La
“rueda de la vida” es un elemento clásico del arte budista. En un círculo situado
en su centro, una serpiente, una paloma y un cerdo se muerden la cola como si
se persiguieran unos a otros, dando vueltas sin fin.
En
otra entrada (http://directoaldharma.blogspot.com.es/2007/09/la-importancia-de-entender.html)
ya expliqué que cada uno de estos tres animales representa una de las tres identidades
o tendencias subconscientes malsanas que nos afligen a los humanos: la confusión,
la codicia y la aversión.
A
juzgar por su vida y sus enseñanzas, Siddhartha Gautama era claramente de
disposición aversiva. Éste es el tipo que no retrocede ni se queda quieto ante
una amenaza. Su respuesta primordial es el ataque.
Recuerdo
una vez que mi padre, que era de este mismo temperamento, me reclutó para una
tarea en la que nadie en casa quería ayudarle. Se había pillado un dedo y tenía
la uña negra por un derrame, que le dolía por la sangre acumulada que palpitaba
sin encontrar salida. Harto de la molestia, no iba a quedarse de brazos
cruzados sin más. Su respuesta, cuyos detalles os ahorro, atacó el problema de
raíz con ayuda de un taladro y algo de alcohol.
Las
enseñanzas de Buda también se entienden mejor cuando se las ve como un ataque.
Pero, ¿cuál era la amenaza latente a la que estaba respondiendo? No una, sino
tres: la vejez, la enfermedad, la muerte. Aunque tras despertar Buda las
entendió como variedades de un mismo sufrimiento, su camino arrancó como
reacción a este triple azote.
Todas
las personas y todas las culturas nos enfrentamos a ese problema de la
condición humana. Hoy día, en nuestra moderna sociedad occidental, la ciencia y
la industria farmacéutica dedican ingentes medios técnicos y económicos a
encontrarle remedio a estas tres lacras. En algunos círculos, incluso hay
esperanzas de alcanzar la inmortalidad por métodos puramente materiales y
resolver así el dilema existencial.
Siddhartha
Gautama no tenía esos medios a su alcance. ¿Los habría empleado si hubiese
contado con ellos? Quién sabe, aunque lo dudo mucho. De todas formas, lo que importa
es que para él la triple plaga estaba ahí, latiendo con la misma insistencia que
un derrame doloroso debajo de la uña que no te permite funcionar con normalidad
ni tampoco olvidarte de él.
¿Cuál
fue su solución, nada convencional e increíblemente audaz, a la intolerable y
persistente amenaza de estas tres plagas? Entender su origen y disolverlas
–pero en la mente y mediante la mente.
Algunos
quizá crean que todo esto son meros juegos de palabras o, como mucho, una
autosugestión fraudulenta, una quimera.
Otros,
que es un camino egoísta, preocupado solo por el propio sufrimiento.
Pero
los que hemos tenido la suerte de conocer a alguien que ha recorrido ese camino
sabemos que no hay nadie más generoso y dedicado a los demás, más auténtico y escrupuloso,
que quien ha cruzado el río del sufrimiento y la dualidad y vuelve para mostrar
a otros cómo se hace. Su presencia es solo un indicio, pero un indicio
valiosísimo, de que las enseñanzas de Buda son fecundas y generan cambios reales
en esta vida, aquí y ahora.
Ahora
bien, volviendo al sufrimiento, es evidente que Buda mismo llegó a viejo (las
crónicas afirman que llegó a los ochenta años, una edad probablemente muy
avanzada para su época), enfermó por comer carne en mal estado, y por último
murió.
Está
claro, por tanto, que el camino del Dharma no proporciona el elixir de la
eterna juventud material sino otra cosa, más sutil. ¿Qué es?
Buda
lo llamó “la liberación inquebrantable del corazón” (sabiendo que el corazón en
la India y China representa la mente pura, no la sede de las emociones como en
Occidente). Una de las consecuencias de esa liberación, según dicen los sabios,
es que desaparece todo sufrimiento; pero es una consecuencia, no un objetivo en
sí.
Así
pues, tras haber renunciado al reino terrenal que su padre le ofrecía y a todos
los placeres y privilegios asociados con su condición de príncipe heredero, Gautama
encontró su propio reino en el despertar –un “espacio” en la mente libre de
sufrimiento, donde no hay enfermedad, vejez ni muerte (ni tampoco reyes o
súbditos, paradójicamente).
Y
como buen monarca, virtual pero generoso, sus enseñanzas invitan a todos a convertirnos
en ciudadanos de ese reino, por así decirlo, y recuperar la libertad interior y
el bienestar intrínsecos que son nuestra herencia natural como seres humanos.
1 comentario:
Hace mucho que no se te veía por el blog. Me ha gustado que volvieras, ya que quiero enseñarte algo y que me des tu opinión o consejo. Te dejo tres links y tú mismo continuas la investigación si lo ves apropiado:
http://www.youtube.com/watch?v=HiVfXbBS3Bc&feature=share&list=PLF53BB8008B6E4A63
https://www.youtube.com/feed/UCYwlraEwuFB4ZqASowjoM0g
https://www.my-big-toe.com/index.php/about-the-author
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