sábado, 11 de julio de 2009

¿Un budismo insostenible?

Hace unas semanas asistí en Madrid a la proyección de un documental sobre espiritualidad y medio ambiente, seguida de una mesa redonda en la que conversaron un católico, un protestante, un musulmán y una instructora de meditación budista (según he oído, en sustitución de un “maestro” budista que para asistir había exigido un billete de avión en primera clase para recorrer los escasos 400 kms que le separaban de la capital... ¡y una vez ahí hablar de sostenibilidad!).

Llegado cierto punto, la moderadora preguntó qué se estaba haciendo en el seno de cada religión para afrontar los retos del cambio climático. El católico adujo rápidamente una encíclica del papa Benedicto XVI para ilustrar la conciencia del problema patente entre la jerarquía de Roma; los demás más o menos siguieron su línea. Lo que me sorprendió fue que la instructora de meditación alegara que el budismo llevaba cierto retraso en este campo, como reflejaba según ella la sorpresa del Dalai Lama al enterarse de que estábamos en situación de emergencia medioambiental y la ausencia de pronunciamientos oficiales al respecto.

¿Qué reflexión me sugiere esto? Para empezar, que es un error colocar al Dharma al mismo nivel que las religiones institucionales, por mucho que algunos sectores del budismo tibetano fomenten directa u oblicuamente ese paralelismo en Occidente. No es que el Dharma sea mejor o peor; es que es otra cosa. Para mí, Dharma y budismo no son sinónimos y el Dharma no se puede convertir en una institución. Quizá parezca radical, pero es lo que decía el mismísimo Marpa: “El Dharma no tiene dueño, como un ciervo en el prado”.

En segundo lugar, creo que si la instructora hubiese atendido menos al aspecto institucional de la pregunta para ir más allá de las formas, habría podido dar una respuesta más acorde con el Dharma. En ese sentido, entender qué cambios opera esta vía en quienes la practican y cuáles pueden ser sus consecuencias me parece mucho más interesante que lo que diga este o aquel dignatario.

Bien, y ¿cuál es, entonces, la huella que deja el Dharma en quienes lo siguen con sinceridad? Si tuviera que elegir una en este contexto, diría que la frugalidad. En todas las enseñanzas y prácticas hay una constante tendencia a eliminar lo superfluo e ir a lo esencial –la llamada “navaja de Ockham”. Miremos por ejemplo el Sutra sobre la totalidad del Majjhima Nikaya:

Monjes, os enseñaré la totalidad de la vida. Escuchad, prestad atención cuidadosa y hablaré.

¿Qué es, monjes, la totalidad? No es otra cosa que el ojo con los objetos de la visión, el oído con los objetos de la audición, la nariz con los objetos del olfato, la boca con los objetos del gusto, el cuerpo con los objetos del tacto y la mente con los objetos de la cognición. Eso, monjes, se llama totalidad.

Ahora bien, si alguien dijera: “Aparte de esta explicación de la totalidad, voy a predicar otra totalidad”, esa persona estaría pronunciando palabras huecas, y si se le interrogara sería incapaz de responder. ¿Por qué? Porque esa persona estaría hablando de algo que cae fuera del conocimiento posible.


Son elementos bastante sucintos, como se ve, sobre todo si los comparamos con otras explicaciones que implican un Dios, una Creación, un alma, una vida después de la muerte, un infierno, un paraíso, un pecado original, un Hijo redentor, un Espíritu Santo, un Juicio Final... etc. Frente a eso, no parece tan difícil creer que existen la vista, el oído, el olfato, el gusto, el tacto y la mente, ¿no? Pues no hace falta más para emprender el camino del Dharma de Buda.

Ahora bien, si ese camino budista se mantiene y se sigue a conciencia, acaba impregnando hasta tal punto el corazón/mente del practicante que no puede dejar de extenderse a otras facetas de su vida; y apañárselas con lo mínimo necesario parece ser parte del código genético del Dharma. Bien pensado, ¿qué puede haber más ecológico que eso? No es que el Dharma budista se quiera apuntar ahora a la pujanza de las iniciativas verdes; es que, si todos lo hubiéramos puesto en práctica en nuestras vidas desde que se formuló hace siglos, no habríamos llegado a la situación que motivó la aparición del movimiento ecologista. La gente habría sido respetuosa con la naturaleza porque lo llevaría escrito en el corazón, sin ideologías y sin tener ni siquiera conciencia de ello.

Si eso es así, entonces la verdad no es que el budismo vaya rezagado respecto de otras religiones, sino que ningún otro camino –al menos, de los representados en ese debate– fomenta entre sus seguidores actitudes e intenciones más en armonía y equilibrio con la naturaleza que el Dharma-Dao. Pero eso es algo que seguirá siendo difícil de ver en tanto entendamos el budismo como otra religión más y busquemos su sentido en los mensajes de las jerarquías que administran sus destinos mundanos.

3 comentarios:

Jieshi Shan dijo...

bien, entonces la proxima mesa de debate me volvera a encontrar tan lejos como esta...jejej

Jué-shān 崫 山 dijo...

Realmente no te perdiste nada, Jieshi. Creo que a mí el próximo debate también me encontrará a cierta distancia...

Unknown dijo...

Lo del maestro budista que exige un billete de avión en primera clase aun no es tan malo como el jet privado de Al Gore. Lo del cambio climático no es más que una invención (el dióxido de carbono no es más que el 0,05% de la atmósfera y el verdadero gas invernadero es el vapor de agua y los océanos, además de que las variaciones de calor en la tierra están siempre directamente relacionadas con la cantidad de radiacción que expulsa el sol) para dar el siguiente paso de la élite: cobrar un canon por echar CO2...

Sobre las religiones, el cambio climático, los gobiernos y el dinero, aquí te dejo un par de enlaces, que, aunque claro, tienen sus fallos, ven este problema desde otra perspectiva mucho más cercana al dharma:

Zeitgeist 1
Zeitgeist 2

Para mi el video interesante es el 2, ya que en la segunda mitad propone soluciones (equivocadas en cierta manera, pero mejor que nada).