lunes, 12 de septiembre de 2011

Esos puntitos rojos...


A veces me pregunto qué valor tienen esos puntitos rojos que aparecen en el mapa-contador de visitas al blog.

Lo cierto es que nadie sabe qué significan realmente, más allá del dato escueto de que alguien ha pasado por ahí.

¿Cómo saber si la visita ha significado algo realmente para el visitante? Porque puede haber pasado exactamente igual que la luz por el cristal, sin dejar ni llevarse nada de nada.

Entonces, ¿aportan algo, aparte de motivos para que el ego se hinche o se desinfle según el volumen del ciber-tráfico?

Pero, pero, pero…

Imagínate –me digo a mí mismo– que cada punto rojo no representa solo a alguien que entra y sale de la página sino a alguien que se queda y lee algo.

Imagínate que esa persona no solo lee algo sino que entiende lo que se dice, mira más allá de las palabras y capta un aroma.

Imagínate que esa persona no solo entiende lo que se dice, mira más allá de las palabras y capta un aroma sino que va más allá de mi particular idiosincrasia y busca en mis fuentes, en el posible origen de ese aroma.

Imagínate que esa persona no solo va más allá de mi particular idiosincrasia y busca en mis fuentes sino que las encuentra –en mi caso, probablemente alguna página web del maestro Shānjiàn Dáshī.

Y ahí empieza de nuevo el ciclo: entrar en la página > quedarse y leer la página > entender lo que se dice, mirar más allá de las palabras y captar un aroma > ir más allá del autor y buscar en sus fuentes, pero ahora ya con posibilidades serias de que esa persona encuentre algo que le haga click y empiece a practicar el Dharma… y con dedicación, paciencia y perseverancia consiga una mayor apertura y florecimiento de su propia naturaleza humana.

Es una posibilidad remota, sí… remotísima incluso… pero potencialmente tan magnífica como para no bajar los brazos y resignarme a que este enorme caudal de sabiduría y compasión del que bebo se desparrame en el desierto y acabe por evaporarse sin beneficiar a nadie más.

Desde ahora, y al menos en este blog, el rojo es el color de la esperanza.

4 comentarios:

mikaela dijo...

Sí señor! Que no se desparrame.

un fuerte abrazo

Jué-shān 崫 山 dijo...

Ane:

Muy bien. Pues entonces, manos a la obra, oídos a la enseñanza... y culo al zafu!

Unknown dijo...

Veo que al menos somos dos puntitos a los que nos ha llegado ese maravilloso caudal.

Conocí a Shānjiàn Dáshī por su libro y luego la página web, finalmente sigo todas las publicaciones de este blog: experiencias compartidas que alientan mi práctica.

Saludos.

Jué-shān 崫 山 dijo...

De acuerdo, Alfon, ahora "solo" nos queda despertar.

Si no, el caudal se evaporará.

Suerte en tu camino.