jueves, 29 de septiembre de 2011

Lo que el viento se llevó... y trajo de vuelta


Su Tung Po, el célebre poeta de la dinastía Sung, era un budista devoto. Tenía un amigo íntimo llamado Fo Ying, que era un maestro Chan muy brillante. El templo de Fo Ying estaba en la orilla izquierda del río Yangtsé, mientras que la casa de Su Tung Po estaba en la derecha.

Un día Su Tung Po le hizo una visita a Fo Ying y, al ver que no estaba, se sentó en su estudio para esperar a que volviera. Como se aburría esperando, pasado un tiempo se puso a hacer garabatos en una hoja de papel que encontró tirada en el escritorio, y sus últimos caracteres decían: “Su Tung Po, el gran budista al que no pueden mover ni siquiera las fuerzas combinadas de los ocho vientos mundanos”. Después de esperar un rato más, Su Tung Po se cansó y se marchó a su casa.

Cuando Fo Ying regresó y vio la composición de Su Tung Po en su escritorio, añadió la siguiente línea: “¡Vaya estupidez! ¡Lo que has dicho es como tirarse un pedo!” y se lo envió a Su Tung Po.

Cuando Su Tung Po leyó el indignante comentario, se puso tan furioso que enseguida se montó en una barca, cruzó el río y corrió al templo de nuevo. Agarrando a Fo Ying del brazo, le gritó: “¿Qué derecho tienes a denunciarme con ese lenguaje? ¿Acaso no soy un budista devoto que solo se preocupa por el Dharma? ¿Estás ciego, a pesar de que me conoces hace tanto tiempo?”

Fo Ying le miró en silencio unos segundos, luego sonrió y dijo: “Su Tung Po, el gran budista que afirma que las fuerzas combinadas de los ocho vientos mundanos no lo pueden mover ni siquiera un centímetro, ahora se ve arrastrado hasta la orilla opuesta del río Yangtsé por un mero soplo de viento del ano!”

(Chang Chen-Chi, The Practice of Zen, p. 17)

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