viernes, 2 de octubre de 2009

Ramón y Cajal: la actitud correcta

Sigo dándole vueltas al curioso maridaje que resulta de combinar las enseñanzas de Buda con las ideas de Ramón y Cajal, al hilo de las Reglas y consejos sobre investigación científica de este último. Muchas veces hemos oído decir que el budismo es científico, como si eso lo convirtiera en más moderno, justificara su popularidad actual y lo colocara en condiciones de desbancar a otras vías que se tienen por competidoras. En apoyo de estas ideas se suelen citar pasajes como el famoso Sutra de los kalamas, que establece la experiencia propia, por encima de cualquier autoridad externa o secundaria, como juez supremo en el Dharma y señala que el criterio último de los méritos de cada camino deben ser sus consecuencias prácticas, aunque contrastadas también con la opinión de los que aceptamos como sabios:

¡Kalamas! Es propio para vosotros dudar y tener incertidumbre; la incertidumbre ha surgido en vosotros acerca de lo que es dudoso. ¡Kalamas! No os atengáis a lo que ha sido adquirido mediante lo que se escucha repetidamente; o a lo que es tradición; o a lo que es rumor; o a lo que está en escrituras; o a lo que es conjetura; o a lo que es axiomático; o a lo que es un razonamiento engañoso; o a lo que es un prejuicio con respecto a una noción en la que se ha reflexionado; o a lo que aparenta ser la habilidad de otros; o a lo que es la consideración: “Este monje es nuestro maestro”. ¡Kalamas! Cuando sepáis por vosotros mismos: “Estas cosas son malas; estas cosas son censurables; estas cosas son censuradas por los sabios; cuando se emprenden y se siguen, estas cosas conducen al daño y al infortunio”, abandonadlas. (…) Cuando sepáis por vosotros mismos: “Estas cosas son buenas, estas cosas no son censurables; estas cosas son alabadas por los sabios; cuando se emprenden y se siguen, estas cosas conducen al beneficio y la felicidad”, entrad y permaneced en ellas.

A pesar de las intenciones elogiosas con las que se suele trazar este paralelismo entre Dharma y ciencia, si somos rigurosos tenemos que admitir que no es del todo cierto. Es evidente que la enseñanza de Buda tiene un marcado sabor analítico, que sobresale especialmente cuando se compara con otras vías llamadas espirituales o religiosas. Hay sin duda amplio campo en su práctica para la observación, la formación de hipótesis que expliquen los datos observados, la experimentación (en forma de prácticas de meditación) y el análisis de las experiencias ocurridas durante la práctica; al menos, según los textos antiguos, podemos entender que ése fue el método que empleó Siddhartha Gautama en su camino al despertar. Pero, al ser una disciplina interna, cuyo laboratorio es la mente y cuerpo de cada uno, no se orienta a fenómenos “objetivos”; tampoco sus hallazgos son falsables o replicables por cualquier observador externo en condiciones similares, ni están sujetos al escrutinio de colegas de formación y cualificaciones parejas que los revisen para aprobarlos o refutarlos. Al ser sus experiencias internas, no admiten un juez desde fuera. El Dharma no es una antorcha que se pasa de mano en mano; es un fuego en el que se entra para prenderse con su llama viva. En el corazón de esa llama está la misma experiencia seminal que dio origen en su día a la enseñanza de Buda; ahí sí podremos comprobar la verdad o falacia del Dharma, si tenemos la confianza de entrar suficientemente a fondo en él, tal como han hecho varios maestros que han confirmado en sus vidas, “desde dentro”, el Dharma original.

Salvando las distancias, lo que defiende Ramón y Cajal con respecto al método que debe seguir el científico es sumamente pertinente al camino del Dharma –una actitud que, si sabemos leer entre líneas, pasando por alto el estilo algo ampuloso del insigne neurólogo y su afán por la gloria personal y patriótica, puede también aportar claves útiles sobre cómo colocarnos frente a nuestra experiencia en la vida diaria. Es, a fin de cuentas, una divisa que bien podrían abrazar en especial quienes echan a andar por la senda del Dharma de Buda; porque, aun reconociendo la distinción que hemos planteado entre el plano objetivo de la ciencia clásica y el subjetivo de la práctica espiritual, pocas actividades del espíritu humano pueden contribuir tanto a sanear y fortalecer nuestra práctica del Dharma como la investigación científica, con su búsqueda de verdades contrastables y universales por encima de los apegos egoístas y las limitaciones de entendimiento y experiencia de cada uno que inevitablemente salen a nuestro paso en la práctica espiritual como obstáculos a nuestro crecimiento y desarrollo como verdaderos seres humanos.

