Entro en el mar caminando
hacia el horizonte y las olas vienen hacia mí como si me dieran la bienvenida
después de tantos meses de ausencia... Es como encontrarme con viejos amigos,
siempre renovados pero inconfundibles.
Me siento bajo los pinos
al tibio sol de la tarde y mis sentidos parecen lanzarse hacia fuera, al
encuentro de los aromas azules y los gorjeos acariciantes que se me vienen
encima en oleadas sin origen. El aire se abre a la maravilla. Entro en una suspensión oceánica, vibrante.
El eje terrestre ha
girado otra vez y la vida se despereza en el hemisferio norte.
Aquí al menos hay uno al que no le hacen falta más milagros que éste.
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