A veces un acontecimiento fortuito encierra enseñanzas más fecundas, si se saben ver, que cientos de volúmenes escritos por las plumas más ilustradas.
Juéshān: No te vas a creer lo que me acaba de ocurrir. Recién llegado de un largo paseo, me pareció que la silla que tenemos bajo el olivo me invitaba a una sesión de contemplación al aire libre.
Me senté y estaba empezando a disfrutar del placer de simplemente sentir, la mera experiencia de los canales abiertos y disponibles sin contenido alguno, cuando oí unas pisadas ligeras detrás de mí y a la derecha, que se acercaban a mí y luego se detenían.
¡Brindo por muchos años de vida y salud para ti, hermano zorro!
Shānjiàn: Mira a toda la naturaleza con los mismos ojos... Es la misma alegría y asombro... sólo que hay otros seres naturales que no salen corriendo.
Los vemos tan a menudo que olvidamos tratar a cada momento como si fuera el primero, y ése es nuestro problema. Ahora ve y contempla una brizna de hierba, un árbol, las nubes, con ojos primerizos... Ahí es donde está el Dharma, y el Tao.


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