Imaginada la hipótesis, menester es someterla a la sanción de la experiencia, para lo cual escogeremos experimentos y observaciones precisas, completas y concluyentes. Imaginar buenos experimentos es uno de los atributos característicos del ingenio superior, el cual halla manera de resolver de una vez cuestiones que los sabios mediocres sólo logran esclarecer a fuerza de largos y fatigosos experimentos.

Si la hipótesis no se conforma con los hechos hay que rechazarla sin piedad, e imaginar otra explicación exenta de reproche. Impongámonos severa autocrítica, basada en la desconfianza de nosotros mismos. Durante el proceso de comprobación, pondremos la misma diligencia en buscar los hechos contrarios a nuestra hipótesis que los que puedan favorecerla. Evitaremos encariñamientos excesivos con las propias ideas, que deben hallar en nosotros no un abogado, sino un fiscal. El tumor, aunque propio, debe seer extirpado. Harto mejor es rectificar nosotros que sufrir la corrección de los demás. Por nuestra parte, no sentimos la menor mortificación al abandonar nuestras ideas, porque creemos que caer y levantarse sólo revela pujanza; mientras que caer y esperar una mano compasiva que nos levante, acusa debilidad.

Confesaremos, sin embargo, los propios dislates siempre que alguien nos lo demuestre, con lo cual obraremos como buenos; probando que sólo nos anima el amor a la verdad, granjearemos superior consideración y estima para nuestras opiniones.

El amor propio y la soberbia nos arrebatan el placer soberano de sentirnos escultores de nosotros mismos, la fruición incomparable de habernos corregido y superado, refinado y perfeccionado nuestra máquina cerebral, legado de la herencia. Si alguna vez es disculpable el engreimiento es cuando la voluntad nos automodela o recrea, actuando, por decirlo así, en función de demiurgo soberano.

Si nuestro orgullo opone algunos reparos, tengamos en cuenta que, mal que nos pese, todos nuestros artificios serán impotentes para retardar el triunfo de la verdad, que se consumará, por lo común, en vida nuestra, y será tanto más lamentable cuanto más enérgica haya sido la protesta del amor propio. No faltará, sin duda, algún espíritu displicente, y acaso malintencionado, que nos eche en cara nuestra inconsecuencia, despechado sin duda porque nuestra espontánea rectificación le privó de fácil victoria obtenida a costa nuestra, mas a éstos les contestaremos que el deber del hombre de ciencia no es petrificarse en el error, sino adaptarse continuamente al nuevo medio científico; que el vigor cerebral está en moverse, no en anquilosarse, y que en la vida intelectual del hombre, como en la de las especies zoológicas, lo malo no es la mudanza, sino la regresión y el atavismo. Variación supone vigor, plasticidad, juventud; fijeza es sinónimo de reposo, de pereza cerebral, de petrificación de pensamiento, en fin, de inercia mental, nuncio seguro de decrepitud y muerte. Con sinceridad simpática ha dicho un científico: “Varío porque estudio”. Todavía sería más noble y modesto declarar: “Cambio porque estudian los demás y tengo a gala renovarme”.

12 comentarios:

un pelegrí dijo...

Si se hace una aclaración entre los usos de "Dharma", creo que los paralelismos ciencia/budismo pueden ser aún más estrechos.

Si distinguimos el "Dharma" en mayúscula como la ley universal de la naturaleza interior, es evidente que "no es una antorcha que se pasa de mano en mano", ya que es la misma realidad que nos precede, sustenta, y sucede (en todo caso, los humanos seríamos la antorcha que pasa por sus manos!). Lo mismo pasa con los fenómenos físicos que observan los científicos (la gravitación, el electromagnetismo, etc.)

