Después de meses sin llover ni una gota, vuelven las lluvias, ahora con relámpagos y truenos.
La temperatura ha caído diez grados en minutos y el bochorno que pesaba sobre la ciudad se ha disipado como por arte de magia.
Es como si Cielo y Tierra se hubiesen reconciliado después de un largo distanciamiento. Las plantas y árboles de los jardines reciben con alegría el regalo que los limpia, nutre y renueva.
Nada de lo que encuentro en mi vida urbana me hace sentir tan vivamente la mudita budista -la alegría por la alegría de los demás cuando es natural y correcta, en armonía y equilibrio con el entorno.
Qué maravilla es el regalo de la vida, que el agua hace posible.
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