domingo, 19 de diciembre de 2010

Siete Flechas (4)


Los Escudos


Para entender la Danza del Sol, debemos obtener primero una Comprensión de los Escudos. Mi Padre, que se llamaba Hyemeyohsts y que me dio su Nombre, fue un Constructor de Escudos y mi Maestro. Hyemeyohsts me enseñó la creación de muchos Escudos Personales. También me enseñó la construcción, el Pintado y los Caminos de Medicina de los otros Escudos: los Escudos de los Hombres, los Escudos de las Mujeres, los Escudos de los Niños, los Escudos de la Paz, y los Escudos Sagrados. Ese fue el Regalo que me dio Hyemeyohsts, igual que había sido su Regalo de parte de sus Padres y del Poder de la Medicina, el Gran Espíritu. Es el Regalo de Miaheyyun a todos nosotros, para que juntos podamos aprender y convertirnos en Danzarines del Sol.
            En un principio, había Doce Escudos Sagrados. En la época de la Renovación anual se reunían estos Doce Escudos y se les colocaba entre las Doce Barras Bifurcadas que forman el círculo exterior de la Tienda de la Danza del Sol, el Hogar del Pueblo. Pero estos Doce Escudos Sagrados no se juntaban nunca excepto en la época de la Renovación. Nunca estaban al cuidado de una sola Tribu, sino que se pasaban de un Pueblo a otro.
            Si un hombre o una mujer aspiraban a recibir un gran honor en su vida, podían intentar convertirse en Guardián de uno de estos Escudos Sagrados. En ningún momento podía haber más de Doce de estos Guardianes de los Escudos de Luz. Estas personas eran las más poderosas y respetadas entre el Pueblo. Eran los Sanadores, los Adivinos y los Maestros. Eran ellos los que llevaban los Escudos Sagrados de campamento a campamento y de Tribu a Tribu. Una vez le pregunté a mi Padre, Hyemeyohsts, por estos Escudos. Me contestó, “Sobre la Tierra hay Doce Grandes Tribus. Dos de esos Pueblos son el Pueblo Indio. Los otros Diez son los Otros Pueblos de la Tierra. Estos Doce Pueblos son los Escudos Sagrados”.
            Los Escudos de los Jefes se relacionan con los Escudos Sagrados, en cuanto que cada uno cuenta parte de la historia de los Escudos Sagrados. Hay Cuarenta y Cuatro de estos Escudos de los Jefes. Como los Jefes eran Jefes de Paz, y como sus Escudos se utilizaban para Enseñar sobre los Escudos Sagrados y el Camino de la Danza del Sol, a esos Escudos se les conocía también como Escudos de Paz o Escudos de Enseñanza.
            Entre el Pueblo, toda persona poseía un Escudo de una u otra clase. Una de las cosas más importantes que hay que entender sobre estos Escudos es que nunca tuvieron el propósito de servir como protección física en la batalla. No estaban hechos para desviar flechas ni balas, ni para que las personas se escondieran detrás de ellos. Por lo general, eran demasiado finos y frágiles para eso. A veces estaban hechos con las duras pieles de osos o búfalos, pero más a menudo sólo estaban recubiertos con suaves pieles de ciervos, antílopes, coyotes, nutrias, comadrejas e incluso ratones. Luego se les colgaban plumas, bolsas de cedro, borlas de pelo animal, y muchas otras cosas. También se les pintaban varias figuras simbólicas.
            En el caso de los Escudos Personales, todas estas cosas diferentes representaban las Medicinas individuales y los Signos del Clan de los hombres que los llevaban. Estos Signos anunciaban quién era el hombre, qué intentaba ser, y cuáles eran sus amores, miedos y sueños. Casi todo lo concerniente a él estaba escrito allí, reflejado en el Espejo de su Escudo.
            Los Escudos Personales de los Hombres se fabricaban por primera vez y se les entregaban tras su Búsqueda de la Visión. A su vuelta de la Búsqueda, les contaban sus experiencias a cuatro Padres Espirituales escogidos. A veces, estas experiencias podían incluir visiones auténticas, pero más a menudo el Buscador tenía simplemente experiencias y pensamientos normales. Entonces, sus Padres interpretaban estas experiencias, fueran las que fueran, en términos de lo que reflejaban sobre el carácter y las Medicinas del Buscador. Luego, le daban un Nombre que representaba simbólicamente estas cosas, y le hacían un Escudo que reflejaba visualmente estos mismos significados simbólicos.
            Estos Escudos los llevaban los Hombres entre el Pueblo para que cualquiera que se los encontrara pudiera conocerlos. Incluso cuando descansaban en sus tiendas, los Escudos se quedaban fuera donde todos pudieran verlos. Podían estar colgados junto a la puerta de la tienda, o arriba cerca de la salida del humo, o en un trípode junto a la tienda, según el Camino de Medicina de cada persona. Pero siempre se les dejaba fuera, donde el Pueblo podía verlos y aprender de ellos.
            Las mujeres también llevaban los Signos de Medicina de manera que se los viera, por lo común en forma de dibujos simbólicos hechos con agujas de puercoespín o cuentas en sus vestidos o cinturones. El Cinturón de la Mujer solía ser el más importante de sus Escudos. A menudo era su único Escudo, ya que no todos los Pueblos tenían Escudos de Vestido y de Cinturón a la vez. Estos Cinturones tenían un diseño enteramente simbólico. Normalmente, contenían los símbolos de las Sociedades de Hermandad entre las que vivían las mujeres, como la Sociedades del Cachorro de Zorro, de la Pezuña Temblorosa, del Perro Loco, del Coyote o de la Lanza Pintada. A estos Signos se les añadían los de la Familia Espiritual de la mujer, su familia de sangre, y los de sus Medicinas personales, o su Nombre.
            A los parientes del Clan Espiritual de la mujer se les llamaba sus Padres del Clan, Madres del Clan, Tíos del Clan, y Hermanos y Hermanas del Clan. Era con estas personas con quienes tenía los lazos y responsabilidades más estrechas. Sus Padres, Madres y Tíos del Clan devolvían estas responsabilidades de manera recíproca a sus Hijos Espirituales. Por este motivo, los matrimonios entre los distintos Pueblos llevaron a que la tradición de los Escudos se difundiera a lo largo y ancho. La Hermandad de los Escudos creció y se hizo muy fuerte entre el Pueblo. Fue una época de gran paz y Renovación Espiritual. Fue la época de la Rueda de la Medicina, la Danza del Sol.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Siete Flechas (3)

Seguimos con Siete Flechas y su noción de los cuatro grandes poderes.

A los que conozcan la los cuatro temperamentos humanos que se emplean como herramienta en el Dharma les sonarán varios de los rasgos que se mencionan aquí, aunque los indios desde luego ofrecen una visión más amable que el antiguo pensamiento védico de los gunas y su versión budista de bestias salvajes, fantasmas hambrientos, demonios de confusión y delusión… hasta los denostados icchantikas. Son dos ángulos algo distintos para entender y explicar una misma cosa: la naturaleza humana, y qué es lo mejor que podemos hacer con ella.


Los Poderes

Entre el Pueblo, la primera Enseñanza de los niños es la de los Cuatro Grandes Poderes de la Rueda de la Medicina.

Al Norte de la Rueda de la Medicina se encuentra la Sabiduría. El Color de la Sabiduría del Norte es el Blanco y el Animal de Medicina es el Búfalo. El Sur se representa con el Signo del Ratón, y su Color de Medicina es el Verde. El Sur es el lugar de la Inocencia y la Confianza, y para percibir de cerca la naturaleza del corazón. Al Oeste esta el Signo del Oso. El Oeste es el lugar de Mirar-Hacia-Dentro, que habla de la naturaleza introspectiva del hombre. El Color de este Lugar es el Negro. El Este está marcado por el Signo del Águila. Es el Lugar de la Iluminación, donde podemos ver las cosas con claridad y amplitud y a distancia. Su Color es el Dorado del Lucero Matutino.
           
Al nacer, a cada uno de nosotros se le da un Lugar Inicial particular de entre las Cuatro Grandes Direcciones de la Rueda de la Medicina. Este Lugar Inicial nos da nuestra primera manera de percibir las cosas, que se convertirá en la manera más fácil y natural durante toda nuestra vida.
           
Pero cualquier persona que perciba desde una sola de estas Cuatro Grandes Direcciones no será nada más que un hombre parcial. Por ejemplo, un hombre que sólo posea el Regalo del Norte será sabio. Pero será un hombre frío, un hombre sin sentimientos. Y el hombre que viva sólo en el Este tendrá la visión clara y penetrante del águila, pero nunca estará cerca de las cosas. Este hombre se sentirá separado, elevado sobre la vida, y nunca entenderá ni creerá que algo le pueda tocar.
           
Un hombre o mujer que perciba sólo desde el Oeste rumiará el mismo pensamiento en su mente una y otra vez, y estará siempre indeciso. Y si una persona tiene sólo el Regalo del Sur, verá todo con los ojos de un Ratón. Estará demasiado cerca del suelo y será demasiado corto de vista para ver nada que no esté justo delante de él, tocándole los bigotes.
           
Hay mucha gente que tiene dos o tres de estos Regalos, pero esta gente aún no está Completa. Un hombre puede ser una persona Oso del Este, o una persona Águila del Sur. El primero de ellos tendría el Regalo de ver Introspectivamente dentro de la Iluminación, pero le faltarían los Regalos del Tocar y la Sabiduría. El segundo podría ver con claridad y lejos, como el Águila, y con Confianza e Inocencia. Pero aún no sabría de las cosas del Norte, ni del Lugar del Mirar-Hacia-Dentro.
           
De la misma manera, una persona también puede ser un Oso Dorado del Norte, o un Águila Negra del Sur. Pero ninguna de estas personas estaría aún Completa. Una vez que cada uno de nosotros ha aprendido sobre nuestro Regalo Inicial, nuestro Primer Lugar en la Rueda de la Medicina, debemos Crecer mediante la Búsqueda del Entendimiento en cada uno de los Cuatro Grandes Caminos. Sólo de esta manera podemos convertirnos en seres Plenos, capaces de Equilibrio y Decisión en lo que hacemos. Siete Flechas habla de este Crecimiento y Búsqueda.

El Tocar

Tocar y Sentir equivalen a Experimentar. Mucha gente pasa toda su vida sin Tocar ni Ser Tocados en realidad por nada. Esta gente vive en un mundo de mente e imaginación que a veces les lleva al gozo, a las lágrimas, a la alegría o al pesar. Pero esta gente nunca Toca de verdad. No viven ni se vuelven uno con la vida.
           
El Danzarín del Sol sostiene que cada persona es una Rueda de la Medicina Viva y única, más poderosa de lo que podáis imaginar, que se ha visto limitada y colocada en esta tierra para Tocar, Experimentar y Aprender. Los Seis Abuelos me enseñaron que todo hombre, mujer, y niño ha sido una vez un Poder Vivo que existía en algún lugar del tiempo y el espacio. Estos Poderes no tenían forma, pero sí conciencia. Estaban vivos.
           
Cada Poder poseía energía y belleza sin límites. Estas Ruedas de la Medicina Vivas eran capaces de casi cualquier cosa. Eran bellas y perfectas en todos los sentidos excepto en uno. No tenían comprensión alguna de los límites ni experiencia de la sustancia. Estos Seres eran energía total de la Mente, sin Cuerpo ni Corazón. Se les colocó sobre esta tierra para que pudieran Aprender las cosas del Corazón a través del Tocar.
           
Según los Maestros, sólo hay una cosa que todas las personas posean por igual. Es su soledad. No hay dos personas sobre la faz de esta tierra que se parezcan en nada, más que en su soledad. Esta es la causa de nuestro Crecimiento, pero también es la causa de nuestras guerras. El amor, el odio, la codicia y la generosidad, todos tienen sus raíces en nuestra soledad, en nuestro deseo de que nos necesiten y nos quieran.
           
La única manera en que podemos superar nuestra soledad es mediante el Tocar. Sólo de esta manera podemos aprender a ser Seres Totales. Dios es la presencia de esta Totalidad. Heamavihio, el Aliento de la Sabiduría, y Miaheyyun, el Entendimiento Total, son sólo dos de las palabras de la lengua cheyenne que expresan esta Plenitud.

Las Medicinas

Esto nos devuelve a las Medicinas. Cada uno de nosotros tiene como Medicina personal un reflejo animal particular. Las características de este reflejo se determinan por la naturaleza del propio animal, y también por la localización de nuestro Lugar Inicial individual en la Rueda de la Medicina. Estas dos cosas, nuestro Animal Medicina y nuestro Lugar Inicial en la Rueda de la Medicina, constituyen el Regalo Inicial que cada uno de nosotros recibe de Miaheyyun.
           
Por ejemplo, hay un Pueblo Águila, un Pueblo Alce, un Pueblo Oso, un Pueblo Lobo, un Pueblo Faisán, un Pueblo Castor, un Pueblo Búfalo, un Pueblo Ratón, un Pueblo Roca, un Pueblo Nube, y tantos tipos de Pueblo como tipos de seres vivos hay en esta tierra. Y dentro de cada uno de estos distintos tipos de Pueblo, se dan las otras diferencias de las Cuatro Grandes Direcciones. Así, una Persona Alce podría nacer como un Alce Blanco del Norte, un Alce Verde del Sur, un Alce Negro del Oeste o un Alce Amarillo del Este, según la Dirección de su Regalo Inicial.
           
Me sería imposible hablaros aquí de todas las diferentes Medicinas, pero os hablaré de una de ellas, del Ratón. Los Ratones viven toda su vida cerca del suelo, construyendo sus nidos y recolectando su alimento entre las raíces de las altas hierbas y arbustos de la pradera. Por este motivo, los Ratones nunca ven las cosas de lejos. Todo lo que ven está siempre enfrente de ellos, donde lo pueden olisquear con sus narices y Tocarlo con sus bigotes. Sus vidas pasan entre el Tocar las cosas de esta manera, y reunir semillas y bayas para comer.
           
Pero como en realidad estamos hablando de personas, hay que entender las Medicinas dentro de los Caminos del Pueblo. Una Persona Ratón sería alguien que vería todo de cerca, y cuya visión estaría limitada al mundo inmediato que le rodea. Sería un recolector de cosas. Podría reunir hechos, información, objetos materiales, o incluso ideas. Pero como no podría ver a suficiente distancia como para conectar su mundo con el de la gran pradera del mundo circundante, nunca sería capaz de usar o entender todo lo que veía y recogía.
           
Si una Persona Ratón naciera en el Norte, su Regalo Inicial sería el Regalo de la Mente. Su Nombre podría ser Ratón Blanco. Sería una Persona Ratón sabia, pero aún no estaría Completo. Para volverse Pleno, primero tendría que ir al Sur, el Lugar del Corazón, y hallar el Matrimonio de este Regalo con su Regalo Inicial. Luego tendría que visitar y tener relaciones con las cosas del Este, la Iluminación, y viajar al lugar de Mirar-Hacia-Dentro del Oeste. Podría Crecer y convertirse en una Persona Plena sólo si hiciera todas estas cosas, que le darían una comprensión de su propia Naturaleza.
           
De esta manera se haría capaz de tomar sus decisiones dentro del Equilibrio de las Cuatro Direcciones. Una persona con el Regalo Inicial de la Mente debería intentar incluir siempre al Corazón en sus decisiones. Cuando lo hace así, empieza a girar en la Rueda de la Medicina. Un hombre puede vivir su vida entera sin jamás encontrar nada más que lo que ya estaba dentro de él como su Regalo Inicial, pero si desea Crecer debe convertirse en un Buscador y Buscar por sí mismo los otros Caminos.
           
Una vez que hayas hecho esto tú mismo, y cuando hayas llegado a una Comprensión plena de las distintas Medicinas del hombre, nunca más te sentirás sorprendido o amenazado por las acciones de tus Hermanos y Hermanas. Esta Comprensión se encierra en el significado de los Escudos que llevaba el Pueblo, que eran Espejos de sus Medicinas.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Siete Flechas (2)

El Círculo

Querido Lector:

Si tú y yo estuviéramos sentados en un círculo de personas en la pradera, y si yo entonces colocara un tambor pintado o una pluma de águila en el centro de este círculo, cada uno de nosotros percibiría estos objetos de manera diferente. Nuestra visión de ellos variaría de acuerdo con nuestras posiciones respectivas dentro del círculo, y cada una de ellas sería única.
Nuestras percepciones particulares de esos objetos dependerían también de mucho más que sólo las distintas posiciones desde las que los contempláramos. Por ejemplo, uno o varios de nosotros podría sufrir de daltonismo, o de miopía. Cualquiera de estas dos diferencias físicas influiría en nuestra percepción de los objetos.
Hay nivel sobre nivel de perspectivas que debemos tener en cuenta cuando intentamos comprender nuestra percepción individual de las cosas, o cuando intentamos ponerlas en relación con las de nuestros hermanos y hermanas. Todas y cada una de nuestras experiencias previas en la vida afectarán de alguna manera la perspectiva mental desde la que vemos nuestro entorno.
Por ese motivo, un objeto o acontecimiento particular puede parecerte temible a ti a la vez que a mí me da gusto o le parece absolutamente indiferente a un tercero. Todo lo que percibimos estimula nuestra imaginación individual de maneras diversas, lo que a su vez nos lleva a crear unas interpretaciones únicas de ellos. El amor, el odio, el miedo, la confusión, la alegría, la envidia, y todas las demás emociones que sentimos, actúan sobre nosotros y pintan nuestra percepción de las cosas de distintos colores.
Si el objeto que colocase dentro del círculo fuese una abstracción, como una idea, un sentimiento, o una filosofía, nuestras percepciones serían aún más complicadas que si el objeto fuera algo tangible. Y más aún, el número de percepciones distintas de ello aumentaría a medida que más y más gente se añadiera al círculo. La percepción de cualquier objeto, ya sea tangible o abstracto, se convierte en último término en algo mil veces más complicado siempre que se contempla desde el círculo del conjunto de un Pueblo entero. La comprensión de esta verdad es la primera lección de la Rueda de la Medicina, y es una parte vital de la Enseñanza de la Danza del Sol.


La Rueda de la Medicina


En varios sentidos, la Rueda de la Medicina puede entenderse mejor si la concibes como un espejo en el que todo se refleja. “El Universo es el Espejo del Pueblo”, nos dicen los viejos Maestros, “y cada persona es un Espejo para todas las demás personas”.
            Cualquier idea, persona u objeto puede ser una Rueda de la Medicina, un Espejo, para el hombre. La flor más diminuta puede ser uno de estos Espejos, como lo puede ser un lobo, un cuento, un toque, una religión o la cumbre de una montaña. Por ejemplo, una persona sola de noche en la cumbre de una montaña puede sentir miedo. Otra podría sentirse tranquila y en paz. Y una tercera podría sentirse sola, y una cuarta podría no sentir nada en absoluto. En cada caso la cumbre sería la misma, pero sería percibida de maneras diversas al reflejar los sentimientos de las distintas personas que la experimentaban. Este libro, Siete Flechas, es uno de estos Espejos. Es una Rueda de la Medicina, al igual que lo eres tú.
            Aquí tenéis un dibujo de una Rueda de la Medicina sencilla [dos círculos concéntricos hechos con piedras y conectados entre sí por cuatro líneas en cruz, también hechas con piedras]. Entre el Pueblo, los Maestros solían construirlos con pequeñas piedras o cantos, que colocaban de esta manera en el suelo ante ellos.
            Cada una de estas pequeñas piedras de la Rueda de la Medicina representa una de las muchas cosas del Universo. Una te representa a ti, y otra me representa a mí. Otras encierran en sí a nuestras madres, padres, hermanas, hermanos y a nuestros amigos. Hay otras que simbolizan halcones, búfalos, alces y lobos. También hay piedras que representan religiones, gobiernos, filosofías, incluso naciones enteras. Todas las cosas están contenidas en la Rueda de la Medicina, y dentro de ella todas son iguales. La Rueda de la Medicina es el Universo Total.
            Nuestros Maestros nos dicen que todo lo que está dentro de esta Rueda del Universo sabe de su Armonía con todas las demás cosas, y todos saben cómo Regalar el uno al otro, excepto el hombre. De todas las criaturas del Universo, nosotros somos los únicos que no empezamos nuestras vidas con el conocimiento de esta gran Armonía.
            Todas las cosas de la Rueda del Universo tienen espíritu y vida, incluidos los ríos, las rocas, la tierra, el cielo, las plantas y los animales. Pero sólo el hombre, de todas las Criaturas de la Rueda, es un determinador. Nuestro espíritu determinador sólo puede completarse mediante el conocimiento de nuestra armonía con todos nuestros hermanos y hermanas, y con todos los demás espíritus del Universo. Para conseguir esto debemos aprender a buscar y a percibir. Tenemos que hacer esto para encontrar nuestro lugar en la Rueda de la Medicina. Para encontrar nuestro sitio debemos aprender a Regalar.
            La Búsqueda de la Visión, o búsqueda de la percepción, es la manera en que debemos comenzar esta busca. Todos debemos seguir nuestra Búsqueda de la Visión para descubrirnos a nosotros mismos, para aprender cómo nos percibimos, y para encontrar nuestra relación con el mundo que nos rodea.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Siete Flechas (1)



A continuación traduzco el prólogo de Seven Arrows, una colección de relatos tradicionales de los indios de las praderas de Norteamérica que refleja la cosmovisión de esos pueblos, sorprendentemente cercana al Dharma en cuestiones como la de los temperamentos humanos. Mantengo las mayúsculas de acuerdo con la intención del autor.

