viernes, 27 de agosto de 2010

El pensamiento como sistema y la mente que gira sobre sí misma

Me ha parecido interesante incluir aquí una respuesta, acompañada de una larga cita de David Bohm, que preparé hace poco para un amigo que me había escrito dos largas cartas, llenas de palabras, argumentos y justificaciones, sobre las relaciones entre hombres y mujeres en esta nueva era: unas relaciones que siguen arrastrando todas las complicaciones ancestrales derivadas de la asimetría de sus respectivos relojes biológicos, sólo que aumentadas ahora por los desajustes que han provocado los fluctuantes roles sociales de unos y otras tras la “emancipación” femenina, y aderezadas con generosas dosis de incomprensión y reproches provocados por ese desencuentro.

En una cosa estoy de acuerdo con esas mujeres reivindicativas de las que hablas: en que ya no hay hombres. Lo que pasa es que, al denunciarlo, se les olvida la otra cara de la moneda: que tampoco hay mujeres de verdad.

Antes no lo veía así, pero después de mi aprendizaje en el Dharma esto para mí está muy claro: que somos una sociedad de hombres y mujeres incompletos, mutilados, que no se entienden a sí mismos ni tampoco unos a otros, pero que de todas formas quieren seguir teniendo “relaciones satisfactorias”. ¡Qué locura!

Está claro lo que quieren las mujeres: un hombre que sea buena persona; inteligente; con buen físico; sensible; alto; culto y educado; maduro pero con espíritu juvenil; varonil; compañero fiel; atento y considerado pero capaz de tomar el mando cuando las circunstancias lo requieren; con sentido del humor; ‘manitas’ en casa pero dispuesto a ayudar con los niños y la cocina; y, sobre todo, que esté locamente enamorado para siempre de ellas –y sólo de ellas.

Eso me recuerda a otro sueño, esta vez típico de los hombres: un coche que sea a la vez todoterreno y descapotable, con la potencia de un Porsche pero que gaste poca gasolina y sea ecológico como un Prius, amplio como un Hummer pero que se aparque como un Smart, duro y resistente como un Jeep pero llamativo y elegante como un Jaguar… y, si es posible, con un grifo de cerveza bien fría incorporado en el salpicadero y atendido por una azafata guapísima, simpatiquísima y sumamente liberal.

Me parece que las probabilidades de unos y otras de encontrar el objeto de su fantasía son aproximadamente las mismas… o, si acaso, mayores para los hombres (por el coche, no por la azafata).

En definitiva, insistir en ese camino es apostar a caballo perdedor. Todos hemos sido condicionados desde el nacimiento, e incluso antes, de manera que estamos impregnados de ese condicionamiento incluso cuando creemos que nos rebelamos contra él. Es cuestión de capas: siempre hay otra más profunda y, al fondo, está la mente que lo controla y manipula todo lejos de nuestra vista. Vivimos en la mente, con la mente y para la mente. Y el gran combustible de esa mente son las palabras. Al respecto hay unas reflexiones de David Bohm, un físico estadounidense muy interesado en cuestiones de ésas que llamamos “espirituales”, que resultan bastante sugerentes:

Así pues, uno se empieza a preguntar qué le va a ocurrir a la especie humana. La tecnología sigue avanzando con poderes cada vez mayores, ya sean para el bien o para la destrucción. […] ¿Cuál es la fuente de todos estos problemas? Lo que estoy diciendo es que la fuente es básicamente el pensamiento. Mucha gente opinaría que esa afirmación es una insensatez, porque el pensamiento es lo único que tenemos para solucionar nuestros problemas. Eso es parte de nuestra tradición. Sin embargo, parece como si la cosa que empleamos para solucionar nuestros problemas fuese la fuente de nuestros problemas. Es como ir al médico y qué él te haga enfermar. De hecho, en el 20% de los casos clínicos parece que ocurre eso. Pero en el caso del pensamiento, es mucho más que el 20%.

[…] La presunción tácita general del pensamiento es que sólo te dice cómo son las cosas y no hace nada más –que “tú” estás ahí dentro, decidiendo qué hacer con la información. Pero tú no decides qué hacer con la información. El pensamiento te maneja. El pensamiento, sin embargo, te da la falsa información de que tú lo manejas a él, que tú eres el que controla al pensamiento, cuando, en realidad, es el pensamiento el que nos controla a cada uno de nosotros.

El pensamiento está creando divisiones a partir de sí mismo y luego diciendo que están ahí de manera natural. Ése es otro gran rasgo del pensamiento: el pensamiento no sabe que está haciendo algo, y luego se pelea contra lo que está haciendo. No quiere saber que lo está haciendo. Y el pensamiento se pelea con los resultados, intentando evitar esos resultados desagradables mientras que sigue adelante con esa manera de pensar. Eso es lo que llamo ‘incoherencia sostenida’.