Por otro lado, está el dharma (en mínuscula) de Buda, el cuál sólo nos ha llegado por medio de interpretaciones. Así, cuando se cree que la interpretación heredada de la enseñanza ya no es funcional, se opta por otras formas de transmisión del dharma y experimentación del Dharma. Lo que en un principio era "monopolio" de la visión theravada del asunto, con el mahayana entró en juego otro paradigma. Esto es equiparable a las revoluciones científicas, como el paso de la física aristotélica a la newtoniana (la cual no invalidaba la anterior, sino que simplemente se adaptaba mejor a la mentalidad de su tiempo y habría un horizonte de expansión para la física).

Com ho veus?

Jué-shān 崫 山 dijo...

Pues no lo veo así, exactamente.

Primero, no creo que haya que insistir en buscar paralelismos entre Dharma y ciencia. Hay ciertas afinidades, sí, pero los campos de cada uno son diferentes y me temo que desvirtuamos la esencia del Dharma si nos empeñamos en asimilarlo a la investigación científica, como si de ello dependiera su valor.

Segundo, aunque conceptualmente podemos distinguir entre el Dharma que es la ley universal -interior y exterior- de todas las cosas y el Dharma que son las enseñanzas de Buda, no debemos olvidar que en el fondo son la misma cosa; en caso contrario, ¿qué eficacia tendría la enseñanza de Buda, si no se ajustara a esa ley universal? Es cierto que Buda no enseñó la verdad de todas las cosas que existen sino sólo una parcela muy específica de esa verdad, relacionada con la extinción del sufrimiento y la ignorancia en la mente humana; pero el potencial curativo de su Dharma-enseñanza radica en que está en armonía y equilibrio con el Dharma-ley universal.

Por último, si creyera que el Dharma de Buda sólo nos ha llegado en interpretaciones, no estaría volcado en este camino como lo estoy. El corazón del camino budista es la experiencia directa del despertar, no la interpretación cognitiva de las experiencias de otros. Hay personas (muy pocas) que han tenido esa experiencia, han confirmado de primera mano la enseñanza de Buda y se han dedicado a guiar a otros en la misma senda; son los maestros. Aunque cada uno expresará su experiencia de diferente manera, no veo lugar ahí para monopolios, paradigmas, revoluciones ni adaptaciones a la mentalidad de la época, porque, si es auténtica, se trata de una experiencia primordial, intemporal, que desborda los límites de los usos y costumbres sociales y los juegos de poder.

Claro, que ahí se plantea una cuestión espinosa: esta persona que está enseñando, ¿ha DESPERTADO de verdad? Evaluar la experiencia y enseñanza de cada maestro es algo ineludible y fundamental, por arriesgado que parezca, porque la apertura guiada a la experiencia del despertar requiere una confianza total que es muy difícil de tener en estos tiempos, y quizá más aún entre nosotros los occidentales, generalmente inquisitivos y desconfiados.

Un maestro antiguo de otra tradición propuso como criterio "por sus frutos los conoceréis"; en este caso, parece un consejo bastante sensato.

Espero que esto te ayude o al menos aclare mi postura.

un pelegrí dijo...

Quizás las palabras “monopolio” y “interpretación” fueran desafortunadas. Mi “empeño” en el paralelismo budismo/ciencia no pretendía justificar o dar más valor al Dharma de Buda, sino sintonizar con tu aproximación inclusiva y heterogénea al Dharma-Dao (“muchos senderos, una montaña”) y al rechazo al apego a algún punto de vista en particular.
Según tengo entendido, la “revolución” mahayana como fenómeno religioso aportó nuevas perspectivas desde las que apuntar al Dharma-Dao, como el énfasis en la vacuidad, en la iluminación espontánea, etc, que no figuraban en el theravada. La historia de la ciencia, de una forma similar y no exacta (evidentemente son ámbitos diferentes; ésta enfocada a satisfacer el intelecto, la transmisión del Dharma destinada a “curar” el corazón), está asímisma constituida de diferentes formas de mirar el mismo cielo estrellado, por ejemplo. Pero probablemente como dices no tenga mucho sentido insistir en este tema.

