables como las estrellas del cielo nocturno, si te aplicas a contarlas verás que las bendiciones que has traído a los demás son muchas más que los elementos de la tabla periódica.
Y aunque no sean tan tangibles como tus "emblemas de eternidad" materiales, ellas también son eternas a su manera; porque, como dijo Rilke, "verdaderamente estar aquí es tan grande; porque todo lo de aquí aparentemente nos necesita, este mundo evanescente, que extrañamente sigue llamándonos. A nosotros, los más efímeros de todo. Una vez para cada cosa. Una sola vez; no más. Y nosotros también, una sola vez. Y nunca más. Pero haber sido esta única vez, completamente, aunque sea solo una vez: haber sido uno con la tierra, parece imperecedero".
Así pues, gracias, Oliver Sacks, y que estos emblemas más sutiles te escolten cuando regreses a la fuente de toda existencia.
sábado, 25 de julio de 2015
domingo, 12 de julio de 2015
Tres en uno: la zenísima trinidad
Ya es de madrugada.
Me siento en un escalón a la entrada de casa, aliviado por el momento de los calores de
este verano sahariano.
En la penumbra
veo, al fondo, dos o tres estrellas en el cielo, y en primer plano, los troncos
de varios pinos silvestres del jardín, iluminados por la luz anaranjada de las
farolas. La mente se abre a la profundidad del espacio y tiempo que al parecer nos
separan.
Tres elementos
de tres épocas distintas y en tres planos diferentes: a lo lejos, rescoldos del
origen del universo; más cerca, primitivas formas de vida terráquea; aquí, un observador
humano, el último invitado a la fiesta.
¿Somos
tres en realidad? Solo si soy un observador, con mi “yo” a cuestas. Pero es una carga de la que prefiero desembarazarme siempre que puedo.
Si solo hay
un “se observa”, todo es uno y lo mismo, sin nombre, edad, ni forma separada.
Entonces, todo está en su sitio... la unidad.
Cuando no hay nadie que observe es cuando se observa mejor.
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