domingo, 4 de septiembre de 2011

Esperando la lluvia

“Una persona experta no se vuelve arrogante debido a perspectivas filosóficas o pensamientos, porque no es de ese tipo; no se deja guiar por las obras religiosas o por la tradición, no se deja llevar a ninguno de los lugares de descanso de la mente”.

Cuando Buda habla de estos lugares de descanso de la mente, ¿a qué se refiere?

Suena como si la mente tuviera que mantenerse en movimiento perpetuo, como algunos tipos de tiburón que nunca se detienen, ni siquiera para dormir; pero en realidad habla de esas ocasiones en que la mente se “desconecta” y pone el piloto automático, abdicando momentáneamente de su responsabilidad investigadora para abandonarse a una autoridad ajena, sea una creencia, una tradición o un hábito. Es algo que hacemos todo el tiempo, en cuanto nos despistamos.

Parece como si Buda nos estuviera diciendo: “Cuidado, no os caséis con ningún concepto fijo –¡ni siquiera con el budismo! Cualquier apego a patrones rígidos no es vuestra propia naturaleza sino una forma de fosilización mental”. Eso significa que no podemos definirnos ni adherirnos a ninguna posición fija, a ningún “-ismo”: ni creencias, ni ideologías, ni gustos, ni una identidad sólida. Somos agua que corre; si nos paramos a descansar en esos lugares de la mente, nos congelamos; estamos muertos. La calidad de la atención y presencia que eso exige es algo tremendo.

Quizá sorprenda ver aquí a Buda como adalid de la fluidez, como si eso fuese una virtud exclusiva de los sabios daoístas y los maestros de artes marciales; pero también el sufí Rumi, en un contexto muy diferente, se hizo eco del mismo sentimiento: 

Quienquiera que ame Tu actividad creadora está lleno de gloria.
Quienquiera que ame lo que has creado no es un verdadero creyente.

Solo que Buda le imprime a esa advertencia un giro idiosincrático y espectacular, que para mí lo aleja definitivamente de la esfera religiosa: no se trata de adorar la actividad de un Dios creador, por magnífica que sea, sino de evitar caer en la trampa de tomar por reales las “creaciones” del único “dios” que existe –la mente (no el cerebro, sino la hidra de treinta cabezas en llamas que Buda presentó en el Sutra del fuego).  

Ahora que lo pienso, las palabras de Buda tienen además una aplicación colectiva que nos atañe a todos los que seguimos su guía. Si nos miramos al espejo, siendo sinceros, ¿hay alguna escuela budista que no se considere superior a las demás de forma abierta o velada? Unas destacan su autenticidad y fidelidad a los orígenes, otras elogian su enfoque directo y súbito, otras se consideran reservadas para los de mayor capacidad… pero es una cantinela que se repite por igual entre gentes de casi todos los caminos, ya sean Mahayana, Vajrayana, o Dzogchen. Prácticamente nadie se da cuenta de que hay distintas vías porque hay temperamentos diferentes o reconoce que no todas las vías son aptas para todo el mundo. Curiosamente, todos ellos se sienten aristócratas del espíritu; se diría que en el Dharma se desató desde el inicio una carrera de armamentos de tecnología meditativa que, mira tú por dónde, ha acabado por dejarles a la cabeza del pelotón. Lo cómico es que se parezcan tanto precisamente en sentirse especiales y mejores que las demás. Más les valdría olvidarse de competiciones y recordar las enseñanzas del Tathagata:

“No te formes perspectivas en el mundo ya sea mediante el conocimiento, la conducta virtuosa o las prácticas religiosas; igualmente, evita pensar de ti mismo como superior, inferior o igual a los demás.

“Los sabios se desprenden del ‘yo’ y al estar libres de apegos no dependen del conocimiento. Tampoco disputan sobre opiniones ni se asientan en ninguna perspectiva.

“Para los que no tienen deseos de cualquiera de los extremos del devenir o el no-devenir, aquí o en otra existencia, no hay conflicto con las perspectivas que mantengan los demás.

“Ellos no se forman la más mínima noción con respecto a perspectivas que hayan visto, oído, o elucubrado. ¿Cómo se les podría influir a esos sabios que no se agarran a ninguna perspectiva?”

Los antiguos sutras y shastras budistas son un tesoro de sabiduría y compasión, aunque siempre hay que mirar más allá de lo que dicen literalmente. Es una pena que tantos budistas –a excepción quizá de los Theravada– los pasen por alto. En vez de disputar sobre los méritos y excelencias de cada camino del Budadharma, ¿no sería mejor reconocer nuestra raíz común y cultivarla como lugar de encuentro? 

 
访, cháng cháng fǎng běn yuán
Vuelve a menudo a la fuente

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