lunes, 3 de junio de 2019

El enredo


En Japón se le llama jisei al poema compuesto justo antes de morir como despedida de la vida, a menudo por monjes y maestros budistas. La inmediatez de estos versos funciona a veces como una descarga saludable que nos despierta y nos quita de encima las telarañas de la mente cognitiva:

Con las manos vacías entré en el mundo,
descalzo lo abandono.
Mi llegada, mi partida –
dos simples sucesos
que se enredaron.

Más allá de su encanto literario, me pregunto: ¿qué relación guarda esto con la práctica del Dharma? Es cierto que el poema sugiere vaciarse de la propia identidad hasta quedar libre y ligero, pero eso no acaba de dar en el clavo. Hay una conexión más sutil.

Hablando de enredos, el Visuddhimagga, el tratado de meditación de Buddhaghosa, comienza comentando un pasaje de un antiguo sutra:

“El enredo interno y el enredo externo –
Esta generación está enmarañada en un enredo.
Por eso le pregunto a Gotama:
¿quién logra desenredar el enredo?”.

Gautama Buda y Kozan Ichikyo: dos personas de países diferentes, con siglos de distancia entre medias... y un mismo embrollo. ¿Cómo salir de él?

Lo que dice Kozan sobre el enredo me recuerda a la descripción de los efectos de la vipassana que enseñaba Shanjian. Tal como él la explicaba, esta práctica es lo contrario de los antiguos pasatiempos de algunos periódicos en los que había que “conectar los puntos” para que apareciera una imagen.

En la vipassana, se trata más bien de desconectar los puntos (“mi llegada, mi partida –dos simples sucesos”) que hayamos conectado (“se enredaron”) en nuestra propensión a fabular sobre nuestras aparentes existencias. La vipassana permite que los puntos aparezcan tal como son, en toda su sencillez, sin añadidos ni cuentos que establezcan falsas conexiones de identidad entre ellos. Entonces, como decía Shanjian en su idioma particular, solo “hay que hay”. Por eso Buda contestó así en el sutra a quien le preguntaba:

 “Un hombre sabio, bien asentado en la virtud,
que desarrolla el discernimiento y la comprensión,
un monje ardoroso y sagaz:
él puede desenredar el enredo”.

No sé si Kozan, que era un maestro Zen, practicaba vipassana pero sus versos destilan su esencia. En cuatro líneas, su biografía queda reducida a un enredo artificial entre dos hechos (“mi llegada, mi partida”) que ni siquiera guardan una relación necesaria entre sí, porque no hay “yo” y la aparente persona que nace no es la misma que la aparente persona que muere. Todo es ilusión. Kozan se va de este mundo tal como entró: sin nada –ni siquiera una historia personal a la que agarrarse (“descalzo”).

El sutra de Buda, el jisei de Kozan, la vipassana de Shanjian tres simples apoyos que nos pueden ayudar a desenredarnos.