Por otro lado, tienes bastante razón en denunciar que los occidentales seamos demasiado inquisitivos y desconfiados y que esto impide la entrega necesaria a la práctica. No obstante, esto también puede ser una ventaja en algunos momentos del camino. ¿El apego a todo Dharma no se considera un impedimento en aras de un despertar definitivo? En algún momento, los maestros tienen que dejar de ser discípulos y deberse exclusivamente al Dharma/Dao/Dios. Lo que es difícil es saber cuando esta desconfianza es producida por un residuo de nuestro ego o bien es efecto de una lucidez desapegada.

Siempre recordaré un pasaje de la novela Siddharta, de Herman Hesse, en el que el protagonista se cruza con Buda y consigue hablar unos momentos con él. Después de reconocer la perfección de su persona y de su doctrina, le dice que para conseguir su propia liberación prefiere no seguirle como un monje más y proseguir su propio camino. Buda le responde algo así como: “Me parece bien, pero ten cuidado con tu inteligencia”.

Jué-shān 崫 山 dijo...

Como tú mismo dices, "lo que es difícil es saber cuándo esta desconfianza es producida por un residuo de nuestro ego o bien es efecto de una lucidez desapegada".

Si es una desconfianza sistemática hacia cualquier relación con cualquier maestro, probablemente se trate de lo primero. El sistema natural puede reaccionar con neutralidad o evitando lo que no le interesa sin necesidad de generar una emoción que se extienda más allá del aquí y ahora de la circunstancia de cada momento.

Ahora bien, según mi experiencia, hay una cuestión de "química" que se plantea con cada maestro; puede ocurrir que no sintonices con el estilo o la práctica de uno en concreto, aun reconociendo su valía y/o su capacidad de ayudar a otras personas de temperamento diferente del tuyo. Por eso es prudente no elevar las propias preferencias a la categoría de juicios universales y centrarse en el propio camino sin mirar por encima del hombro a los demás.

Leí el Siddhartha de Hesse hace muchos años y tampoco recuerdo todos sus detalles. Pero es una novela; divertida, sugerente... y ficticia. Para mí, no tiene el mismo peso que, por ejemplo, el Dhammapada, cuya raíz es la experiencia directa de Buda.

En el budismo, está claro que la guía de un amigo espiritual (kalyanamitta) es una ayuda inestimable; personalmente, siento que es como encontrar un tesoro. Pero, por mucho que a veces cueste aceptar que los demás no lo aprecien, uno siempre es libre para tomarlo o dejarlo.

un pelegrí dijo...

¿Hasta qué punto consideras necesaria la tutela de un maestro?

Quiero decir, si uno tiene la disciplina de sentarse a meditar cada día con una técnica "simple" (atención a la respiración), siente que aún tiene mucho camino por recorrer, y tarde o temprano se va dando cuenta de los autoengaños en los que cae y de su margen de mejora, ¿en qué más le puede ayudar un maestro? Supongo que podría acelerar el proceso, pero con atención y paciencia se puede llegar a lo mismo sin él, ¿no?

Tengo la misma duda respecto a los textos budistas. ¿Es indispensable un conocimiento amplio de la tradición para llegar a profundizar realmente en la mente?

Gracias por tu atención.

Jué-shān 崫 山 dijo...

Todo depende de qué es lo que esperas de la meditación.

Si es una forma de relajación que te permite seguir con tu vida como hasta ahora, probablemente no necesites un maestro.

Pero si "buscas sin buscar" la liberación inquebrantable del corazón o mente pura, tal como la llamó Buda, la ayuda de un maestro que haya alcanzado esa liberación puede ser de un valor incalculable.

Entre esos dos polos hay una enorme variedad de prácticas. La guía de un maestro es algo a lo que puedes recurrir en función de adónde quieras llegar, porque no todas las meditaciones llevan al mismo sitio.

Aquí se da una de esas paradojas tan típicas del Dharma de Buda: que, aunque es un camino que podríamos llamar subjetivo, por ser interior, trata con fenómenos "objetivos" en la medida en que son concretos y se pueden describir y "cartografiar" para que otros sepan reconocerlos. Las meditaciones budistas están diseñadas para llevarte a puntos muy específicos, y no todas valen para todo el mundo.