Es difícil resistirse a la impresión de que con la destrucción de estas gentes y sus modos de vida todos salimos perdiendo en un sentido más allá del puramente material.

Estáis a punto de iniciar una aventura del Pueblo, el Pueblo de los Indios de las Praderas. Probablemente sólo conozcáis a este Pueblo por los nombres del hombre blanco, como los Cheyenne, los Cuervo y los Sioux. Aquí aprenderéis a conocerlos como de verdad se les conocía entre el Pueblo, como los Flechas Pintadas, los Pequeña Águila Negra y los Hermanos. 
            
La historia de este Pueblo tiene en su centro y a su alrededor la historia de la Rueda de la Medicina. La Rueda de la Medicina es el mismo Modo de Vida del Pueblo. Es un Entendimiento del Universo. Es el Camino entregado a los Jefes de la Paz, nuestros Maestros, y por ellos a nosotros. La Rueda de la Medicina es todo lo del Pueblo.
            
La Rueda de la Medicina es la Llama Viva de los Hogares, y el Gran Escudo de la Verdad escrito en el Signo del Agua. Es el Corazón y la Mente. Es la Canción de la Tierra. Es el Fuego de las Estrellas y el Escudo Pintado que sólo se ve en los Ojos de los Niños. Es la Pipa Roja del Regalo del Búfalo que se fuma en las Montañas Sagradas, y es las Cuatro Flechas del Hogar del Pueblo. Es nuestra Danza del Sol.
            
El Camino de la Rueda de la Medicina comienza con el Tocarse de nuestros Hermanos y Hermanas. Luego, nos habla del Tocarse del mundo que nos rodea, los animales, árboles, hierbas y todas las demás cosas vivas. Por último, nos Enseña a Cantar la Canción del Mundo, y de esta Manera a convertirnos en un Pueblo Pleno.
            
Venid y sentaos conmigo, y fumemos la Pipa de la Paz con Entendimiento. Toquémonos. Seamos un Regalo el uno para el otro, como lo es el Búfalo. Seamos Carne para Alimentarnos el uno al otro, para que todos podamos Crecer. Sentaos aquí conmigo, cada uno de vosotros tal y como sois en vuestra propia Percepción de vosotros mismos, como Ratón, Lobo, Coyote, Comadreja, Zorro o Pájaro de la Pradera. Dejad que Vea con vuestros Ojos. Enseñémonos los unos a los otros aquí, en este Gran Hogar del Pueblo, esta Danza del Sol, sobre cada uno de los Caminos de esta Gran Rueda de la Medicina, nuestra Tierra.

lunes, 15 de noviembre de 2010

¡AbracaDharma!

Ayer hice un experimento curioso: el paseo por el bosque con los perros se convirtió en un paseo por la vacuidad, unidad, impermanencia y clara comprensión que están latentes dentro de mi mente, con fogonazos ocasionales de la fuerza de la vida.

Es decir, salí a dar una vuelta por un bosque que no existe… caminando con un cuerpo y mente que tampoco existen sino que son parte de una totalidad que aún no percibo del todo (aunque intelectualmente sé que está ahí)… con un par de perros que podrían representar los principios masculino y femenino (excepto que en este caso la hembra es mucho más activa que el macho)… dándome cuenta de los cambios ocurridos desde mi último paseo, sobre todo los nuevos árboles derribados por el viento y los destrozos que han hecho los jabalís en el sendero en busca de raíces… y, de vez en cuando, sorprendiéndome con la visión de alguna seta desconocida o de alguna acacia que destacaba entre la espesura con sus colores otoñales… sabiendo todo el tiempo que todo ello era una invención que se iba desplegando en mi mente, completa con la ilusión del tiempo. Incluso mi comprensión de la ilusión era parte de la ilusión.

Shanjiàn: Lo bueno de todo esto es que la comprensión de la ilusión no corta la ilusión y genera un bienestar que permite que la ilusión de belleza también se conozca con bienestar... La respuesta fisiológica normalmente es una sonrisa automática y un paso ligero.

Al final, todo el proceso era tan circular que la situación me pareció cómica sin remedio. Y eso me recordó a algo que le ocurrió a un antiguo amigo, que tenía un loro y varios perros en su casa. Una mañana, al levantarse, vio que la jaula estaba tirada en el suelo y que el loro había desaparecido; sólo quedaba el pico. La conclusión más evidente era que los perros se lo habían zampado; en cambio, él prefirió pensar que el loro se había devorado a sí mismo… dejando tras de sí lo único que no pudo engullir. ¿Verdadero? No sé, no sé; pero más poético sí, sin duda.

Shanjiàn: Muy bonito, pero con una sonrisa pregunto ¿cuál habría sido su conclusión si todos sus perros hubiesen desaparecido y lo único que quedara fueran sus colas?

Bueno, pues esta mente ilusoria también espera que ocurra algún día ese truco supremo de la magia budista por el que se devore a sí misma… dejando a lo mejor detrás un “pico de oro” para poder contárselo a los demás… que tampoco existen.

Shanjiàn: Ahora ves que de hecho eso es lo que ocurre. Te despiertas una mañana y la identidad ha desaparecido... solo encuentras posesiones sin dueño.

A veces parece como si el Dao tuviera un sentido del humor endiablado.


miércoles, 10 de noviembre de 2010

Más Rumi

La verdad, no tengo ni idea de cómo era Rumi ni de qué es lo que dijo en realidad. Estoy totalmente en manos de su traductor al inglés. Pero de vez en cuando leo algo y de repente me parece como si lo conociera de toda la vida y como si sólo el azar de que naciéramos con setecientos años de distancia entre nosotros ha frustrado lo que podría haber sido una amistad maravillosa.

EL NÚCLEO DE LA MASCULINIDAD

El núcleo de la masculinidad no proviene
De ser varón,
Ni de la amistad con los que consuelan.

Tu anciana abuela dice, “Quizá no deberías
Ir a la escuela. Estás un poco pálido”.

Sal corriendo cuando oigas eso.
Mejor recibir las severas bofetadas de tu padre.

Tu alma corporal quiere consuelo.
El padre severo quiere claridad espiritual.

Te regaña, pero con el tiempo
Te conduce a lo abierto.

Reza por tener un instructor duro
Que te oiga y actúe y permanezca dentro de ti.

Nos hemos dedicado a acumular solaz.
Haz que tengamos miedo de cómo éramos.

domingo, 24 de octubre de 2010

Las tres Ces: Curiosidad, Creatividad y... mucho Curro

Leo en prensa una entrevista con Konstantin Novoselov, reciente Premio Nobel de Física, y encuentro multitud de consideraciones que me valen igualmente para la práctica del Dharma con mente abierta y flexible. Realmente escribo esto para mí mismo, pues me llega en un momento muy oportuno; pero quizá otros también encuentren aquí un punto extra de motivación para perseverar en el camino.

