miércoles, 17 de diciembre de 2014

Carnaval budista



Hay un rezo tradicional del bodhisattva Avalokiteshvara que dice:

Mientras el espacio perdure
Y mientras los seres sintientes sigan existiendo,
Que yo también pueda seguir existiendo
Para disipar el sufrimiento del mundo.

¿Te imaginas algo más remoto que la extinción de todos los seres vivos, o más inconcebible que la desaparición del espacio-tiempo? ¿Puede haber voto más generoso que retrasar la propia liberación hasta que todos, incluidos los pederastas más repugnantes y los genocidas más abominables, se hayan liberado?

Los maestros afirman que mientras practiquemos para nosotros mismos, nuestra práctica será en vano. Tenemos que hacerlo en beneficio de los demás; solo entonces la práctica también será eficaz para nosotros mismos. Esta pescadilla que se muerde la cola, en la que hay “yo” y “otros” en un mundo de cosas separadas por el espacio y el tiempo, responde a la comprensión más rudimentaria de la bodhicitta, que en Occidente suele asimilarse a la compasión cristiana.

Pero en realidad la bodhicitta es otra cosa: es, literalmente, la “mente del despertar”. Y esa mente del despertar apunta a que la separación entre uno mismo y el mundo que creamos y nos creemos es artificial: tú eres el mundo, no un fragmento aislado en busca del cordón umbilical perdido que te conecte de nuevo al universo.

Por eso, en cuanto te pones a practicar con el beneficio de los demás en mente, ya has cambiado el mundo. Ayudar a los demás no es distinto de ayudarse uno mismo; la pescadilla que se muerde la cola se disuelve entonces en un círculo sin principio ni fin, sin “yo” ni “otros” más que como ilusión útil.

Esta es la comprensión más profunda de la bodhicitta budista, la que ve que uno mismo y el mundo no somos dos. Todo es una misma vida, y nuestras actitudes, intenciones y acciones repercuten en sus miles de millones de terminales, que se nos presentan a los sentidos como esos “demás seres”. Los sabios de la tradición Huayan le llamaron a esa relación de interdependencia “la red de joyas de Indra”.

Los demás somos nosotros, disfrazados por la mente.


No hay comentarios: