martes, 5 de agosto de 2008

Fayan Wenyi: la vía Chan del no saber

Una enseñanza de Shan-jiàn sobre Fa-yen Wen-i (Fayan Wenyi en pinyin), un maestro de la edad de oro del Chan fundador del modelo del mismo nombre, caracterizado por su afinidad al espíritu del Dao –amable, socarrón y cercano a la naturaleza.

Fa-yen, 法眼 (885-958), alcanzó su despertar cuando se encontró con su maestro Lo-han Kuei-ch´in (867-928). Fa-yen estaba de peregrinación con varios compañeros cuando se tuvieron que detener debido al mal tiempo y se cobijaron en el templo de Ti Ts´ang, donde por aquel entonces se alojaba el maestro Kuei Ch´in. Kuei Ch´in les preguntó a dónde se dirigían; la respuesta fue que iban a seguir su peregrinación a pie. Algunos creen que esto es un tipo sutil de hsing chiao (una suerte de viaje iniciático), pues siempre hay quienes buscan sentidos ocultos profundos que encajen con sus esquemas mentales preconcebidos.

El maestro preguntó por qué y Fa-yen replicó que no había ningún motivo en especial y que en realidad no sabía por qué.

Kuei Ch´in contestó: “No saber es lo más íntimo”.

Algunos interpretan que esta respuesta significa “Tu no-saber es la vastedad de tu propia naturaleza profunda que da origen a las galaxias dispersas, a las fomas oscuras de los árboles del patio, al contorno del universo y a los latidos de tu propio corazón”.

Fa-yen experimentó entonces su despertar.

Pero hay que entender esa respuesta, “No saber es lo más íntimo”, de forma más sencilla pero más significativa. El carácter , qīn, se puede traducir como “padre-madre” o “parentesco cercano”. Si ahora entendemos la respuesta como “No saber es estar emparentado de cerca” o “No saber es ser como un padre-madre”, el sentido espiritual se vuelve mucho más conmovedor. No saber es en realidad el padre de todas las cosas. Específicamente en el Dao, la madre es la forma que, unida al nombre, se transforma en las diez mil cosas, mientras que el padre que aporta la semilla es la no-forma. Así pues, tenemos en realidad la sabia afirmación de que “No saber es la vacuidad”; un estímulo suficiente, en efecto, para el despertar de cualquiera que esté preparado. “No saber” se convierte así en el estandarte de guerra para los que sean capaces de transformar la “confusión” en un sano “no saber” y puedan así llegar al estado de parentesco íntimo. Pero ese no-saber se aprecia mejor si uno entiende la vacuidad y la cualidad del Dao en la naturaleza.

Fa-yen fue a su maestro Na Han y le dijo: “He venido a despedirme, maestro. A partir de ahora voy a vivir la vida libre de impedimentos, así que mañana le dejaré”.

El maestro contestó: “De acuerdo, si crees que estás listo”.

Fa-yen dijo: “Ah, sí, por supuesto que estoy listo”.

“Bien”, dijo el maestro, “deja que te ponga a prueba, sólo para asegurarme. A menudo dices que el universo entero lo crea la mente sola. Mira allá fuera, al jardín. ¿Ves esas grandes rocas? Ahora dime: ¿están dentro de tu mente o fuera?”

Sin titubear lo más mínimo, Fa-yen replicó: “No hay verdad fuera de la mente; todas las cosas están dentro de ella”.

El maestro se rió para sus adentros y dijo: “Mejor que te vayas a dormir a pierna suelta. Va a ser un viaje muy duro mañana, con todas esas rocas en tu mente”.

Fa-yen se puso colorado de vergüenza y confusión, y clavó la mirada en el suelo.

Tras unos momentos, el maestro dijo: “Cuando intentas comprender, eres como un hombre que sueña que puede ver. La verdad está directamente enfrente de ti. Está viva y es infinitamente grande. ¿Cómo pueden contenerla las palabras humanas?”

Dándose cuenta de su error, Fa-yen se inclinó y dijo: “Por favor, maestro, enséñeme”.

El maestro dijo, “Bien, escucha. Ahora no sabes lo que es la verdad. Este no- saber es la tierra, el sol, las estrellas y el universo entero”.

En cuanto Fa-yen oyó estas palabras, su mente se abrió de golpe.

