viernes, 30 de septiembre de 2016

La destrucción creativa

Todo en este mundo está en perpetuo cambio y los equilibrios que percibimos en él son precarios. El clima cambia, los paisajes se transforman, las especies aparecen y se extinguen... En otro contexto, alguno ha llamado "destrucción creativa" a este proceso continuo. Esta evolución natural es lo que nos ha traído hasta aquí y nos ha hecho como somos.

Pero ahora los humanos vemos que esa evolución ya no es del todo natural, porque nosotros mismos  estamos interviniendo en ella de forma determinante. Entonces nos aplicamos al estudio de los ecosistemas y, desde nuestra nueva conciencia ecológica, entronizamos la biodiversidad como algo que hay que mantener a toda costa.

En España, por ejemplo, ahora se alimenta a los buitres de forma artificial para mantener sus poblaciones, ya que el abandono del campo ha hecho desaparecer los animales que les servían de pasto. Cada cierto tiempo se les echan cadáveres al comedero designado; ¡quién sabe si incluso les ponen mesa y mantel y los convocan al banquete con una campanilla! Lo mismo pasa con otras especies consideradas protegidas o en peligro de extinción.

Pero, mal que nos pese, la extinción de especies es lo más natural que hay. Ha sido una constante en la historia de la vida en la Tierra y la naturaleza siempre ha encontrado una manera de sobreponerse, desplegando unos recursos y una creatividad asombrosos. ¿Por qué insistimos nosotros en preservar especies cuando el ecosistema que las sustentaba ha desaparecido? No defiendo que se destroce la naturaleza alegremente y sin contemplaciones, pero ¿cuál es nuestra verdadera motivación al intentar conservar ciertas especies y no otras? Desde luego, no parece que tengamos mucha confianza en la Madre Naturaleza y su sabiduría ancestral...

Estamos en una era geológica que algunos llaman "antropoceno", en la que el ser humano se ha erigido en el máximo depredador de las demás especies y está dejando una huella sin precedentes en la Tierra. Es, desde luego, un status quo satisfactorio para nuestra identidad, porque por ahora ninguna otra especie parece amenazar nuestro dominio y control del planeta -solo nosotros mismos.

Por eso mismo, nuestro interés por preservar ciertas especies y ecosistemas también se puede ver de otra manera. Si la evolución natural es una película infinita, sin guion ni director conocido, el ciego conservacionismo equivaldría a congelar esa película (la constante evolución de las especies, con sus inevitables extinciones pero también con sus apariciones novedosas) en un solo fotograma, que se juzga valioso porque no supone un peligro para nuestra comodidad, seguridad ni dominio.

Entonces, este ecologismo superficial que insiste tozudamente en la biodiversidad, ¿es en realidad un amor desinteresado por la vida en sí o solo el egoísmo humano que pretende conservar un ecosistema que no nos amenace y nos proporcione cierto esparcimiento, adorno y compañía, incluso ahora que los humanos nos hemos convertido de hecho en la mayor amenaza para la biosfera? ¿Estamos trabajando a favor de la vida natural, en todo caos y su gloria, o más bien tratando a la naturaleza como si fuese un bonsai -un juguete domesticado a nuestra conveniencia?

Son preguntas que no hacen muchos amigos, pero que no puedo dejar de plantearme...

3 comentarios:

Infinitocero dijo...

Opino que más de uno/a lo ha pensado y no se ha atrevido a expresarlo.

Sin embargo, me parece que se podría añadir un matiz más de considerable importancia. Éste es la idea de que incluso esta fase egoísta del Hombre, que algunos llaman Antropoceno, no se sale del, podría denominarse, "camino natural de la evolución cósmica". En consecuencia, este aparente error "conservadurista" presente en esta fase egocéntrica, y todos los demás errores que puedan ser conceptualizados, estarían dentro del proceso evolutivo cósmico, al igual que lo está la "destrucción creativa" de la Naturaleza. La gran revelación de la experiencia budista es que nada escapa a la evolución cósmica, ni aquello que consideramos acierto ni aquello que consideramos fallo, ni aquello que consideramos materia ni aquello que consideramos mente; así, la mente egoísta y todos los aciertos y abusos que ésta comete forman parte de dicha Evolución.

Un cordial saludo.

Jué-shān 崫 山 dijo...

Hola Infinitocero:

Mi sentimiento personal es que lo único que importa de verdad es la vida; no mi vida, ni la vida de la especie humana, sino la Vida en sí -un milagro asombroso cuando consideramos las dimensiones del universo y los eones de tiempo que ha tardado en aparecer, pero algo muy precario que los humanos ya tenemos la capacidad de aniquilar (al menos, en la Tierra).