Lo primero que me ha atraído es la normalidad del personaje y de su estilo de vida, alejado de la pompa y ceremonia del mundo académico, del “glamour” de los premios y de la atención aduladora de los medios de comunicación. Esperemos que la fama y celebridad que va a atraer este galardón-engorro sobre Novoselov no sean como el toque de Midas, que convierte todo en oro frío y estéril:

Ante la solemne ceremonia de entrega del galardón (el 10 de diciembre en Estocolmo), lo que más le incomoda es tener que ir de compras y hacerse con la indumentaria apropiada. “Espero que de esto se ocupe mi esposa, ir de compras es algo que odio”, dice Novoselov. “La verdad es que no tengo un traje...”, afirma, y apunta con extrañeza algunos comentarios que le han hecho sobre su aspecto desaliñado, con camiseta y vaqueros, en las fotos que dieron la vuelta al mundo al anunciarse el galardón. “Es que yo vengo a trabajar así”, dice. Y efectivamente hoy va con camiseta y vaqueros.

La normalidad para este físico de estado sólido es su despacho y las horas que pasa en su laboratorio, al otro lado del pasillo, donde hace seis años, haciendo experimentos con Geim, obtuvieron por primera vez el grafeno, material con unas propiedades fascinantes y unas aplicaciones potenciales tan atractivas (en pantallas táctiles o en paneles solares) que se ha convertido ya en el material de moda.

Es muy interesante la forma inesperada en la que surgió su hallazgo, aunque favorecido sin duda por una rutina sólidamente establecida y por un ambiente despreocupado y abierto a las sorpresas (es decir, también a los posibles errores), sin los frenos de las expectativas ni la ambición de conseguir un resultado específico:

El hallazgo surgió en lo que estos dos científicos rusos que trabajan en Reino Unido llaman los experimentos de los viernes, cuando, una vez que dejan atrás las actividades normales de la semana, se meten en el laboratorio a jugar con la ciencia, a ensayar ideas y ponerlas en práctica con sus propias manos y los medios que tienen a su alrededor, “para probar cosas locas y divertirnos un poco en el laboratorio antes de ir a tomar unas cervezas”, cuenta Novoselov.

Serio, seguramente tímido, concentrado en su trabajo, con determinación y seguridad en sí mismo, piensa unos instantes las respuestas, cortas y concisas. (...) “¿Es usted un genio?” La respuesta es inmediata: “No, en absoluto. La ciencia me divierte, eso es lo esencial”.

En esas condiciones, simplemente trastear con los materiales a mano dio origen al descubrimiento, aunque con el enorme beneficio del efecto multiplicador que aporta un colega y compañero de aventuras:

El método por el que obtuvieron el grafeno parecía casi una broma en el comunicado de la Fundación Nobel que describía el trabajo de Geim y Novoselov, si uno cree que la ciencia actual exige grandes y avanzadísimas instalaciones para lograr resultados que merezcan la pena. “La idea de intentar algo con el grafeno fue de André y la forma de lograrlo fue mía”, explica Novoselov.

Esa forma de lograrlo era tan simple como ir sacando láminas del grafito del que están hechas las minas de los lapiceros, mediante una cinta adhesiva corriente. Eso sí, jugó el factor suerte en esos experimentos de los viernes, cuando eligieron como soporte de la lámina bidimensional de carbono un trozo de silicio con el espesor de óxido que resultó ser apropiado. Ese material estaba por allí, pero no hubiera servido cualquier soporte. Eso sí, que nadie se engañe, en ciencia uno tiene que saber dónde está, saber lo que busca, entender lo que ha descubierto y, en resumen, como dice Novoselov, “trabajar mucho”. Aunque, añade, “es muy divertido”.

Parece claro que el espíritu de curiosidad, creatividad y juego (aparte de la suerte, que también cuenta) fue algo esencial para que saltara la chispa:

En los últimos años, Novoselov y Geim andan muy ocupados y los experimentos de los viernes han quedado un poco relegados; solo recientemente los han podido retomar con asiduidad. “Es el placer de experimentar en nuestro laboratorio. A lo largo de los años hemos hecho muchas cosas, unas funcionan y otras no”, dice. Tampoco rige para estos dos físicos la supuesta diferencia entre ciencia básica y aplicada. “No tiene mucho sentido, hacemos la investigación que nos parece estimulante y a veces son cosas muy prácticas, mientras que otras son de física básica”.

Naturalmente, no todo han sido éxitos, pero ahora parece como si incluso los resultados aparentemente más ridículos e inservibles se pudieran aceptar con espíritu deportivo y una sonrisa:

En uno de esos experimentos hecho con plena libertad y guiado por la inspiración y la curiosidad, Geim logró hacer levitar ranas en un campo electromagnético, mereciendo por ello el IgNobel, el premio Nobel alternativo y humorístico. Fue en los años noventa y Novoselov aún no trabajaba con él, pero afirma que no le importaría en absoluto, al contrario, recibir ese otro galardón.

Y tampoco es que su éxito fuese irrevocable desde el principio; al contrario, también tuvieron sus derrotas y contrariedades:

Hace seis años, cuando estos dos rusos afincados en Reino Unido dieron con el grafeno, la idea de esa forma del carbono estaba en el ambiente científico y varios grupos en el mundo perseguían su obtención. El anuncio del éxito fue tan poco corriente como los dos descubridores. Geim y Novoselov escribieron un artículo científico, como hace cualquier investigador que descubre algo, y lo enviaron a una de las más prestigiosas revistas especializadas: Nature. Sin embargo, se lo rechazaron. “Pusieron pegas sobre unas medidas de los experimentos que en realidad todavía ahora no se han completado, pero lo cierto es que no lo aceptaron”, recuerda Novoselov. “Lo arreglamos un poco y lo enviamos a Science [la publicación competidora de Nature] y nos dijeron que sí... Con estas revistas siempre te puedes esperar cosas así”, dice.

Novoselov no pasa por alto en absoluto que la ciencia es un entorno muy competitivo. “La competencia es buena porque te ayuda y te orienta para hacer las cosas mejor y más rápido, lo que es estúpido es hacer tu trabajo para publicar los resultados y no por la ciencia en sí”.

Lo que más me resuena de las palabras de Novoselov es la impresión de que, aunque no les hubiesen dado el premio, él y su colega habrían seguido disfrutando con sus experimentos con independencia de los resultados y de la aclamación popular. En cuanto al ingrediente básico de su éxito, está bien claro: unas 12 horas de trabajo al día.

La jornada de Novoselov arranca muy temprano. “Despierto a las niñas, Sofia y Victoria, les doy el desayuno, las preparo y las llevo a la guardería; llego a la universidad sobre las 9.30 y salgo hacia las 9.30 de la noche. Es que si quieres lograr algo no basta con ser suficientemente inteligente, también tienes que trabajar mucho”.

Una última pregunta: ¿cómo explicaría el placer de investigar y descubrir a alguien no familiarizado con la ciencia? Lo piensa unos segundos y una leve sonrisa indica que ha dado con la respuesta satisfactoria: “Imagine que está recorriendo el Gran Cañón de Colorado o un sitio así de bonito en España, o en Canadá... El paisaje que se le va apareciendo ante los ojos es grandioso y uno sigue avanzando convencido de que un poco más allá habrá otro panorama más estupendo aún. Tienes que trabajar duro para avanzar, pero lo haces porque esperas encontrar algo magnífico, interesante. Esta es la mejor comparación con la investigación”.

Bien, tras leer esta entrevista creo que tengo la mirada más limpia para apreciar el paisaje que se va abriendo ante mí en este camino de Dao y Chan.

Y ahora, a currar. El laboratorio lo llevo en mi propia mente, donde paso más de doce horas al día, y el “colega” que me acompaña en la experimentación es el maestro. Está todo a mano.