Un maestro que enseñe con compasión y en quien confíes te da una manera de acceder a la sabiduría acumulada en su escuela durante cientos o miles de años. En un camino sincero hay poco espacio para arbitrariedades y fantasías místicas, y mucho "trabajo sucio" sobre los impedimentos acumulados en nuestra personalidad. Es muy fácil escaquearse del trabajo duro para concentrarse en lo más gratificante si uno va por libre; de hecho, los humanos tenemos una tendencia inveterada a hacerlo.

Probablemente no sea 100% imposible progresar por cuenta propia, pero recuerda que el propio Buda tuvo dos maestros antes de su despertar.

Para terminar, una analogía: ¿cuántos violinistas de primera fila se han enseñado a sí mismos y cuántos han pasado por el arduo entrenamiento de conservatorios, seminarios, cursos y concursos? ¿Cuántos autodidactas puros habrá, por ejemplo, en la Filarmónica de Viena?

En cuanto a los textos budistas, no creo que sea indispensable conocer los sutras para profundizar en la mente; de hecho, puede ser contraproducente si usamos esas lecturas para engordar más la mente racional y cognitiva (como suele ocurrir a menudo) en vez de despertar la mente pura mediante la experiencia de la meditación.

un pelegrí dijo...

Disculpa si abuso de tu paciencia, pero insisto no por querer tener la razón, sinó porque valoro mucho tus comentarios y me ayudan a profundizar en el Dharma.

Permite que te exponga mi caso. No tomo la meditación como una relajación o una manera de remedar mi ego, sinó como una potente herramienta de exploración y transformación. He asistido a algún seminario de zen y a un retiro vipassana "laico", pero heredero de la tradición theravada. Las técnicas que me enseñaron en estos sitios se reducían a la atención a la respiración, a las sensaciones corporales, y a la "metta bhavana" (en inglés "lovingkindness"). En estos sitios coincidían en que una práctica seria con estas técnicas, intentando además aplicar la conciencia plena durante las actividades del día, eran suficientes para llegar muy lejos. De hecho, en el retiro vipassana afirmaron que Buda se iluminó con esa técnica. Supongo que cada uno “escombra cap a casa seva” (no sé si en castellano se traduce “barre para su propia casa…).

Si como dices, el Dharma consiste en “buscar sin buscar”, y en aceptar o reconocer lo que uno ya tiene o ya es, entonces la necesidad de buscar “desesperado” y entregarse a un maestro me parece algo contradictoria. ¿No sería eso codicia? ¿O aversión a tu estado actual? Otra cosa es ir abierto por el mundo y si por el camino se cruza alguien más “avanzado” espiritualmente que uno, dejarse orientar por él o ella. En esto consiste tomar refugio en el sangha, ¿no?

Jué-shān 崫 山 dijo...

Pues encantado de responderte. Siempre que alguien pregunta con sinceridad sobre estos asuntos es natural contestar, así que aquí no hay abuso tuyo ni paciencia mía ni necesidad de disculparse.

Conozco y he practicado la meditación zazen y vipassana tal como se enseñan habitualmente. Mi impresión fue que sus instructores eran personas bienintencionadas pero lastradas por una comprensión superficial del Dharma: personalmente, no creo que hayan despertado ni los tengo por maestros. Dices: “En estos sitios coincidían en que una práctica seria con estas técnicas, intentando además aplicar la conciencia plena durante las actividades del día, eran suficientes para llegar muy lejos”. ¿Qué significa para ellos “muy lejos”? ¿Muy lejos respecto de qué? Son preguntas esenciales, no ganas de ser impertinente. Y recuerda que también se puede ir muy lejos en dirección equivocada…

“De hecho, en el retiro vipassana afirmaron que Buda se iluminó con esa técnica”. La persona que te lo dijo, ¿estaba “iluminado” él/ella mismo/a? Si no es así, ¿cómo podía saberlo?