¿Veis que el no-saber de Fa-yen era la tierra, el sol, las estrellas y el universo entero? Vemos que este modelo, con objeto de acercarse al despertar, se desprende del concepto en sí y “contempla” los sonidos, movimientos y los innumerables aspectos no materiales de la existencia aparente. Se deshace de lo visible y contempla la vacuidad en orden a alcanzar aquello que en último término es real y grande de verdad.

En sus quehaceres diarios, el practicante aplica la atención plena eliminando toda tentación de caer en el pensamiento conceptual. Al estar cerca del padre-madre, está cerca del Dao y así es capaz de entender la ausencia de diferencias fundamentales entre lo que genera la mente y lo que es real. Así, se siente como en casa mientras camina por el samsara sin ser víctima de la delusión, pero es capaz de usar las ilusiones con atención plena sin dejar que la mente controle su ser.


6 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy gracioso!
Las rocas en la mente, muy pesado el viaje :D.

El Perpetrador dijo...

A menudo siento pesada la cabeza, no por llevar rocas sino simplemente por llevar demasiadas ideas. Me pondré pronto a entrenar en el no-saber, es decir, no me entrenaré... en fin, algo haré.

Un saludo

Jué-shān 崫 山 dijo...

Pues te recomiendo que elijas un buen "no-entrenador" que te lleve al no-saber, si es que ese es tu camino. Es muy fácil creerse que uno está avanzando cuando en realidad camina en círculos...

El Perpetrador dijo...

A pesar de la tardanza, me gustaría saber cómo se podría buscar un buen "no-entrenador", porque en efecto lo encuentro importante a la par que complicado. Si cada individuo es distinto y requiere un camino individualizado, ¿cómo elegir la vía adecuada o al menos la forma adecuada de la Vía? Se dice que el Buda hablaba a cada uno en el tono y la forma que éste requería. ¿Pero cómo dar con alguien así? ¿O cómo saber si el camino a la iluminación que le conviene a uno está en el hinduísmo, en el budismo chan, en el tibetano o en el cristianismo?

He leido unos cuantos gitas advaita, algunos sutras budistas, el Tao-te-ching y un libro del budista chan Huang-po. Decenas de pasajes me han "iluminado" más que casi todo lo anterior que he leido en mi vida. Aun así, ignoro cómo darle forma y cómo ponerlo en práctica. Podría leer todos los textos clásicos de Oriente y aun así no estar un ápice más sosegado que cuando leo a Rimbaud.

Jué-shān 崫 山 dijo...

Perpetrador:

Es una buena pregunta, sin duda, y probablemente haya más de una manera válida de enfrentarse a ella. Algunas escuelas tradicionales sostienen que es el maestro el que encuentra al discípulo, de manera que el discípulo no puede hacer nada por provocar ese encuentro. Mi experiencia en cambio me dice que esa no es, en el mejor de los casos, más que la mitad de la verdad; como dicen los sufíes, “esta cosa de la que hablamos nunca se puede encontrar mediante la búsqueda, pero sólo los buscadores la encuentran”.

Así que claro que hay cosas que puedes hacer para intentar encontrar un maestro: para empezar, ponerte en marcha y buscar por donde más te llame, sin ansias ni grandes expectativas y con la idea muy clara de que mucho de lo que vayas encontrando quizá no te encaje –y sin que eso descalifique necesariamente a los caminos que vayas dejando. Aquí no hay más remedio que avanzar a base de prueba y error. Guíate por el corazón, no por etiquetas como “budismo”, “hinduismo” o cualquier “-ismo” ni por cualquier idea preconcebida que tengas sobre cómo eres o cuál es el camino que te conviene; lo importante es la calidad del trabajo que hagas con el maestro, no la tradición a la que pertenece. Es bastante probable que, si al final encuentras alguien que te pueda enseñar, no responda exactamente a lo que te habías imaginado; pero algo dentro de ti te dirá si es un maestro correcto para ti en este momento, con el que puedes aprender, practicar y crecer en beneficio de todos.

Si quieres seguir con esta conversación en privado, puedes escribirme a arkebra@yahoo.es.

En todo caso, te deseo mucha suerte en tu “no-búsqueda”.

Anónimo dijo...

La inmensidad , la totalidad ,en un simple grano de tierra.
Un saludo..
Es la primera vez que entro en este blog,,,
Me gusta el contenido,,gracias
Isabel.