Lo único que está por ver es lo de las cervezas… 

jueves, 21 de octubre de 2010

Transformación previa demolición

Sócrates, el filósofo griego, dijo una vez que la vida que no se examina no merece la pena vivirse. Es una frase que ha tenido gran fortuna y, de hecho, aún se emplea como consigna para justificar la continuidad de disciplinas como la filosofía académica.

Es un buen principio, aunque a mí me parece que se queda un poco corto. Uno puede examinar su vida, tal como recomendaba Sócrates; pero si no tiene grandes dosis de perspicacia, honradez y coraje –o a alguien más sabio, compasivo y experimentado que le sirva como apoyo– es bastante probable que concluya que tampoco está tan mal, o al menos no lo suficientemente mal como para remangarse e intentar cambiar de rumbo. No somos los mejores jueces de nosotros mismos; al contrario, parece como si los humanos estuviéramos especialmente dotados para el autoengaño (véanse, por ejemplo, unas importantes enseñanzas sobre la disonancia cognitiva en http://sites.google.com/site/mahabodhisunyatasite/home/dharma-y-disonancia-cognitiva).

Buda fue más allá. Sin usar las mismas palabras que Sócrates, su enseñanza muestra que es la vida en manos de las identidades la que no merece la pena vivirse; de poco vale examinarla si no nos damos cuenta de este gran problema de partida que compartimos los seres humanos –la influencia subliminal y nefasta de lo que otras tradiciones espirituales llaman el ego, con sus distintos matices. Cuando uno llega a la convicción de que no quiere seguir bajo su dominio, es momento de echar a andar por el camino del Dharma.

Rumi, el poeta místico sufí, pertenecía a otra tradición, pero veía las cosas de la misma manera que Buda. Tampoco es algo que nos deba sorprender, porque ambos hablan de la condición humana, que básicamente es la misma en la India del siglo V a.C., en Turquía del siglo XIII y hoy día:

Comentario sobre “yo era un tesoro escondido
y quería que se me conociera”.

Derriba esta casa.
Se pueden construir cien mil casas nuevas
con la cornalina amarilla transparente
enterrada bajo ella, y la única manera de llegar a ella
es hacer el trabajo de demolición,
y luego excavar bajo los cimientos.

Con ese valor en la mano, toda la nueva obra
se hará sin esfuerzo. Y, de todas formas, antes o después,
la casa se vendrá abajo por sí sola.

El tesoro de piedra preciosa quedará al descubierto,
pero entonces no será tuyo.
La riqueza escondida es tu paga
por hacer la demolición,
el trabajo de pico y pala.

Si esperas y dejas que ocurra sin más
te morderás la mano y dirás,
“No actué como sabía que debía”.
Esta casa es alquilada.
No eres dueño de las escrituras.

Tienes un contrato, y has montado una tienducha,
donde a duras penas sales adelante
poniendo parches en prendas rotas.

Pero sólo unos pocos pies por debajo
hay dos vetas, de cornalina roja pura y dorada brillante.

¡Rápido! Coge el pico y haz palanca en los cimientos.
Tienes que dejar este trabajo de costurera.

“¿Qué significa este trabajo de coser parches?”, preguntas.
Comer y beber. El pesado manto del cuerpo
siempre se está desgarrando.

Lo parcheas con comida
y otras agitadas satisfacciones del ego.

Arranca un tablón de suelo de la tienda y mira
al sótano. Quizá veas dos destellos en la tierra.

(Versión basada en la traducción inglesa de Coleman Banks).

viernes, 15 de octubre de 2010

Sin principio ni fin

Hablando el otro día con una persona que venía de hacer un retiro de vipassana, me di cuenta de lo difícil que resulta explicar a otros el alcance del Dharma como lo practicamos en Mahabodhi Sunyata.

Esa persona me hablaba de que ahora, después de hacer algunos cambios en su vida, está dispuesta a apostar por un proyecto personal de búsqueda de la felicidad. En términos sociales suena impecable, hasta digno de elogio y emulación. Entonces, ¿cómo hacerle ver, sin hundirle en la miseria o espantarlo sin remedio, que poco proyecto así cabe en el Dharma, donde a fin de cuentas no hay persona, ni búsqueda, ni felicidad? Porque una manera de entender el camino budista es que poco a poco vas dejando de ser “alguien” (una identidad) y te vas convirtiendo en “nadie” –y que eso es lo mejor que te podría pasar, porque entonces se acaban la búsqueda, el sufrimiento y, claro, también esa escurridiza y siempre precaria felicidad que parece ser la solución a todos nuestros males.

Una afirmación así puede asustar fácilmente. Nuestra mente está tan acostumbrada a pensar de manera dual, y nuestra identidad es tan susceptible, que si nos llevan la contraria inmediatamente saltamos como un resorte al extremo opuesto para desacreditarlo: “¿Ah, que en el Dharma no hay búsqueda personal de la felicidad? Entonces, ¿qué hay, una pasividad impersonal que nos condena a la infelicidad?” Pero esa reacción está a años-luz de distancia del camino del medio que enseñó Buda, formulado precisamente como superación de las alternativas esquemáticas de la mente cognitiva que se cree en posesión de la verdad.

En el mundo occidental el individuo es la base de todo y la búsqueda de la felicidad individual se ha convertido en el gran motor de la sociedad de consumo. A ese individuo podríamos representarlo con un 1 –una línea estrecha con un principio y un final claros– y decir que así es la trayectoria de la vida de cada individuo: nacer, crecer, estudiar, encontrar un trabajo, formar una pareja, tener hijos, etc., todo ello aderezado con las habituales luces y sombras, hasta la muerte. Parece que lo más a lo que podemos aspirar es a ser un buen 1 en todos los frentes. Nuestra sociedad entera es una colección de unos, y aunque nos digan que la suma de unos produce otros números (parejas, familias, empresas, partidos políticos) no podemos negar que por lo general son una conjunción pasajera de elementos dispares, sin unidad real. Como cantaba Aimée Mann, “1 is the loneliest number that you’ll ever do”, o, en traducción libre, “el 1 está más solo que Adán en el Día de la Madre”.

En el budismo, por el contrario, parece como si la base de todo fuese el 0; no hay nadie que hace el camino ni nada que se alcanza. Al contrario que el 1, tan lineal y definido, el 0 no tiene principio ni fin. La base del Dharma no es el individuo ni ninguna cosa aislada; todo lo más, se podría decir que es la fuerza de la vida que hay en todo ser viviente, sin identidad ni separación; por eso el 0, que también representa la vida infinita que se alimenta de sí misma, le sienta tan bien. Parece como si entre ceros no pudiera haber problema (sí hay conflictos naturales, claro, pero si no hay identidades por medio se resuelven sin sufrimiento).

Aunque esto pueda sonar descorazonador, para mí es todo lo contrario. Ese “0” no quiere decir que haya una ausencia absoluta de cualquier cosa; sólo es una manera de indicar algo que está más allá del alcance de la mente cognitiva (a la mente cognitiva le da rabia pensar que puede haber cosas que se le escapan, pero es así). Lo único que puedes hacer con ese algo es experimentarlo; entonces los miedos y las dudas se aquietan y en su lugar brota una sonrisa.

