miércoles, 2 de enero de 2008

La iluminación del melocotón

A veces ocurren cosas extrañas de las que no obstante se extraen valiosas enseñanzas… ¡Nada se desperdicia en el sendero del Dharma!

Jué-shān: Hace unos minutos me ha pasado algo divertido: he tenido un momento de gran intimidad con un melocotón.

Lo he visto en la cesta de la fruta, lo he tomado en la mano y me lo he acercado a la cara. Sin proponérmelo, lo he sentido tan rotundo y tan frágil a la vez que eso me ha conmovido. No es que tuviera hambre, y por eso no me lo he comido; pero sí he sentido su peso en mi mano, he visto sus colores -rojo profundo con motas más claras, púrpura, naranja, amarillo… incluso alguna marca de tono gris azulado- y su forma deliciosa, irregular a la luz de la tarde pero perfecta en sí, con el pequeño hoyuelo donde se unía al tallo; he olido su aroma denso, he pasado la pelusa de su piel por mis labios y mejillas, hasta lo he golpeado con el dedo para calibrar cómo estaba de maduro (y el sonido me ha dicho que aún estaba un poco seco por dentro), y aún así nada de eso era la esencia del melocotón. Tampoco es que la esencia esté dentro de él, pues en su centro lo que hay es un hueso que irá a la basura cuando alguien se lo coma... Y sin embargo, siento que he conectado fugazmente con esa esencia, con algo inasible e inexplicable, pero emocionante; como si hubiera reconocido a un compañero de viaje extraviado hace mucho tiempo, tan presente como yo, tan efímero como yo.

Shān-jiàn: Has iluminado tu propia sensibilidad de las cosas. Pero has cometido un error. Has visto el exterior y la esencia... pero tienes que ver el hueso.

Ahí es donde está la llave del crecimiento y la belleza interna.

Mírate a ti mismo como si fueras este melocotón.

Sí, tú tienes la misma belleza externa (¡no tanta como el melocotón, seguro!, pero bastante). Tu inteligencia, tu cultura... todo eso es belleza. Pero hay un problema en tu caso... La sociedad y la educación te han echado por encima un polvo azul (pesticida) para hacerte más aceptable comercialmente; pero los secretos de ti mismo están dentro de ese hueso.

Mira dentro de los dos huesos y ve que no hay diferencias fundamentales. Encuentra el secreto de esta unidad y los detalles externos se desvanecen. El hueso, aun con la parte externa podrida, puede plantarse en la tierra del Dharma y la consecuencia es que si tiene el sol de las enseñanzas, el agua de tu meditación, y el humus rico de la tierra de tu constante vigilancia, puede crecer un árbol precioso con más frutas que se convierten en más árboles y más fruta, y así ad infinitum.

Es el Despertar del Melocotón.

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