domingo, 4 de septiembre de 2011

Khara-khoto, la ciudad negra


Cuando veo cómo el desierto del Dharma cognitivo e inane avanza por todas partes me vienen a la cabeza las imágenes de las ruinas de Kharakhoto, perdidas en el desierto del Gobi.

Kharakhoto fue una ciudad mongola de la Ruta de la Seda, visitada al parecer por Marco Polo en sus viajes, que albergó un inusitado florecimiento de la escuela budista Chan y Huayan de Zongmi entre los siglos xiii y xiv de nuestra era hasta que fue asediada y saqueada por las tropas chinas.

Hoy no quedan de ella más que cuatro pedruscos desperdigados entre el secarral, mientras el desierto, sometido a la dictadura inclemente del astro rey, extiende sus desolados dominios en todas direcciones hasta donde la vista se pierde.

¡Ay, Kharakhoto, qué terrible es tu mensaje!… Igual que el sol implacable no tolera la suave presencia de las estrellas, así la mente cognitiva agosta y calcina cualquier brizna de Dharma vivo en la vasta planicie deshabitada que controla. El suyo es un budismo yermo.

Sin embargo, también hay oasis en el desierto y de la noche más oscura puede brotar la llama de la esperanza. La misma “ciudad negra” que nos impone por su sombrío destino nos ha legado una imagen de Buda haciendo el mudra llamado bhumisparsa, justo antes de alcanzar el despertar bajo el árbol del bodhi, en memoria de su apelación a la madre Tierra como testigo de sus méritos frente al postrer desafío de Mara.
 

Por eso, ante el tenaz avance de las ardientes arenas del Dharma cognitivo, nosotros volvemos a los fundamentos y tomamos Refugio una y otra vez, no para huir de la realidad sino como afirmación de nuestro derecho como hijos virtuales del Buda a recuperar nuestra herencia natural y despertar a las ilusiones sanas y correctas de la mente, en beneficio de todos los seres.

Que Así Sea.

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