Además, puedo afirmar que en los casos que conozco de primera mano de gente que ha llevado a cabo una transformación espiritual, el resultado paradójicamente les hace parecer más “ellos mismos” en vez de menos; es como si cuanto más se vaciara uno de sí mismo, más se llenara de otra cosa que le hace parecer más “persona”, único e irrepetible.

Sin duda es un camino lleno de paradojas este Dharma de Buda. Hace falta una mente abierta y flexible para acercarse a él.

martes, 5 de octubre de 2010

Una polémica tan antigua como el mundo mismo

Hay una cosa que se nos da muy bien a los humanos cuando las cosas no funcionan como nos gustaría: buscar culpables. Curiosamente, los culpables siempre suelen ser los demás, y nos encanta señalarlos con el dedo. Pero… a eso mismo se refería un antiguo sabio que entendía bastante de estos asuntos cuando habló de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

El problema es que, aunque a nosotros nos parezca lo contrario, denunciar las pajas en el ojo ajeno no nos quita la viga del nuestro. Al contrario, es un caso evidente de the pot calling the kettle black, como dicen en inglés (en el equivalente español más cercano, la sartén le dice al cazo “Apártate, que me tiznas”). El mundo está lleno de gente con ojos ciegos que va acusando a otros de estar tuertos. Es un círculo vicioso, que se perpetúa a menos que cada uno decidamos firmemente dejar de alimentarlo con nuestra propia contribución.

Al final, la cuestión clave es cómo emplear nuestra energía, que es limitada, en este mundo. Por suerte, las enseñanzas del Dharma nos ofrecen una nueva perspectiva cuando nos enfrentamos a la catástrofe que estamos organizando en todo el planeta:

Podemos dedicarnos a acusar a los demás sin pararnos a reflexionar sobre nosotros mismos, sin examinar honradamente si estamos contribuyendo en algo a la misma situación que denunciamos y sin cambiar nuestra conducta. Es lo más habitual y, a juzgar por los resultados, está claro que no soluciona nada porque no es más que una válvula de escape: fácil, gratificante y… estéril.

O podemos dedicarnos a trabajar para liberar nuestra propia naturaleza, en cuyo caso, si realmente estamos comprometidos, no hay demasiado tiempo para preocuparse por lo que hacen los demás ni tampoco por los grandes juegos de poder de esta sociedad enferma.

Entre medias hay muchas otras posibilidades, claro, y una de ellas es dedicarnos a investigar con una mente libre y crítica cuantas teorías oficiales o alternativas nos interesen. Hacerlo bien exige una mínima competencia técnica, además de mucha paciencia, trabajo, persistencia y honradez intelectual para desentrañar embrollos que suelen ser bastante peliagudos (aquí es donde es útil el racionalismo crítico para refinar nuestro enfoque lo más posible siguiendo criterios imparciales). Pero ese esfuerzo, incluso si produce resultados socialmente valiosos, es ajeno al trabajo del Dharma trascendental y puede robarle mucho tiempo –un tiempo que es necesario si es que de verdad estamos dedicados a ese camino.

A cada uno le corresponde decidir dónde va a poner su empeño. Al final todos volvemos al polvo de la tierra del que surgimos; ¿de qué vale ser el más cargado de razones del cementerio?

Creo sinceramente que nuestra propia transformación en verdaderos seres humanos es el mejor regalo que le podemos hacer al mundo.

Ése es el camino que se enseña en Mahabodhi Sunyata. Y, como decía un maestro indio recientemente fallecido, a nadie se le invita y todos son bienvenidos.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Racionalismo crítico y teorías conspirativas

Una vez más, saco al cuerpo principal del blog el comentario de un lector a la entrada anterior (Goliat 0, David 1) junto con mi respuesta. Como siempre, la idea no es quedar por encima ni tener la última palabra, sino aclarar posibles malentendidos, también con vistas a terceros.

Si me permites, voy a ser un poco crítico con tu entrada...

¡Claro, hombre! Si apuesto por la investigación libre y crítica, ¿cómo no voy a aceptar una crítica de lo que escribo? Pero vamos a analizarla detenidamente, porque hay cosas que comparto y otras que no.

Efectivamente, hay personas que van ciegas creyendo que lo correcto es solamente aquello que va contra la versión oficial, pero también hay personas que consciente o inconscientemente arremeten contra ellos. Otros, son extremistas del punto medio. Me refiero con estos a los que no se atreven a criticar a unos u otros, por mera inseguridad, a menudo disfrazado de intelectualidad y/o falsa inteligencia. Pero si te fijas bien, todos ellos son distintas versiones de una misma cosa.

Claro que existen conspiraciones. Y todas son la misma: la conspiración de la identidad contra la verdadera naturaleza del ser humano, y todas se manifiestan de millones de formas distintas. Se manifiestan en los del grupo Bilderberg (que existe en verdad), creyendo que son los grandes amos del mundo, y en los que protestan delante buscando ser los aclamados o los grandes héroes liberadores. Se manifiestan en la codicia desmedida de las empresas farmacéuticas, pero también en los pobres diablos que buscan remedios basados en prejuicios.

Sé que el club Bilderberg existe; no se esconde en absoluto y de hecho este verano celebró una reunión en Sitges. Y es indudable que, en términos sociales, sí son “los amos del mundo”: políticos y financieros, que concentran en sus manos una enorme capacidad para influir sobre las vidas de otras personas (en épocas pasadas también habrían figurado religiosos y militares entre ellos, pero hoy el poder discurre por otros cauces).

Lo que no veo es que eso sea tan distinto de las reuniones que celebra cualquier consejo de administración de empresa o cualquier ejecutiva de partido político: debatir cómo beneficiarse de las circunstancias presentes y anticiparse a las futuras, en un terreno de juego donde impera una competencia feroz más o menos regulada por un régimen jurídico que cada uno respeta en grados diferentes, a menudo buscando espacios entre lo descaradamente ilegal y lo meramente ilegítimo. Esas son las reglas del juego mercantil y político que rigen en nuestra sociedad.

Por eso, más que un siniestro conciliábulo, el club Bilderberg me sugiere una feria comercial donde uno se da a conocer, vende sus productos y busca alianzas y mercados: es simplemente un caso más patente de los mismos manejos del poder que la gente asume y acepta en su vida diaria siempre que les reporten beneficios a ellos también. Pero aceptar una cosa cuando conviene y denunciarla cuando nos resulta desfavorable no parece una postura muy digna ni coherente, ¿verdad?

No es que me parezca fantástico el club; es que la sociedad que lo sustenta me parece igualmente reprobable, y creo que ahí es donde hay que dirigir el ataque. Es fácil cargar contra las manifestaciones más escandalosas del sistema capitalista pero luego seguir en nuestra vida cotidiana con las mismas conductas que le dan fuerza –por ejemplo, cambiando de móvil cada año para siempre tener uno de última generación (cosa que, si usas transporte público, verás que a menudo hacen no sólo los “triunfadores” sino también personas de recursos económicos aparentemente modestos).

Vivimos en un mundo de codicia, pero mucha gente busca primero cómo encajar en ese modelo y aprovecharse de sus oportunidades; sólo después, una vez han fracasado en el intento, se ponen a denunciarlo. ¿Realmente es válida esa postura? Ahora, por ejemplo, hay multitud de jóvenes que no encuentran empleo; algunos ya reniegan abiertamente del mundo que les han dejado sus padres. Pero ¿qué habría pasado si, por ejemplo, en vez de rechazarles en innumerables entrevistas de trabajo les hubieran contratado enseguida en una gran multinacional? ¿Seguirían siendo antisistema o se habrían amoldado a las injusticias del capitalismo, con todos sus beneficios colaterales para los que han encontrado un hueco dentro de él? Son preguntas incómodas, pero necesarias si queremos sacar a la luz las motivaciones últimas de cada cual y la posible influencia de las identidades subliminales.

