lunes, 4 de febrero de 2008

Drugpa Kunley

A continuación, unas palabras de otro maestro rugiente en la mejor tradición del Dharma: Drugpa Kunley, el naljorpa o loco divino, un “radical libre” de efectos rejuvenecedores que afirmaba seguir el Mahamudra en la línea de Milarepa y que, según los relatos que nos han llegado de él, provocó rechazo y admiración casi a partes iguales en sus andanzas como maestro del Dharma por los Himalayas del siglo XV.

Si me volviera un Lama sería el esclavo de mis discípulos y acompañantes, y perdería mi libertad de acción. Si me hiciese un monje ordenado me obligarían a guardar la disciplina, y ¿quién puede guardar sus votos inquebrantablemente? Si me volviera un sabio debería comprometerme con el descubrimiento de la naturaleza de la mente –¡como si eso no fuera evidente de por sí! Que yo sea o no un mal ejemplo para alguien depende totalmente de la inteligencia del individuo en cuestión. Además, si un hombre está destinado a pasarse su tiempo en el infierno e imita a Buda, no se salvará; y si un hombre está destinado a la budeidad, el tipo de ropa que use es irrelevante y su actividad es natural y espontáneamente pura. Al desear una casa permanente, o al marcarse cualquier objetivo materialista, uno se desvía del camino porque fortalece la idea de “yo” y “mío”. En la medida en que se les rinde veneración a los monjes, su potencial para el apego emocional es tanto mayor que el del hombre común. Habitualmente es cierto que la motivación inicial para fundar un monasterio es el deseo de establecer un lugar donde los aspirantes puedan meditar. Eso es digno de elogio, pero cuando la necesidad de protección comunal da lugar a disputas en su seno y polémicas con su entorno, lo que en principio era un compañerismo sagrado se vuelve un cubil de ladrones porque todos sucumben a las motivaciones egoístas.

Es fácil celebrar y asumir como propias las palabras y acciones de este iconoclasta provocador y escandaloso por el ataque que suponen contra varias formas de rito, costumbre y creencia sancionadas por convención social y por la práctica budista; y es igual de fácil condenarlas y rechazarlas como episodios vergonzosos protagonizados por un gañán rijoso y sin escrúpulos. Pero, aparte del espíritu gozosamente libre que testimonian, es importante darse cuenta de que hay en ellas algo más que una provocación gratuita: una llamada a mirar más allá de superficie de las cosas, más allá de toda forma fosilizada por la rutina y la desidia, para recuperar la raíz viva que produjo esas formas en su día y cuya restauración actual puede exigir que se cuestionen y descarten aquellas que ya no sirvan, por muy venerables que parezcan.

Como de costumbre, los rugidos de estos maestros son llamadas a mantenernos bien despiertos y atentos a lo que hacemos –algo siempre saludable y especialmente bienvenido en tradiciones milenarias como el budismo, que ha desembarcado en Occidente hace relativamente poco, pero con una importante parafernalia acumulada a lo largo de siglos en culturas muy diferentes a la nuestra, lo cual nos exige en consecuencia un doble esfuerzo para entender bien cuál es la función y el propósito de cada ritual, cada ceremonia y cada práctica que propone.

Si no captas el espíritu de los Budas,
¿de qué sirve seguir las escrituras del Dharma?
Sin un aprendizaje con un maestro competente,
¿de qué sirven el gran talento y la inteligencia?
Si eres incapaz de amar a todos los seres como si fueran hijos tuyos,
¿de qué sirven la oración solemne y el ritual?
Si ignoras el único propósito de los Tres Votos,
¿qué ganas quebrantándolos uno a uno?
Si no comprendes que el Buda está dentro de uno mismo,
¿Qué realidad se puede encontrar fuera?
Si eres incapaz de fluir naturalmente en la meditación,
¿Qué se puede ganar luchando con el pensamiento?
Si eres incapaz de regular tu vida según las estaciones y el tiempo,
¿Quién eres sino un loco aturullado?
Si no se capta intuitivamente una perspectiva iluminada,
¿Qué puede ganarse mediante la búsqueda sistemática?
Si pierdes tiempo y energía, malgastando tu vida,
¿Quién reembolsará tus deudas en el futuro?
Aunque lleve ropa tosca y escasa, soportando grandes penalidades,
¿Qué gana el asceta con sufrir los infiernos en esta vida?
El aspirante que se esfuerza sin instrucción específica
no logra nada, igual que una hormiga que trepa por un montón de arena.
Recibir instrucción pero ignorar la meditación sobre la naturaleza de la mente
es como pasar hambre cuando la despensa está llena.
El sabio que se niega a enseñar o escribir
Es tan inútil como la joya de la cabeza del Rey Serpiente.
El loco que no sabe más que parlotear constantemente
No hace más que proclamar su ignorancia a todos.
Si entiendes la esencia de la Enseñanza, ¡ponla en práctica!

Así es. Entender es lo que cuenta, y luego practicar; pero primero hay que entender la esencia –que no es un resumen, sino el corazón– del Dharma. Una vez hayamos entendido esa esencia y la hayamos comprobado y llevado a su plena realización mediante la práctica, entonces sí seremos libres para hacer cualquier cosa, según las inclinaciones de nuestra propia naturaleza liberada –lo cual puede incluir aparentes atrocidades a los ojos píos de quienes siguen aprisionados por las formas, como en el caso de Drugpa Kunley. Pero antes hay que entender y practicar.

Así que si entiendes la esencia de la enseñanza, ponla en práctica; pero si no la entiendes todavía, ¡ponte a ello!

2 comentarios:

Unknown dijo...

Gracias.
Por este artículo, el de la mente, y todos los demás.

Fitus dijo...

Hola.........genial kunley........creo que capta la real esencia del budismo original......muy bueno......tambien es interesante su lado tantrico.......chau... un abrazo......