Tu pregunta final sobre la búsqueda un buen ejemplo del cuidado que hay que tener con las palabras, que se pueden retorcer para que digan casi lo que queramos. Lo que he llamado “buscar sin buscar” se refiere al dicho sufí: “Esto de lo que hablamos jamás se alcanza mediante la búsqueda, pero sólo los buscadores lo encuentran”. Eso es completamente diferente de reconocer y aceptar lo que uno es, porque en nuestro estado habitual somos incapaces de reconocer y aceptar lo que somos de verdad y en cambio nos contentamos con algo que para el Dharma es incorrecto y no vale. Lee el Sutra del fuego: todo lo que experimentamos en nuestra conciencia ordinaria está contaminado por los tres venenos de la confusión, la codicia y la aversión. La enseñanza de Buda está dirigida a corregir ese estado, no a reconocerlo y aceptarlo.

Es cierto que esa condición “manchada” probablemente hará que nuestra búsqueda tenga también una motivación incorrecta al principio; pero, si persistimos en la práctica, los aspectos manchados pueden ir disolviéndose para dar paso a la motivación natural, que es encontrar nuestra propia naturaleza como seres humanos.

No hay nada que exija que toda búsqueda sea una “necesidad desesperada”, como dices, que implique “entregarse” a un maestro o que esté motivada por la codicia o la aversión; esos casos pueden darse o no, según cada cual. Lo que para mí está claro es que hay búsquedas correctas, hay aprendizajes correctos y hay algunos que han aplicado las enseñanzas del Buda para cruzar el río del sufrimiento y la dualidad y llegar a la otra orilla –que, en realidad, no está “más allá” sino entre nosotros. La guía que pueden ofrecer es superior, porque ellos han revivido en carne propia la experiencia del despertar de Buda.

En cuanto al refugio en la sangha, te adjunto el enlace con lo que he escrito en este mismo blog:

http://directoaldharma.blogspot.com/2007/09/un-refugio-cielo-abierto_28.html

Espero que todo esto te ayude y no dudes en escribirme si crees que te puedo orientar en algo.

un pelegrí dijo...

Para enlazar con lo que venimos comentando, antes debo hacer otra explicación personal.

Entré en contacto con el Dharma budista justo cuando estaba atravesando una crisis "existencial" profunda, con algunos ataques de pánico. Por casualidad, leí un pamfleto budista con lo básico (4 nobles verdades, 3 marcas de la existencia, etc.), y sentí que muchas de las cosas que decía se adaptaban perfectamente a lo que yo estaba experimentado (sufrimiento, apego/aversión, etc.) y con intuiciones o “posturas filosóficas” que me parecían muy razonables (impermanencia, no-yo, etc.). Así que, como proponían una salida a mi infierno mental, decidí probar y empecé a meditar diariamente por mi cuenta. Al cabo de poco tiempo, experimenté un “pequeño despertar”, en el que sentí en mi propia carne la impermanencia, el no-yo (el hecho de que YO no estaba ni en mis pensamientos, sensaciones, emociones…sinó sólo ahí, dándome cuenta de todo), y rápidamente empecé a entender y darme cuenta de muchas cosas.
A partir de entonces, asistí a cursos, seminarios y a leer sobre budismo con tal de afianzarme en la práctica. Ese “pequeño despertar” había marcado un punto de inflexión en mi vida, y sentía (y siento) que sólo hace falta perseverar y profundizar en él para que mis viejos patrones mentales se vayan diluyendo. Así que con “llegar lejos” me refiero a ir haciéndome consciente de todos esos condicionamientos para que así desaparezcan. De esta forma, el “gran despertar” sería el momento en el que en uno han desaparecido todos estos lastres y ya no se generan más.

En el retiro vipassana lo planteaban en términos de “purificación de sankharas”, que igual te sirve para entenderme mejor. Dijeron que era LA técnica de Buda porque se había transmitido a través de linajes de monjes birmanos, y que otras técnicas tántricas más avanzadas no eran propias de su tiempo. También dijeron que Buda experimentó con técnicas con mantras o de visualización, pero que al final se quedó con la atención a la respiración y a las sensaciones corporales porque eran las únicas que permitían observar la realidad tal como es, y esta técnica fue la que transmitió a sus discípulos. Pero claro, todo eso es imposible saberlo, y sería absurdo entrar a debatir cual es la técnica “auténtica” o qué calzoncillos llevaba puestos Gautama el día de su iluminación.

