Maestro y
discípulo habían debatido sobre la mejor manera de hacer una reparación en la
casa mientras seguían sentados a la mesa, recién acabado el desayuno. Una vez de
acuerdo, se levantaron y se pusieron en marcha.
El
maestro salió el primero por la puerta. Al ver el día soleado y el cielo azul,
exclamó: “¡Ah, un buen día para trabajar!”.
El
discípulo, que le seguía de cerca, salió tras él y respondió: “También es un
buen día para no trabajar”.
El
maestro se rió.
Luego se
volvió a reír, esta vez más expansivamente, como saboreando a fondo el humor
del momento.
Después
los dos se pusieron manos a la obra, sin que hicieran falta más palabras entre ellos que
las estrictamente relacionadas con la tarea que tenían delante.
1 comentario:
Interesante este cuento a modo de Koan.
La duda: "¿Hago esto o hago aquéllo?", el remordimiento: "Tenía que haber hecho aquéllo en lugar de esto", las preferencias: "Prefiero estar haciendo aquéllo en vez de estar haciendo esto", generan estados interiores agitados que encubren nuestra verdadera naturaleza; nuestro Sí Mismo.
Hacer lo que ha de ser hecho natural y circunstancialmente a cada momento, sin dilación ninguna; ésta es la accion del Sabio. La Vida marca el tempo. Sólo hay que vaciarse interiormente para permitir que la "inteligencia vital" brote desde el más profundo centro. Ella hace a cada momento y nunca tiene dudas.
En relación con lo que he creído ver en este cuento me viene al recuerdo algo que escribí una vez:
Cuando no tengo "intención" de hacer nada el Mundo se sigue haciendo, y en este "hacerse el Mundo" me hago yo con él; así no termino "haciendo nada", sino haciendo natural y circunstancialmente "lo que ha de ser hecho" mediante este "dejarse hacer" por el Mundo, que todo lo hace.
Un cordial saludo : )
Publicar un comentario