miércoles, 16 de abril de 2008

Más allá de los caminos trillados (1/2)


Algunos místicos que han alcanzado cierta liberación de las cadenas del ego afirman que, en comparación con la libertad que ellos han descubierto pero que es común a todos en potencia, los humanos actuamos por el contrario como si fuéramos animales en cautividad que desde su nacimiento han crecido en un recinto cerrado –una jaula que es sumamente eficaz porque es invisible: sólo existe en nuestra mente, en forma de condicionamiento social. En ese espacio reducido damos vueltas en círculos volviendo una y otra vez sobre nuestros pasos, repitiendo constantemente, aunque las apariencias apunten a lo contrario, el limitado arsenal de sensaciones, emociones y pensamientos con que nos hemos equipado en nuestro breve tránsito por el planeta. Por mucho que nos esforcemos, todas nuestras experiencias tienen un sabor parecido, pero esa rutina entre barrotes nos proporciona comodidad, porque es poco exigente; seguridad, porque nos cubre las necesidades básicas a la vez que ayuda a eliminar sorpresas y amenazas imprevistas; e incluso un cierto sentido de pertenencia, porque vemos a cientos o miles de personas más que dan vueltas como nosotros en jaulas parecidas a las nuestras. En estas condiciones, las barreras físicas se vuelven superfluas: una vez internalizada la mansedumbre, lo más probable es que nos neguemos a abandonar nuestra jaula incluso aunque la puerta se abra de par en par. Para bien y para mal, somos animales de costumbre.

El Dharma y el Dao enseñan de manera inequívoca que las palabras no tocan la verdad. Pero hay más: ni siquiera nuestras experiencias corrientes son fidedignas. Todo es ilusión. Debido a cómo funcionan los sentidos humanos (y la mente es otro sentido más, el sexto), sabemos que siempre hay filtros entre el mundo de “ahí fuera” y lo que solemos llamar “yo”; esto, que la psicología budista ha sostenido durante siglos, es algo que también ha confirmado la fisiología moderna. Hablando en términos figurados, la distancia que nos separa de la realidad exterior es insalvable por la distorsión que crea nuestra percepción. Más aún: no es sólo que los sentidos deformen la información cruda que nos llega desde fuera; es que en el fondo nunca respondemos a esa información en tiempo real, sino en diferido, con retraso según nos llega rebotada desde la memoria a la cognición que la interpreta. Creemos que estamos volcados hacia el mundo exterior pero, en un sentido muy fisiológico, somos como los individuos de la caverna de Platón: no vemos más que los segmentos de realidad que recoge la pantalla interna de nuestra mente, mezclado con los contenidos de la memoria que más en consonancia estén con los estímulos que llegan de fuera. Todo es ilusión –una ilusión moldeada, suplementada y levemente retardada en su paso por nuestro aparato sensorial. Cuando a eso le añadimos las palabras e interpretaciones cognitivas, solidificamos aún más nuestro exilio de lo que es.

La conclusión, chocante quizá pero inevitable, es que nos pasamos la vida obnubilados a la realidad, obedeciendo a los ecos un tanto fantasmagóricos que su influjo suscita en nuestra mente en combinación con los contenidos de nuestra memoria. Gran parte de la meditación que desarrolló el Buda llamada vipassana estaba orientada a poner de manifiesto esta circunstancia. No es ninguna sorpresa por tanto que tampoco la idea de “yo”, ese amasijo de estímulos e impulsos de diversa índole, resistiera al análisis minucioso de sus componentes que le aplicó Buda; el nombre que le dio a esta ausencia de núcleo sustancial y permanente que caracteriza a todos los fenómenos de este mundo de ilusión fue anatta. Pero eso sólo es la mitad de la historia; la otra cara de estas afirmaciones en apariencia ominosas es que hay una gran verdad del ser humano que aparece una vez han caído las medias verdades.

Aunque lo hayas amado como a ti mismo,
Como un ser de barro más puro,
Aunque su marcha apaga el día
Y le quita el encanto a todo lo vivo,
Que lo sepa tu corazón:
Cuando los semidioses se van,
Llegan los dioses.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenos días
Buscando información sobre el taoísmo he encontrado su blog. Verá usted, no conozco a nadie cercano a este mundo (digamos, del pensamiento-religiones del Oriente no musulmán) pero estoy muy interesado, y parece que usted algo sabe del tema.
¿Qué me recomendaría para leer, ver o visitar? Parece muy interesante, seguro que sabrá ayudarme.
Le saluda afectuosamente
Juan Carlos (Madrid)

Jué-shān 崫 山 dijo...

Hola Juan Carlos:

Todo depende de dónde quieras ir. Ahora no soy muy "fan" de los libros, pero reconozco que en su día leí alguno que me orientó (o desorientó, según se mire). Échale un vistazo, si quieres, a "El camino del Tao", de Alan Watts, que por lo menos es fresco y directo.

Si tienes interés en profundizar más, me puedes escribir a arkebra@yahoo.es para que te dé más pistas.