miércoles, 20 de mayo de 2009

El peso del conocimiento

Había cuatro budistas en un avión de camino al Himalaya.

Uno era un profesor de universidad que se consideraba a sí mismo la persona más lista del grupo, no sólo en cuanto al budismo sino por su capacidad intelectual. Él creía que estaba muy avanzado en el camino del Chan.

La segunda era una mujer que sólo era principiante, pero entendía sus limitaciones y seguía en el camino sin objetivos. Su destino era un monasterio.

El tercero era estudiante de un maestro Chan que había entrado correctamente en el camino del Guru Yoga y respetaba todos los caminos del Dharma.

El cuarto era un joven universitario que también era principiante en el budismo y simplemente quería disfrutar con el aura de espiritualidad del Himalaya. Su intención era pasear por las montañas y tratar con la gente corriente del país.

De repente hubo una gran explosión. El piloto del avión salió corriendo a la cabina y dijo: “Por desgracia los motores han fallado y el avión se va a estrellar en menos de cinco minutos. Yo me voy, pero vosotros sois cuatro y no quedan más que tres paracaídas en la cabina, así que tendréis que decidir quién salta y quién se queda a bordo y muere”. Luego, abrió la puerta y saltó diciendo adiós...

Todos se quedaron en estado de shock durante unos instantes. El primero en actuar fue el profesor, que rápidamente dijo: “Soy profesor de matemáticas, una ciencia importante, y soy el más listo de todos, así que es fundamental que sobreviva”. Entonces, sin consultarlo con nadie, agarró su pasaporte a la seguridad y saltó del avión.

Los otros tres, completamente paralizados por la situación, no sabían que hacer.

Al cabo de un rato, la mujer dijo: “No sé casi nada del Dharma excepto la compasión, así que es mejor que vosotros dos os salvéis y yo moriré con una sonrisa, pensando en la vacuidad de la vida y la muerte”.

El estudiante de Chan dijo: “No, mujer, con tanta compasión está claro que tienes que saltar antes que yo, y aparte de eso entiendo que mi camino es ayudar a los demás. Este es un buen momento para comenzar, así que salvaos los dos y yo seguiré aquí sin problema”.

El universitario que quería pasear por las montañas les miró a los otros dos y dijo: “No os preocupéis, de verdad. Tú puedes coger este paracaídas sin problema y tú, amigo mío, coge el otro”.

-“¿Y tú?”, dijeron la mujer y el estudiante Chan a la vez, estupefactos.

-“No os preocupéis”, dijo el chico, “yo salto con el otro paracaídas, porque el hombre más listo del mundo, ese que tenía un conocimiento tan profundo del Dharma… ¡ha saltado del avión con mi mochila!”.