sábado, 28 de marzo de 2015

Tras el equinoccio



Entro en el mar caminando hacia el horizonte y las olas vienen hacia mí como si me dieran la bienvenida después de tantos meses de ausencia... Es como encontrarme con viejos amigos, siempre renovados pero inconfundibles.

Me siento bajo los pinos al tibio sol de la tarde y mis sentidos parecen lanzarse hacia fuera, al encuentro de los aromas azules y los gorjeos acariciantes que se me vienen encima en oleadas sin origen. El aire se abre a la maravilla. Entro en una suspensión oceánica, vibrante.

El eje terrestre ha girado otra vez y la vida se despereza en el hemisferio norte.


Aquí al menos hay uno al que no le hacen falta más milagros que éste.