lunes, 26 de julio de 2010

Atrápalo si puedes


Aunque Dazhu Huihai fue parte del grupo que luego vendría a llamarse la escuela Hongzhou de Chan, supuestamente iconoclasta y opuesto a cualquier enfoque tradicional o ritual, el siguiente episodio muestra que dominaba los textos del canon budista y era capaz de defenderse perfectamente si alguien le retaba a ello. Nótese cómo el maestro Fa Ming, versado en las reglas monásticas, cambia de tercio y pasa a cuestiones de cierta erudición cuando se da cuenta de que está perdiendo la disputa en los términos que había planteado al inicio. Como un maestro de Taiji, Huihai lo frena y le da la vuelta en cada lance. Está claro que si alguien quería disputar con Huihai, lo hacía por su cuenta y riesgo:

Un maestro de la secta Vinaya llamado Fa Ming observó una vez: “Vosotros los maestros de Chan dais un montón de tumbos en la vacuidad del vacío”.
            M: “Al contrario, venerable señor, sois vos quien da un montón de tumbos en la vacuidad del vacío”.
            “¿Cómo puede ser?”, exclamó Fa Ming, atónito.
            M: “Las escrituras no son más que palabras –mera tinta y papel– y todo lo similar a eso no es más que un artilugio hueco. Todas esas palabras y frases se basan en algo que la gente oyó una vez –no son más que vacuidad. Vos, venerable señor, os aferráis a la mera palabra de la doctrina, de manera que por supuesto dais tumbos en el vacío”.
            P: “Y vosotros, los maestros Chan, ¿no dais tumbos en el vacío?”
            M: “No”.
            P: “Y ¿cómo así?”
            M: “Todas esas escrituras son producto de la sabiduría; y ahí donde opera la poderosa función de la sabiduría, ¿cómo podría haber tumbos en el vacío?”
            “Ah”, contestó Fa Ming, “por eso sabemos que a aquél para el que hay un solo dharma (doctrina) cuyo sentido no ha captado no se le puede llamar un Hsi-Ta (Siddham)”.
            “Venerable señor”, exclamó el maestro, “no sólo dais tumbos en el vacío; ¡incluso usáis mal la terminología budista!”
            “¿Qué término he usado mal?”, protestó Fa Ming, encendiéndose de rabia.
            M: “Pues, venerable señor, sois incapaz de distinguir entre una palabra china y una palabra india, así que ¿cómo vais a ser capaz de predicar?”
            P: “¿Podría el venerable maestro Chan señalarme mi error?”
            M: “Sin duda sabréis que Hsi-Ta (Siddham) es uno de los nombres del alfabeto sánscrito, ¿no es así?”.
            Aunque el maestro de Vinaya se dio cuenta de su error, aún seguía congestionado por la ira.
            Fa Ming volvió a preguntar: “Los sutras, el vinaya y los shastras son todos la enseñanza del Buda. Si los leemos, los recitamos, tenemos fe en lo que enseñan y actuamos en consecuencia, ¿cómo podemos fracasar a la hora de ver nuestra propia naturaleza cara a cara?”
            M: “Todo eso es como un perro que persigue un trozo de carne o un león que devora a un hombre. Los sutras, el vinaya y los shastras revelan la función de la propia naturaleza –leerlos y recitarlos son meros fenómenos que surgen de esa naturaleza”.
            P: “¿El Buda Amitabha tenía padres y apellido?”
            M: “Sí. El Buda Amitabha se apellidaba Kaushika. Su padre se llamaba Candra-Uttara y su madre se llamaba Belleza Excelente”.
            P: “¿De qué escritura procede esta información?”
            M: “De la Colección del Dharani”.
            Ante esto, Fa Ming hizo una reverencia como muestra de gratitud y se marchó entre expresiones de admiración.

Pero nada de esto eran meras ganas de llevar la contraria. Según la actitud de quien le interpelaba, Dazhu podía revelar más o menos de la verdad que él había experimentado directamente y que no se puede “agarrar” con palabra o truco alguno, sino sólo con una experiencia propia de similar calibre a la suya.

Cierto maestro del Tripitaka preguntó una vez: “¿Hay cambios en el seno del Absoluto (Bhutatathata)?”
            M: “Sí, los hay”.
            “Venerable maestro”, replicó, “os equivocáis”.
            Ante lo cual, el maestro le hizo la siguiente pregunta: “El maestro del Tripitaka ¿posee el Bhutatathata?”
            R: “Sí”.
            M: “Bien, si mantenéis que no sufre cambios, debéis de ser un tipo de monje muy ignorante. Sin duda habréis leído que un hombre instruido puede convertir los tres venenos (identidades) en los tres preceptos acumulativos; puede transmutar las seis percepciones sensoriales en seis percepciones divinas; puede transformar los impedimentos (kleshas) en bodhi y la ignorancia primordial en sabiduría suprema (mahaprajna). Así que, si suponéis que el Absoluto es incapaz de cambiar, entonces vos, que sois maestro del Tripitaka, sois en realidad un seguidor de la secta heterodoxa que sostiene que las cosas ocurren de forma espontánea (es decir, no como resultado de la ley de la causalidad)”.
            R: “Si lo exponéis así, entonces el Absoluto sí que sufre cambios”.
            M: “Y sin embargo, al sostener que el Absoluto sufre cambios sois igualmente herético”.
            R: “Venerable maestro, primero dijisteis que el Absoluto sufre cambios y ahora decís que no lo hace. Entonces, ¿cuál es la respuesta correcta?”
            M: “Los que han percibido con claridad su propia naturaleza, que se puede comparar a una perla-mani que refleja todas las apariencias, tendrán razón si dicen que el Absoluto sufre cambios e igualmente si dicen que no lo hace. Por otra parte, los que no han visto su propia naturaleza, cuando oigan algo sobre los cambios del Absoluto, se apegarán al concepto de mutabilidad; o, al oír que el Absoluto no cambia, se aferrarán al concepto de inmutabilidad”.
            “¡Ah, así que es cierto”, exclamó el maestro del Tripitaka, “que la secta del Chan del sur es demasiado profunda como para sondearla hasta el fondo!”

Este “sondeo hasta el fondo” sólo es imposible por lo que se refiere a la mente cognitiva; en cambio, el camino de zambullirse en su experiencia plena está abierto para los que tengan la afinidad necesaria con el Chan.

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