Todo en este mundo está en perpetuo cambio y los equilibrios que percibimos en él son precarios. El clima cambia, los paisajes se transforman, las especies aparecen y se extinguen... En otro contexto, alguno ha llamado "destrucción creativa" a este proceso continuo. Esta evolución natural es lo que nos ha traído hasta aquí y nos ha hecho como somos.
Pero ahora los humanos vemos que esa evolución ya no es del todo natural, porque nosotros mismos estamos interviniendo en ella de forma determinante. Entonces nos aplicamos al estudio de los ecosistemas y, desde nuestra nueva conciencia ecológica, entronizamos la biodiversidad como algo que hay que mantener a toda costa.
En España, por ejemplo, ahora se alimenta a los buitres de forma artificial para mantener sus poblaciones, ya que el abandono del campo ha hecho desaparecer los animales que les servían de pasto. Cada cierto tiempo se les echan cadáveres al comedero designado; ¡quién sabe si incluso les ponen mesa y mantel y los convocan al banquete con una campanilla! Lo mismo pasa con otras especies consideradas protegidas o en peligro de extinción.
Pero, mal que nos pese, la extinción de especies es lo más natural que hay. Ha sido una constante en la historia de la vida en la Tierra y la naturaleza siempre ha encontrado una manera de sobreponerse, desplegando unos recursos y una creatividad asombrosos. ¿Por qué insistimos nosotros en preservar especies cuando el ecosistema que las sustentaba ha desaparecido? No defiendo que se destroce la naturaleza alegremente y sin contemplaciones, pero ¿cuál es nuestra verdadera motivación al intentar conservar ciertas especies y no otras? Desde luego, no parece que tengamos mucha confianza en la Madre Naturaleza y su sabiduría ancestral...
Estamos en una era geológica que algunos llaman "antropoceno", en la que el ser humano se ha erigido en el máximo depredador de las demás especies y está dejando una huella sin precedentes en la Tierra. Es, desde luego, un status quo satisfactorio para nuestra identidad, porque por ahora ninguna otra especie parece amenazar nuestro dominio y control del planeta -solo nosotros mismos.
Por eso mismo, nuestro interés por preservar ciertas especies y ecosistemas también se puede ver de otra manera. Si la evolución natural es una película infinita, sin guion ni director conocido, el ciego conservacionismo equivaldría a congelar esa película (la constante evolución de las especies, con sus inevitables extinciones pero también con sus apariciones novedosas) en un solo fotograma, que se juzga valioso porque no supone un peligro para nuestra comodidad, seguridad ni dominio.
Entonces, este ecologismo superficial que insiste tozudamente en la biodiversidad, ¿es en realidad un amor desinteresado por la vida en sí o solo el egoísmo humano que pretende conservar un ecosistema que no nos amenace y nos proporcione cierto esparcimiento, adorno y compañía, incluso ahora que los humanos nos hemos convertido de hecho en la mayor amenaza para la biosfera? ¿Estamos trabajando a favor de la vida natural, en todo caos y su gloria, o más bien tratando a la naturaleza como si fuese un bonsai -un juguete domesticado a nuestra conveniencia?
Son preguntas que no hacen muchos amigos, pero que no puedo dejar de plantearme...
viernes, 30 de septiembre de 2016
jueves, 15 de septiembre de 2016
Dejo que fluya, sin empujar con la mente
Una enseñanza de Shanjian -breve, pertinente y sobre todo útil, como siempre en él. Como en otros aspectos del Dharma, es fácil de leer y comprender intelectualmente, pero ¡qué distinto es llevarlo a la práctica! Aye, there's the rub... Solo la combinación de lectura, práctica y atención plena me puede ayudar a establecer el círculo virtuoso de retroalimentación que lo integre de verdad en mi vida como algo real, no fingido:
Siempre es difícil aprender algo cuando
sobrevienen las dificultades o la pérdida. Pero es un error implicar al
intelecto consciente en esa búsqueda. La razón es que el intelecto busca
consuelo para su identidad y así los problemas no hacen más que racionalizarse.
En vez de eso, debemos aprender a confiar
en la naturaleza, es decir, a escuchar a la voz interna de la Fuerza de la Vida y no a las voces de la
identidad.
Esa voz interna no ofrece palabrería vana y
consuelo, sino que provee experiencias que, cuando se traducen en la cognición,
aportan una mayor confianza en la sabiduría natural de mente y cuerpo que:
1) no tiene apego y deseo, ni tampoco busca
la permanencia en nada sino que admite que el cambio es la verdad eterna;
2) admite que no hay un “yo” real y que la
verdad es que estamos conectados por un hilo
natural e invisible a todos los seres vivos y que somos poco importantes en el
esquema global de las cosas excepto para nuestra identidad viciada;
3) que la vida no tiene un sentido ulterior
porque la naturaleza sólo necesita un impulso, que es simplemente mantener la Fuerza de la Vida con independencia de
especies o individuos;
4) que la vida es conflicto, no paz, y que
ese conflicto, cuando no es parte de la identidad, sirve al progreso natural de
la evolución;
5) que el caos es el estado natural de
todas las cosas, y que el orden que vemos es parte de nuestras herramientas
naturales que ayudan a la Fuerza
de la Vida a
perpetuarse.
Así pues, cuando nos damos cuenta de que
hay estrés, miedo, pánico, dificultades y todo tipo de problemas, así como
impermanencia, ausencia de existencia real, ausencia de sentido, conflicto y
caos constantes, entonces podemos entender que nuestra visión de la
permanencia, la identidad, la búsqueda de paz y orden no es más que una reacción
habitual para avanzar en la turbulencia creada por nuestras propias mentes.
Cuando vemos que es así, quedamos libres de las cadenas de la mente y dejamos
con ecuanimidad que la naturaleza tome el control de nuestras vidas, asistida por
la mente como
herramienta y divorciada de la identidad.
Bien, en estos momentos de zozobra la
lección es observar con calma la verdad de la naturaleza y confiar en ella con
ecuanimidad. No es fácil, es verdad, pero es correcto y natural y es lo mejor
que puedes hacer, porque elimina toda ansiedad y miedo de la mente manchada
humana.
Éste es el mensaje y la verdad que deberías
aprender e intentar comunicar a todas las personas que están sufriendo en tu
entorno en este momento. La identidad sufre, mientras que la verdad es la que
libera a la mente encadenada. Tal como
declaraban los antiguos Vedas indios,
“La verdad te encontrará, no hace falta que la busques”.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)