[…] Lo que quiero decir por ‘pensamiento’ es todo –el pensamiento, el sentimiento, el cuerpo, la sociedad entera que comparte pensamientos –todo es un mismo proceso. Para mí es esencial no parcelarlo, porque todo es un solo proceso; los pensamientos de otra persona se convierten en mis pensamientos, y viceversa. Por tanto, sería erróneo y engañoso separarlo en mis pensamientos, tus pensamientos, mis sentimientos, estos sentimientos, aquellos sentimientos… Diría que el pensamiento crea lo que en idioma moderno a menudo se llama un sistema. Un sistema quiere decir un conjunto de cosas o partes conectadas. Pero, tal como la gente usa el término hoy en día, significa algo cuyas partes son todas interdependientes –no sólo para su acción mutua, sino también para su sentido y para su existencia. Una empresa se organiza como un sistema –tiene este departamento y ese departamento y aquél otro. No tienen sentido por sí solos; sólo pueden funcionar juntos. Y el cuerpo también es un sistema. En cierto sentido, la sociedad es un sistema. Etcétera.

De la misma manera, el pensamiento es un sistema. Ese sistema no sólo incluye los pensamientos, sentimientos y emociones, sino que incluye al estado del cuerpo; incluye a la sociedad entera –ya que el pensamiento se transmite de persona a persona en un proceso mediante el cual el pensamiento ha evolucionado desde la antigüedad. Todo sistema está constantemente sumido en un proceso de desarrollo, cambio, evolución y transición estructural… aunque hay ciertos rasgos del sistema que se vuelven relativamente fijos. A eso lo llamamos la estructura… El pensamiento ha estado en constante evolución y no podemos decir cuándo comenzó esa estructura. Pero con el crecimiento de la civilización se ha desarrollado considerablemente. Probablemente se trataba de un pensamiento muy sencillo antes de la civilización, y ahora se ha vuelto muy complejo y ramificado y contiene mucha más incoherencia que antes.

Ahora bien, lo que yo digo es que este sistema tiene un fallo dentro –un “fallo sistémico”. No es un fallo aquí, acá o allá, sino un fallo que existe por todo el sistema. ¿Puedes imaginarte eso? Está en todas partes y en ninguna. Puedes decir, “Veo un problema aquí, así que voy a aplicar mis pensamientos a este problema”. Pero “mi” pensamiento es parte del problema. Tiene el mismo fallo que el fallo que estoy intentando observar, o un fallo similar.

El pensamiento está constantemente creando problemas de esta manera y luego intentando resolverlos. Pero en cuanto intenta resolverlos los empeora, porque no se da cuenta de que los está creando y, cuanto más piensa, más problemas crea.

Aunque Bohm no lo diga abiertamente, que yo sepa, la conclusión que se desprende de lo que afirma es chocante y provocativa: que estamos viviendo una descomunal alucinación colectiva, programada en el seno de la sociedad de forma más o menos inconsciente y automática mediante condicionamientos explícitos (escolarización, religión, servicio militar) y velados (familia, amigos, vida social). Esa alucinación empieza por “olvidar” lo que somos y desde ahí contamina los demás aspectos de la experiencia de cada aparente individuo –relaciones, trabajo, vida familiar, todo.

Para el Dharma todo eso es un error, evidentemente; no lo dice exactamente igual, pero se acerca bastante. La buena noticia es que hay otra manera de vivir en la que las manchas de nuestra naturaleza visceral, emocional y mental se limpian y el pensamiento cognitivo pasa a ser una herramienta nada más y no el jefe; es decir, se disuelve el espejismo, o al menos la seducción paralizante que ejercía sobre nosotros. La forma de hacerlo es con prácticas que se adentran en la parte no cognitiva de la mente –con meditación, enseñanzas y observación. Nadie lo puede hacer por ti; cada uno lo tenemos que hacer nosotros mismos. No es de extrañar que a pocos les interese, porque no hay recompensas muy golosas ni evidentes… “sólo” la posibilidad de acceder a la verdadera naturaleza humana, que el pensamiento no puede tocar, y recuperar nuestra integridad como hombres y mujeres no separados, en unidad con todo lo que existe.

Por eso, si lo ves claro, llega un momento en que las palabras quedan atrás. No es que no las uses más; es que ya no confías en ellas ni en el pensamiento cognitivo como manera de transformar la realidad y tu experiencia de ella. Ése es el momento en el que das el salto a la práctica y empiezas a aprender otro “lenguaje” y a tener otro tipo de experiencias.

La puerta siempre está abierta, pero pocos son los llamados… y, como dice Shanjiàn, pocos se eligen a sí mismos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por traer la cita de Bohm. Gran profundidad en las palabras. ;)

Unknown dijo...

.... y cuando parece que se ha quedado atrás, vuelve de nuevo...
Dentro de la sociedad esta mente está constantemente siendo excitada, y se puede aguantar un embite, dos, tres, o unos cuantos más, pero es difícil mantenerlo mucho más.