Cuando se habla de "evolución cósmica", a mí me sugiere la idea de un gran plan dirigido por alguna entidad sobrehumana... algo que tiene poco que ver con mi experiencia budista. Prefiero aplicar la navaja de Ockham: "entes non sunt multiplicandae praeter necessitatem".

Entonces, si no hay un gran diseño ni un diseñador del universo, esa "evolución cósmica" no es más que el discurrir natural de los acontecimientos: puro azar sin metas ni objetivos.

Y que en esos términos haya surgido algo tan precioso como la Vida, que naturalmente quiere siempre más vida, y que nosotros, que podíamos ser sus guardianes, nos convirtamos por el contrario en sus verdugos... vaya, no es como para tirar cohetes.

La vida es el milagro, y la conciencia que hace posible... Esa es para mí la gran revelación de la experiencia budista, más acá de cualquier conceptualización. Sería una lástima tirarla por la borda, aunque parece que ese es el camino que hemos elegido...

Infinitocero dijo...

No sé latín, así que no entiendo lo que dice. Pero creo que la expresión de "la navaja de Ockham" se refiere a que "de todas las explicaciones posibles tomaremos siempre la más sencilla".

Cuando hablo de "evolución cósmica" me refiero en realidad al Universo dependiente únicamente de sí mismo, generado por sí mismo, creando en sí mismo y por sí mismo, contenido en ninguna otra cosa que sí mismo, y así desde siempre y para siempre... Una gran Conciencia Cósmica Infinita y Eterna Vacía de contenidos físicos y mentales que se escinde en el Universo, en los muchos, en los contenidos físicos y mentales. Y cuando lo hace, "se olvida de sí". A través de la evolución cósmica, la materia da paso a la vida celular, de ahí a los organismos pluricelulares, de entre éstos aparecen los mamíferos, y de entre estos finalmente aparece el Hombre... Así, la conciencia olvidada de sí se hace cada vez más consciente, y sólo en el Hombre puede por último reconocerse como la gran Conciencia Infinita y Eterna que es; el juego ha, entonces, terminado, y vuelta a empezar en otro ser humano. Este reconocimiento último se ha dado en diversidad de hombres y mujeres de toda la Historia y de todas las religiones. En realidad, sólo hay una verdadera espiritualidad que se expresa culturalmente de muchas formas, dependiendo del tiempo y lugar en que la conciencia cósmica despertara a través del personaje (Buda, Jesucristo, Meister Eckjhart, San Juan de la Cruz, Sta. Teresa de Ávila...). Otra cosa es lo que las personas hicieron después con la comprensión que estos hombres y mujeres les entregaron a través de los textos que escribieron; lo que hicieron fue las diferentes religiones. Esto que relato no es una teoría que yo me he querido montar. Tiene más que ver con una especie de comprensión que me sobrevino hace unos años, a través de una fulminante experiencia que pondría de rodillas al más aférrimo de los ateos. Yo mismo era ateo cuando esto ocurrió. Ateo y descreído de la vida. Con profundos deseos de morir entonces, de no haber nacido nunca... Ahora sé que, si bien no hay un Dios ajeno al Universo que lo creara, el Universo mismo podría entenderse como ese Dios (pero no un Dios personal), como esa conciencia infinita y eterna que no conoce otra cosa que a sí misma. Y que cuando morimos, cuando todo muere, nuestro yo, lo que fuimos, nuestras familias, nuestras posesiones, todo eso se entierra en el más profundo olvido y sólo queda la Gran Conciencia. Desde nuestra perspectiva egóica da mucha pena pensar que nuestros seres queridos ya no serán más cuando fallezcamos. Pero no hay que tener miedo o desesperanza por ello, porque esta conciencia cósmica o búdica es mucho más, mucho más... el sabor de la eternidad y la infinitud no tiene parangón.
Cuando esto me ocurrió necesitaba imperiosamente gestionarlo. Era consciente de que si iba a un psicólogo lo calificaría como alguna especie de brote psicótico o algo así. Entonces comencé a buscar lecturas que me ayudaran a asimilar la experiencia. En el Budismo, en concreto en el Zen, encontré la herramienta.

Siento que me he extendido demasiado y me he ido bastante del tema inicial, pero toda esta explicación ha tenido que ver con reforzar mi explicación anterior.

Un cordial saludo.