Por eso considero tan valioso el modelo de Siddhartha Gautama: él sí que estaba en la cima de la pirámide social, con acceso inmediato a todas las satisfacciones que este mundo puede ofrecer, y aun así renunció a ellas a cambio de una vida de mendigo en busca de la verdad. Esa renuncia, viniendo de alguien que conoce de primera mano la seducción del éxito, vale más para mí que la de quien jamás se ha aproximado a la vana gloria del mundo y por eso la rechaza fácilmente. Es algo que cada uno podemos repetir si queremos, aunque a otra escala, renunciando a la raíz de la injusticia social, que son las actitudes, intenciones y comportamiento gobernados por la codicia, la confusión y la aversión –no importa si uno está en Sitges rodeado de magnates y potentados o en la tienda de Movistar de la esquina.

Al final es todo una lucha entre identidades, y entrar en ellas y favorecer a unas y otras (aunque sea entre palabras) no hace más que reforzar aún más la de uno mismo...

Desde luego, nada solivianta tanto a la identidad como sentirse atacada… sobre todo si es por otra identidad. Pero si lees con un poco más de atención, creo que verás que el sentido de la entrada del blog no era más que avisar de que hay un elemento de análisis crítico y racional que debemos tener en cuenta a la hora de evaluar las cosas y que suele faltar en las teorías conspirativas; nada más.

Por eso es mejor no entrar en política y tener cuidado cuando eliges ejemplos particulares porque casi con toda seguridad estarán infectados y tú alienado hacia uno de ellos (aunque sea sin darte cuenta).

Realmente no veo relación entre esto y la entrada; ¿estás seguro de que la has entendido bien? En el fondo, lo que quería decir se ajusta bastante a estas advertencias de un destacado pensador del siglo XX, autor de importantes reflexiones sobre filosofía de la ciencia: “Si no somos críticos, siempre encontraremos lo que queremos: buscaremos y encontraremos confirmaciones, y apartaremos la mirada y dejaremos de ver cualquier cosa que suponga un peligro para nuestras teorías favoritas. De esta manera es sumamente fácil obtener lo que parecen ser pruebas abrumadoras a favor de una teoría que, si la hubiéramos enfocado de manera crítica, habría sido refutada”.

Sin duda, Karl Popper lo expresa mejor y más sucintamente que yo; probablemente habría sido mejor citarlo sin más… ¡pero también menos divertido!

Intentaré ser más claro la próxima vez.

Saludos a ti también.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Goliat 0, David 1

En este mundo tan complejo, donde tanta gente se siente alienada por la sociedad de consumo, aprisionada por estructuras de poder que les excluyen y manipulan, o simplemente confundida por el diluvio de informaciones y la presión de la conformidad social, es fácil sobre-reaccionar en sentido opuesto y cultivar un victimismo suspicaz según el cual los grandes acontecimientos que trascienden a los medios y marcan el rumbo de la historia responden a las maquinaciones de distintos grupos de poder: la famosa conspiración judeo-masónica, el oro de Moscú, la gran banca, el protocolo de los sabios de Sión, la industria farmacéutica, el club Bilderberg… La lista es interminable, con entradas para todas las ideologías.

Pero la realidad no siempre es tan dócil como parece; una cosa es enardecer a los contertulios en la barra de un bar, y otra buscar la verdad con paciencia, rigor y tenacidad. Para empezar, hay un defecto formal de razonamiento en muchas de esas alegaciones: la noción de que si las cosas han producido un resultado digamos que de +5, es porque hay un individuo o grupo que quería exactamente ese +5. Eso se acerca bastante al animismo primitivo: como ha caído un rayo sobre esa roca y la roca se ha partido y luego se ha desplomado sobre la choza del vecino, eso quiere decir que los dioses le odiaban a mi vecino y por eso lo han matado. Según esa visión, detrás de cada acontecimiento, sea un arco iris o un terremoto, siempre hay “alguien”, al que además se le suelen atribuir las motivaciones humanas más rastreras. Aunque suene burdo, tampoco es tan distinto de cuando tropezamos con una piedra en el campo y nos revolvemos para darle una patada (¡para que escarmiente, claro!)… o de cuando buscamos culpables y tramas ocultas para explicar sin despeinarnos los enigmas más complejos de la historia.

En realidad, como sabe cualquiera que haya tenido una mínima experiencia tratando a colectivos humanos, el aparente resultado final de prácticamente cualquier acción que analicemos es consecuencia de la combinación de múltiples factores, a menudo divergentes o incluso contrapuestos entre sí, de modo que no se ajusta al 100% al impulso ni a los deseos de uno solo de los implicados. A lo mejor uno quería +78, otro -137 y otro +64: al final, a igualdad de fuerzas, todos se quedan en +5. Evidentemente, siempre habrá gente más o menos satisfecha con el resultado (y desde luego personas o grupos con más poder para promover sus intereses), pero es importante darse cuenta de que hay muchos ingredientes que determinan el potaje final. La vieja fórmula del cui prodest? (¿a quién beneficia?) no siempre vale para identificar al culpable, porque a menudo no existe un responsable único.

Además, con independencia de la verdad o falsedad de cada alegación –que hay que estudiar de forma individual y pormenorizada, aplicando la investigación libre y crítica– también hay por suerte ocasiones en las que el pez chico se come al grande, como muestra este enlace:


El descubrimiento del doctor Nissen, aparte de una buena noticia para los diabéticos que de ahora en adelante ahora no incurrirán sin saberlo en altos riesgos de infarto, aporta otro dato que debemos incluir en nuestra fórmula magistral: que esta sociedad, con todo lo injusta y disfuncional que es, también ofrece sustanciosas recompensas a quien sea capaz de ir en contra de las verdades establecidas y demostrar, como en el cuento, que el emperador está desnudo. Eso no exculpa ni justifica al sistema capitalista; tampoco garantiza que David siempre vaya a vencer a Goliat, aunque tenga la razón de su parte; lo único que hace es debilitar un poco la tentación de darle más credibilidad a cualquier explicación alternativa de los hechos sólo porque va en contra de la versión oficial.

Así pues, no es que tengamos que creernos a pies juntillas cualquier noticia que nos ofrezcan los medios de comunicación de masas sin ir más lejos, el sorprendente exceso de celo de la OMS sobre la supuesta pandemia de gripe A muestra con claridad los riesgos de semejante actitud. Pero sí hay que investigar mínimamente y de forma imparcial las perspectivas de todos los implicados en cualquier polémica. Eso quizá no nos libre para siempre jamás de cometer errores, pero los hará menos probables y nos mantendrá más en contacto con la realidad. En consecuencia, nuestro camino en el Dharma tendrá una base más sólida y así estaremos mejor preparados para ayudar a los demás, que es de lo que se trata en definitiva: de ofrecer un apoyo más firme en la realidad, no de vender fantasías consolatorias o escapistas para seguir enfangados en lo de siempre, sólo que ahora agradablemente narcotizados.