sábado, 29 de septiembre de 2007

Parole, parole, parole

Laozi afirmó en el Daodejing (Tao Te Ching): “El Tao que se puede nombrar no es el Tao eterno”. Prácticamente todos los que han alcanzado la experiencia más allá de la mente han insistido una y otra vez en que no se puede poner en palabras. Y, sin embargo, sólo sabemos de ellos porque en algún momento recurrieron a las palabras para darnos alguna pista sobre esta experiencia. Tiempo atrás, el poeta Bai Juyi (Po Chu-i) ya señaló esta contradicción aparentemente irresoluble:

“Los que hablan no saben nada;
los que saben se mantienen en silencio.”

Me dicen que estas palabras
las pronunció Laozi.
Si hemos de creer que Laozi
era él mismo alguien que sabía,
¿cómo es posible que escribiera un libro
de cinco mil palabras?

A veces, cuando hablan los sabios, lo mejor que puede hacer uno es callarse y escuchar sin arrojarse precipitadamente a sacar conclusiones sin llegar a ver qué puede haber detrás de la literalidad de lo que nos están diciendo.

Alguien le preguntó una vez al sabio indio Sri Ranjit Maharaj: “Si todo es ilusión, ¿es usted mismo una ilusión?”

A lo que él contestó: “¡Oh, sí! ¡Yo soy la mayor ilusión! ¡Todo lo que digo de todo corazón y tan francamente es todo falso! Pero lo falso que el maestro le dice puede hacer que usted alcance ese punto…

“De la misma manera, todas las escrituras y los libros mitológicos sólo están ahí para indicar ese punto, y cuando usted lo alcanza, se convierten en inexistentes, vacíos. Las palabras son falsas, sólo el significado que transmiten es verdadero. Son ilusión, pero dan un significado.

“Por consiguiente, todo es ilusión, pero para comprender la ilusión se necesita la ilusión. Por ejemplo, para quitarse una espina del dedo usted usa otra espina. Después, tira las dos. Pero si se queda con la segunda espina que usó para sacar la primera, seguramente se pinchará de nuevo. Para quitar la ignorancia, es necesario el conocimiento, pero, finalmente, los dos deben disolverse en la realidad. Su propio Ser es sin ignorancia, sin conocimiento. Por consiguiente, el maestro y el buscador son ilusión, porque son «Uno».

“Lo falso sólo puede ser eliminado por lo falso. Si se queda con la segunda espina, es decir, con el conocimiento, incluso si es una espina de oro, se pinchará. El ego es la única ilusión, y el ego es conocimiento. Se dice que, para atrapar a un ladrón, uno debe convertirse en ladrón. Entonces puede decirle: «Cuidado, estoy aquí y sé que eres un ladrón, de manera que no te atrevas a robarme». Pero usted no puede atrapar al ladrón, porque él tiene cuatro ojos y usted sólo tiene dos. Con una sola mirada, el ladrón repara en los objetos de valor y, si usted no está alerta, le despluma. La ilusión es como el ladrón, de manera que usted debe ser más fuerte que el ladrón. Su mente debe aceptar que todo es ilusión, sólo ilusión. Entonces será el «más grande entre los grandes».”

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