martes, 5 de octubre de 2010

Una polémica tan antigua como el mundo mismo

Hay una cosa que se nos da muy bien a los humanos cuando las cosas no funcionan como nos gustaría: buscar culpables. Curiosamente, los culpables siempre suelen ser los demás, y nos encanta señalarlos con el dedo. Pero… a eso mismo se refería un antiguo sabio que entendía bastante de estos asuntos cuando habló de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

El problema es que, aunque a nosotros nos parezca lo contrario, denunciar las pajas en el ojo ajeno no nos quita la viga del nuestro. Al contrario, es un caso evidente de the pot calling the kettle black, como dicen en inglés (en el equivalente español más cercano, la sartén le dice al cazo “Apártate, que me tiznas”). El mundo está lleno de gente con ojos ciegos que va acusando a otros de estar tuertos. Es un círculo vicioso, que se perpetúa a menos que cada uno decidamos firmemente dejar de alimentarlo con nuestra propia contribución.

Al final, la cuestión clave es cómo emplear nuestra energía, que es limitada, en este mundo. Por suerte, las enseñanzas del Dharma nos ofrecen una nueva perspectiva cuando nos enfrentamos a la catástrofe que estamos organizando en todo el planeta:

Podemos dedicarnos a acusar a los demás sin pararnos a reflexionar sobre nosotros mismos, sin examinar honradamente si estamos contribuyendo en algo a la misma situación que denunciamos y sin cambiar nuestra conducta. Es lo más habitual y, a juzgar por los resultados, está claro que no soluciona nada porque no es más que una válvula de escape: fácil, gratificante y… estéril.

O podemos dedicarnos a trabajar para liberar nuestra propia naturaleza, en cuyo caso, si realmente estamos comprometidos, no hay demasiado tiempo para preocuparse por lo que hacen los demás ni tampoco por los grandes juegos de poder de esta sociedad enferma.

Entre medias hay muchas otras posibilidades, claro, y una de ellas es dedicarnos a investigar con una mente libre y crítica cuantas teorías oficiales o alternativas nos interesen. Hacerlo bien exige una mínima competencia técnica, además de mucha paciencia, trabajo, persistencia y honradez intelectual para desentrañar embrollos que suelen ser bastante peliagudos (aquí es donde es útil el racionalismo crítico para refinar nuestro enfoque lo más posible siguiendo criterios imparciales). Pero ese esfuerzo, incluso si produce resultados socialmente valiosos, es ajeno al trabajo del Dharma trascendental y puede robarle mucho tiempo –un tiempo que es necesario si es que de verdad estamos dedicados a ese camino.

A cada uno le corresponde decidir dónde va a poner su empeño. Al final todos volvemos al polvo de la tierra del que surgimos; ¿de qué vale ser el más cargado de razones del cementerio?

Creo sinceramente que nuestra propia transformación en verdaderos seres humanos es el mejor regalo que le podemos hacer al mundo.

Ése es el camino que se enseña en Mahabodhi Sunyata. Y, como decía un maestro indio recientemente fallecido, a nadie se le invita y todos son bienvenidos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta es la verdadera comprensión. Za-Zen

Unknown dijo...

Espero que este post no fuera a raiz del mensaje que publiqué anteriormente, porque entonces creo que lo malinterpretaste o no supe explicarlo (me quedé sin espacio).
Claro, pero primero tiras la piedra defendiendo el racionalismo crítico (bonitas palabras) y luego, cuando ves que juzgar sin hacer investigación no parece ser lo más sensato porque no hay tiempo y al final no sirve para lo que hacemos en el Dharma (y yo lo he hecho durante unos años), lanzar la acusación al aire de que "todos somos culpables", pues sinceramente, me parece demasiado fácil, y también un escape.

Pues yo no creo que ninguno seamos culpables. En nuestra naturaleza seguramente no estén impresas estas cosas, y todo esto es realmente consecuencia de la identidad, que es universal u omnipresente como dirían los cristianos.
Ello no quita que las cosas son como son... es más, SON COMO SON, y todos estos conceptos a los que nos apegamos son inventados por esta mente y no es la realidad...
No es que miramos en la paja del otro y no en la viga del nuestro, es que la paja del otro y la viga en el nuestro no son más que dos caras de la misma moneda. Si te fijas no es mas que una forma de desviar la culpa de un lado, al otro...

Saludos.