domingo, 4 de abril de 2010

La liberación no está en las palabras

A veces transfiero a la sección principal del blog algún comentario si creo que sirve para ilustrar una cuestión útil. Abajo incluyo uno reciente sobre la entrada anterior, junto con mi respuesta:


El ser humano, efectivamente, se comporta de forma egoísta, y probablemente desapareceremos por nuestros propios méritos o, quizá, a manos de una de las extinciones sobrevenidas que cíclicamente se han dado en nuestro pequeño planeta (una cierta cuestión de probabilidad). Los budistas, los cristianos, los musulmanes, los ateos y los nada, todos, jugamos a obviar el problema o a intentar solucionarlo, como si eso le importara algo al universo.


Nos creemos importantes, y esa importancia busca su propia sustancia en nuestras creaciones mentales, en nuestras propias estructuras del pensamiento, ya sean religiosas, bondadosas, vitalistas, nihilistas o lo que nos dé por inventar.


La liberación no existe. No hay nada que podamos liberar, y aunque jugáramos –juguemos– a hacerlo y lo consiguiéramos –consigamos–, no tendría absolutamente ninguna trascendencia.


¿Qué nos enseña si no el devenir del hombre hasta nuestros días?


Anónimo:


¿Qué es para ti la liberación? ¿Cómo sabes que no existe?


“Supongamos que todo el mundo tiene una cajita con algo dentro, a lo que llama escarabajo. Nadie puede mirar dentro de las cajas ajenas y todo el mundo dice que sabe lo que es un escarabajo mirando al suyo. En tal situación, sería perfectamente posible que cada uno tuviera algo distinto en su caja, e incluso que ese algo estuviera cambiando constantemente. ¿Tendría sentido la palabra escarabajo en el lenguaje de esa gente?” (Ludwig Wittgenstein, Investigaciones Filosóficas, párrafo 293).


Es decir, las palabras son cajitas que pueden tener dentro varias cosas: una experiencia, un concepto, una opinión (fundada o infundada), etc. Sólo porque todas las palabras tengan la misma apariencia por fuera no quiere decir que todas contengan lo mismo por dentro.


Presentar palabras llenas de conceptos y opiniones como si contuvieran experiencias de verdad es lo mismo que ir a una tienda y pretender pagar con billetes del Monopoly.


Detrás de su ruido y furia, lo que tus palabras dejan traslucir es que no has conocido la experiencia de la liberación. Por eso, como tú no la has alcanzado, crees que nadie más la puede alcanzar.


Eso es tan absurdo como si, por ejemplo, no supieras chino y por tanto creyeras que ese idioma no es más que un galimatías que no comunica nada, una especie de farol que algunos se tiran sólo para darse aires y engañar a los incautos.


Pero hay gente que habla en chino... y, es más, se entienden entre sí.


Entonces, ¿qué hacer?


Si, como sospecho, no las tienes todas contigo en cuanto a que no haya liberación, ¿qué es más sensato? ¿Irrumpir en una conversación donde nadie te ha llamado dando voces para disuadir a los demás de que aprendan ese idioma? ¿O buscarte un buen maestro que te enseñe para que seas capaz de ver más allá de tus ideas y opiniones?


En el primer caso, te asegurarías tener algo de compañía en tu sufrimiento –un pobre consuelo, en mi opinión. En el segundo, que requiere bastante más coraje y esfuerzo, a lo mejor podrías aprender algo valioso de verdad para ti y para los demás.


La elección es tuya. Como siempre, te deseo buena suerte en tu camino.


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