martes, 7 de septiembre de 2010

En nombre de la Ley

El maestro Shānjiàn recuerda de su infancia en Inglaterra cómo aún había ocasiones en que la policía, al perseguir por la calle a un presunto delincuente, podía gritar “¡Alto en nombre de la ley!” y todo el mundo se detenía, fuese lo que fuese lo que estaban haciendo –incluso el presunto delincuente.

Para mí fue una gran sorpresa oír esta historia, porque hasta entonces sólo conocía la expresión por los tebeos de la cutre España tardofranquista y pensaba que era una convención fantasiosa para darle algo más de color a sus peripecias. Nunca me imaginé que pudiera haber existido (y menos funcionado) en realidad.

Dice Laozi en el Dao Jing 32:

道常無名樸。
樸雖小天下莫能臣也。
侯王若能守之, 萬物將自賓。
天地相合以降甘露, 民莫之令而自均。


“El Dao eterno es sin nombre, llano y sencillo.
Aunque insignificante, no hay nadie en el mundo que pueda sojuzgarlo.
Si los marqueses y reyes fueran capaces de guardarlo,
todos los seres vivos seguirían espontáneamente su propia naturaleza.
Cielo y Tierra se unirían el uno con el otro para descargar dulce rocío,
nadie recibiría órdenes y sin embargo (todos) se equilibrarían por sí mismos”.

¿Qué da a entender Laozi en estas líneas? Algo parecido al ejemplo anterior de civismo británico, aunque en un plano más íntimo y profundo.

Hay una ley natural, el Dao, que está inscrita en la naturaleza de todas las cosas y los seres vivos. De todos ellos, el ser humano es el único que la ha emborronado al escribir sobre ella cientos o miles de otras reglas, normas, mandamientos y principios propios de su desarrollo malsano. Pero, a pesar de todas las tropelías que comete, el ser humano es incapaz de destruir su propia naturaleza; por eso puede regresar al Dao. Ése es el camino que muestra Laozi.

En un mundo ideal, los líderes de la sociedad conocerían y seguirían esta ley no escrita, y al hacerlo se alinearían con el orden natural de las cosas, del que el ser humano forma parte también. La gente, al llevar la ley inscrita en sus corazones, no necesitaría estímulos o coacciones externas para comportarse de manera natural y correcta.

En el mundo “real”, sin embargo, sabemos que a menudo hace falta mucha determinación, ánimo y perseverancia para siquiera echar a andar por la senda que lleva a la unión de Cielo y Tierra, y con suerte más allá.

Así pues, gracias a Buda, Laozi y otros maestros, nosotros podemos darle la vuelta ahora a la exhortación de los bobbies ingleses y proclamar en voz alta “¡Adelante en nombre de la Ley!”, sabiendo que esa Ley no es el código civil de ninguna nación existente sino la ley natural de equilibrio y armonía entre todas las cosas que llamamos Dharma y Dao.

¡Qué fantástico sería si los maestros de verdad pudieran salir a la calle, gritar “¡Adelante en nombre de la Ley!” y que todo el mundo dejara de inmediato lo que estuviera haciendo, sin importar lo que fuera, para ponerse a practicar el camino de vuelta a casa!

Francamente, no creo que vaya a ocurrir en un futuro próximo. Y, sin embargo, nosotros seguimos diciéndolo, para quien pueda y quiera escuchar…

Adelante en nombre de la Ley.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vamos todos, todos juntos, adelante en nombre de la ley a la otra orilla ;)

Gassho.