Tengo una teoría (sólo es una teoría, mi teoría) en base a lo que he experimentado: existe ese “pequeño despertar”, que es un cambio de mente radical, una entrada en el Dharma sin marcha atrás, que se da como un salto cualitativo, un golpe seco, un click! Es eso a lo que apuntan los maestros chan/zen con sus koanes y métodos radicales, a romper esquemas mentales. No es un “satori”, sino como muchos satoris definitivos a la vez. Y luego está el afianzar el cambio e ir limpiando la mente de residuos, lo cual es un proceso progresivo y no súbito que culmina con un “gran despertar”.

Jué-shān 崫 山 dijo...

Ningú, aprecio tu confianza de verdad y al mismo tiempo siento que aquí estamos entrando en harina en cuestiones de las que es mejor tratar en otro formato y con alguien más cualificado que yo. Recuerda que no soy un maestro y que todo lo que digo refleja nada más las hipótesis de trabajo con las que estoy recorriendo este camino –y, como hipótesis que son, están sujetas a una confirmación o refutación a las que aún no he llegado de manera irrevocable.

Entiendo lo que cuentas sobre tu experiencia, aunque no quiero entrar a analizarla; si quieres, te puedo poner en contacto con alguien que sabe bastante más que yo. Personalmente, tiendo a dudar de que un camino de verdad sea tan lineal como lo planteas, que uno mismo sea el mejor juez de qué técnicas seguir (porque es juez y parte) o que la meditación vipassana sea la más valiosa, la más apropiada para todos o la que por sí sola conduzca al despertar. Creo más bien que no hay camino más arduo y lleno de trampas que la transformación interna; que si uno va por libre es muy fácil quedarse sólo con lo que encaja y confirma su perspectiva, rechazando todo lo demás (por eso me parecen tan sanos los consejos de Ramón y Cajal); y que cada escuela budista tiene sus técnicas y métodos, que en esencia son igualmente válidos y llevan al mismo lugar si se entienden y practican bien. Por eso, en el fondo no importa si usamos la misma vipassana que empleó el Buda, el zazen o las sadhana del Vajrayana; lo que cuenta es encontrar el camino de prácticas adecuado a la mente y temperamento de cada estudiante. Nada de eso es fácil sin el conocimiento objetivo y la disciplina rigurosa que puede aportar un buen maestro. Pero, te repito, no es más que mi opinión.

En cualquier caso, tanto si decides seguir por libre como si quieres contrastar tus ideas con alguien más veterano en el Dharma, te deseo ánimo y suerte en tu camino y sigo disponible para cualquier comunicación.

un pelegrí dijo...

Disculpa, he estado unos días fuera y no he podido responder antes (concretamente en el Foro Social temático, vinculado al FS de Portoalegre, que llevaba por título "Éticas y espiritualidades para otro mundo mejor posible" http://www.forosocialte2009.org/. Una iniciativa muy, muy estimulante).

Con mi comentario anterior no pretendía absolutizar mi experiencia ni ponerla como criterio último de verdad. Pero hasta el momento es el único elemento de contrastación que he tenido, así que he tenido que centrarme y trabajar críticamente con él. Cuando hablo de experiencia personal también incluyo la interacción con el entorno (personas, situaciones, etc), el cual sin ser un maestro de carne-y-hueso-iluminado, permite darse cuenta de muchas cosas acerca de uno mismo. En este sentido tú también eres maestro para mí.

Aún así, entiendo la importancia del tutelaje particular de un verdadero maestro con tal de llegar hasta el fondo. Agradecería que me facilitaras ese contacto que mencionas.

Aprovecho para recomendarte un documental sobre la introducción del vipassasana en prisiones titulado "Doing time, doing vipassana":
http://www.youtube.com/watch?v=ffWuYo1CrCU

Gracias por tu recta comprensión.

Jué-shān 崫 山 dijo...

Bienvenido de vuelta y gracias por tus comentarios y sugerencias. Si te parece, para mantener la confidencialidad puedes enviarme tu dirección de e-mail a arkebra@yahoo.es y yo te enviaré de vuelta la dirección a la que puedes escribir; o, si prefieres, envíame tu e-mail directamente aquí y yo se lo paso a Shan-jiàn.