martes, 6 de enero de 2015

Palabras como ascuas


A veces hay quien denuncia la aparente contradicción de la idea budista de que las palabras no valen porque, obviamente, en el Dharma se valoran y respetan las palabras de los maestros de la tradición. ¿Hay algo más ahí, aparte de lo que se capta a simple vista?

En realidad, la vida y las experiencias de los maestros del Dharma son algo intangible para nosotros, como una danza que tuvo lugar y se desvaneció hace tiempo. Afortundamente, no todo se perdió; atrás han quedado algunas huellas, como los rescoldos de una hoguera moribunda.

Muchos de los que tuvieron experiencias como el despertar recurrieron a las palabras para comunicar lo que es, aunque todos afirman que no se puede poner en palabras. Es un dilema ineludible, que cada uno afronta y resuelve lo mejor posible.

Esas palabras no son valiosas en sí, como reliquias de un fuego apagado que debemos venerar como algo grandioso pero irrepetible; sería absurdo adorarlas con devoción ciega mientras van perdiendo calor hasta quedar convertidas en carbón inerte en nuestras manos. Son preciosas porque son como ascuas que conservan algo del fuego de la experiencia con el que ardieron; y ese fuego a su vez tampoco debe ser adorado en sí, porque lo que importa es la luz y el calor que irradia: la sabiduría y la compasión que se pueden despertar en nosotros, cada uno a nuestra manera, si hacemos buen uso de las ascuas-palabras de los maestros que han sobrevivido al paso de los siglos.

Así, lo que está más allá de las palabras es una puerta a lo que está más allá de las ascuas, ahí donde las experiencias de los maestros nos pueden tocar y encender con el mismo fuego que encendieron ellos, en beneficio de todos los seres.

Por eso enciendo una vela dentro de mí y rezo fervientemente por que se produzca este santo contagio que reviva en todos nuestra propia naturaleza de compasión y sabiduría.


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