jueves, 10 de enero de 2008

Amnistía natural

Al final de esta entrada hay un enlace en el que se glosa la vida de Peter Benenson, el fundador de Amnistía Internacional, fallecido hace ya casi tres años.

En ese texto, Benenson alude a un proverbio chino, el sabio no grita a la oscuridad, sino que enciende una vela, para explicar el impulso de su vida.

Como se ve, mutatis mutandis y salvando las distancias, no hace falta mucho más que una voluntad firme para obtener resultados sorprendentes; pero tiene que ser nada menos que una voluntad firme.

Era el año 1961. Un abogado británico de unos cuarenta años lee el periódico en el metro de Londres. Le llama poderosamente la atención un artículo. En él se cuenta la tragedia de dos estudiantes portugueses encarcelados. Su delito: brindar por la libertad en un céntrico restaurante de Lisboa. Siete años de prisión fue su pena en el Portugal del dictador Salazar. Benenson no cabía en sí de cólera. Salió del metro y entró en la iglesia Saint Martin in the Fields. Allí rezó “a todos los dioses de todos los mundos”. Y llegó a una triste conclusión: “La lucha de un solo hombre no vale nada”. Meses después llegaba el artículo en The Observer. Fue la primera campaña de Amnistía Internacional. En palabras del propio Benenson, Amnistía era la iniciativa en Londres de un grupo de abogados, escritores y editores que compartía “la convicción expresada por Voltaire: Detesto tus ideas, pero estoy dispuesto a morir por tu derecho a expresarlas”. Fue entonces cuando se abrió la puerta al activismo de los derechos humanos.

Cuando se cumplía el 25º aniversario de AI, Benenson tuvo una idea. Encendió –de nuevo recurre a Saint Martin in the Fields– una vela con alambre de espino enroscado. Fue un símbolo que se convertiría en el logotipo de la organización. “La vela”, dijo entonces Benenson, “no arde para nosotros, sino para quienes no hemos podido rescatar de prisión, para quienes fueron tiroteados de camino a la cárcel, para quienes fueron torturados, para quienes fueron secuestrados, para quienes desaparecieron. Para ellos es esta vela”.

Amnistía Internacional ha combatido las violaciones de los derechos humanos en todos los rincones del mundo, tarea reconocida con la concesión del Premio Nobel de la Paz en 1977. “La primera vez que encendí la vela”, relató Benenson, “tenía en mente el viejo proverbio chino: Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad”.

La actitud de este hombre de hacer algo movido por sus convicciones más profundas y nobles en favor de la dignidad de los demás seres es la misma del bodhisattva que decide entrar en el Samsara y trabajar en beneficio de la unidad de toda la vida.

Y, bien visto, ¿no está el Dharma genuino implicado en un proyecto similar? Claro que sí. Se llama Amnistía Natural: la lucha por la libertad de la propia naturaleza de todos los seres respecto de las trampas y violaciones de Mara (la personificación budista de los tres venenos), cuidando de la luz que hay dentro de cada aparente individuo.

Si la vemos con ojos budistas, esa misma vela que figura en el logo rodeada del alambre de espino de las injusticias y abusos políticos representa para nosotros la luz de nuestra propia naturaleza, aprisionada por las garras de Mara en quienes aún no la hemos liberado; sólo que, en vez de ser un homenaje a los caídos y derrotados, esa vela arde con la esperanza de que, algún día, todos seremos libres.

Encendamos cada uno nuestra vela y ayudemos a los demás a encender la suya, pues en el fondo son una y la misma.

Ánimo, cachorros de bodhisattva.


Texto completo:

http://www.elpais.com/articulo/agenda/Peter/Benenson/fundador/
Amnistia/Internacional/elpepigen/
20050227elpepiage_2/Tes

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